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Los supervivientes, el general y el ciudadano milagro

Antón Losada

Mientras en el Partido Popular todo es silencio y disciplina y hasta los ministros deben rondar por los pasillos sollozando que “es muy triste de pedir, pero más triste es de robar” para hacerse un hueco en las listas, los alegres muchachos de la oposición se han empeñado en que no pare el espectáculo. No pasa un día sin su afán. El Gobierno se dedica a contarnos una películas de terror con la economía y Catalunya y la oposición a montar circos de tres pistas para salir en las noticias. Esto es la gloria. Lo vamos a pasar de muerte hasta el 20D.

Con ese poder omnímodo en su partido que nadie le reconoce, pero él posee y ejerce, Mariano Rajoy se ha dedicado a remendar sus listas electorales como si fuera a ganar o perder las elecciones por poco y necesitara asegurar un grupo parlamentario donde solo caben marianistas fieles y supervivientes que sepan adaptarse. El proceso de elaboración de las listas del PP han sido como un remake del camarote de los hermanos Marx donde la puerta solo la puede abrir el propio Rajoy.

Sus competidores electorales parecen andar confeccionando sus listas convencidos de ir a ganar por mayoría absoluta, como si pudieran permitirse toda clase de experimentos que mejor debieran hacerse con gaseosa.

En el PSOE su rutilante nueva incorporación, Irene Lozano, parece haber pasado a la clandestinidad mientras Susana Díaz se empeña en seguir ejecutándole la danza de la lluvia a Pedro Sánchez. Si Rajoy llega a convocarla también para jugar a las casitas en la Moncloa, habría ganado su corazón para siempre.

Antes de acabar con el inevitable trágico final, la unidad de la izquierda ha logrado batir en duración e intensidad a cualquier culebrón venezolano.

El fichaje del general Julio Rodríguez resuena como una noticia más para los no votantes que para los votantes de Podemos. Recuerda un poco al abuelo yonki de “Little miss sunshine”: hay cosas que es inteligente probar de viejo pero resulta estúpido intentar de joven. El cabreo de unos y otros lo prueba. Aunque puede que no lo parezca ahora, después de las elecciones les dejará mucho más cerca del PSOE. La estrategia siempre acaba uniendo aquello que el amor no ha podido.

Ciudadanos cada día va dejando más claro su programa. Hay que reconocérselo. Quienes les critican por ambiguos se equivocan y se muestran injustos. La propuesta de Ciudadanos no puede resultar más clara: la política española se arregla despolitizándola. No hay problema que no pueda arreglarse, desde la situación económica a la independencia judicial, despolitizándolo primero y poniendo luego al frente de todo y con todo el poder a alguien lo más parecido posible a Albert Rivera.

Hemos llegado al origen de todo adanismo. El partido no debería llamarse “Ciudadanos” en plural, sino “ciudadano” en singular. El problema de España se arregla con veinte como Albert Rivera, puede que incluso nos apañásemos con uno. Pocas cosas más tristes que ver a un político afirmando que la solución consiste en despolitizar. Es como ver a un médico sostener que las pastillas de aleta de tiburón curan el cáncer.

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