Tiempo de intoxicación
Lo que estimula nuestra imaginación no es sólo la victoria y la derrota, sino las historias
Sufro de una severa intoxicación. No soy capaz de detectar el origen pero la siento. O tal vez no, tal vez he bebido en aguas puras y son otros los que emponzoñan. Imposible saber si has gustado muchas fuentes. O parecían puras y ni ellas mismas saben que manan y saltan y salpican cumpliendo los ocultos planes de otros. Puede que yo no sepa nada y puede que tampoco lo sepa nadie aún, ni siquiera los llamados a decidirlo. Este fin de semana se ha decretado una especie de tiempo muerto y los entrenadores y los equipos han salido a contar su partido, eso sí de forma “reservada”, sin que sea posible saber si los verdaderos directores del juego, en el fondo, los dos o solo uno de ellos, ya han tomado una decisión que se guardan; una quizá que sorprenda hasta a los suyos. Esto es una fábula de discordia, que diría Tzara, o sus días indecisos.
Tiempo muerto para que los negociadores descansen y para que la tensión aumente. Uno de los primeros pactos alcanzados en Bruselas consistía en la libertad de cada parte de entretener a su parroquia. Este es el contexto en el que hay que recapitular y esperar, a fin de cuentas, por mucho que algunos crean, no podemos hacer nada ni para bien ni para mal. Es cierto que el viernes Puigdemont dio un golpe sobre la mesa, entre otras cosas porque el PSOE tuvo la brillante idea de darle todo el peso del relato a sus adversarios de ERC. Escenificaron así los grandes éxitos de Junqueras y Bolaños, con una ley de amnistía que los republicanos no han contribuido a redactar pero que ha acabado dándoles el triunfo de incluir a los CDR y a Tsunamic –que ya lo estaban en el texto creado por Junts– y con el añadido de las Rodalies y otros hits más. Para remate Asens salió diciendo que este proyecto de ERC es el mismo de Junts y, por cierto, el mismo que los Comuns habían glosado en un dictamen. Falso. Eso encendió a los de Waterloo, que llevan meses pariendo y consensuando un texto sobre el que, por cierto, acusan de deslealtad a los negociadores socialistas por haber cambiado unas cositas sobre lo pactado para que lo que decía digo no lo dijera. Cabreo mayúsculo.
No sólo eso, porque las futuras alianzas socialistas con ERC han debido pesar a la hora de darles una baza a los republicanos donde habían quedado al margen y así los de Bolaños han dejado a Junts sin casi ninguna. Es como si hubieran volteado el tablero. Siete votos por aquí y siete votos por allá. Todos sabíamos que los de los republicanos estaban hechos así que los triunfos los tenía Puigdemont, pero al darle el relato del conseguidor a ERC, ¿qué le dejan a los juntaires? Al parecer, el PSOE piensa que cambiando así las tornas es Junts el que no tiene otro remedio que votar por arrastre. Así que no sería de extrañar que estos tuvieran que apretar las tuercas aún más para tener cosecha que exhibir a los suyos.
Ahora mismo las opciones podrían ser las siguientes: a) Sánchez acepta las exigencias de Junts respecto a introducir en la amnistía procesos que afectan al entorno de Puigdemont –difíciles de digerir para los socialistas, al estar basados en la idea del lawfare practicado por los tribunales– más una parte política aun más dura; b) Sanchez no acepta y vamos a elecciones, para lo que parecen estar preparando el terreno, si bien con la boca pequeña, pues es obvio que el descubrimiento de las líneas cruzadas durante las negociaciones, de hacerse públicas, complicarían mucho la campaña y, además, nada asegura que no fuera a necesitar de nuevo a Junts; c) Puigdemont, que parece firme en que no aceptará ser amnistiado sin su entorno, decide finalmente tirar para adelante, como parecen querer algunos de los suyos, y aceptar lo que le dan aunque quede gente atrás; y d) es Puigdemont el que rompe la baraja, para gusto también de los indepes radicales, y obliga a ir a elecciones pensando en que sus tracks les dan algunos escaños más, que perdería ERC, y que volverían a ser aún mas decisivos.
A estas alturas me declaro incapaz de saber qué sucederá ni cuándo. Sólo con poca información se puede concluir que ya hay una respuesta o que es inamovible. El tiempo corre sus riesgos. Es lo que parece sucederles de hecho a los jueces conservadores, lanzándose a una campaña que sólo reafirma la idea de fondo de las exigencias de Junts: que hay un sector de la judicatura que se faja políticamente sin rebozo y que una amnistía que les humillaría, a ellos y a sus esfuerzos, les resulta totalmente intolerable. Así que se ponen la venda antes de la herida. Llevan razón en una cosa: no hay otro motivo para amnistiar los delitos que se han hecho derivar del procés que reconocer el uso espurio del derecho penal para reprimirlo y si el uso fue espurio sólo puede colegirse que hubo jueces que hicieron lo que no debían. Así le han dicho en el Supremo al compañero Pérez Medina que supondría una “descalificación absoluta de la sentencia” y que temen que se presenten “al día siguiente querellas por prevaricación contra el propio tribunal y el instructor”. Poco miedo, porque el propio Supremo las tendría que ver, pero, aún así, es un indicador de cómo se vive la amnistía “como una humillación al Tribunal Supremo y a los jueces”. Te manchas la toga con el polvo del camino y aun te echan del Rocío, vaya.
Por ese motivo los jueces conservadores se han lanzado atolondrados al barro político para cargar contra una ley que no existe, cuyo proyecto no está cerrado, que puede que no llegue a presentarse y que, por supuesto, no se conoce. Yerran los que creen que lo hacen por apoyar al PP y que no se invista a Sánchez, que eso también, lo hacen por ellos y por sus compañeros, es decir, por ese espíritu corporativo que es bien real. Por lo mismo se ha exigido la celebración de un pleno del CGPJ sobre esa ley inexistente de un proyecto aún nonato. Es surrealista y no llegará a mayores, pero no pueden dejar inermes a los antaño aclamados por todos compañeros del Supremo, incluidos los progresistas que firmaron la sentencia.
Lo del CGPJ quedará seguramente en agua de borrajas. Guilarte ha convocado el pleno porque la ley no deja margen ante una petición del número suficiente de vocales, pero, por diversos motivos, parece suficiente el número de los que no están dispuestos a caer en ese esperpento de hablar sobre lo que no existe y además no tendrían ninguna competencia. Todo va a depender de lo que haga un señor llamado Wenceslao Olea y de qué grupo elija, porque si bien no suele ser muy proclive a líos y astracanadas es magistrado del Supremo y los desacreditados son sus compañeros. Puede optar por votar en blanco y tampoco saldría la moción. Eso sí, y tomen nota, un grupo mayoritario de vocales asume que si el Congreso no les pide informe no podrían pronunciarse sobre el proyecto de amnistía –si llegara a presentarse– pero que si se lo pide el Senado –sí, el Senado, con mayoría absoluta del PP– entonces sí estarían habilitados para emitir ese informe técnico que el sector progresista tiene previsto soslayar.
Es absurdo reaccionar a lo inexistente. Tanto como negar que se haga a lo existente.
Como mucho pueden faltar veinte días, como poco muchos menos.
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