No se trata de repartir la tarta
La consecución de acuerdos y hasta de complicados pactos de gobierno serán una gran contribución al proceso de regeneración del sistema político que inicia el país. Porque ahora se trata de alcanzar acuerdos entre fuerzas afines o que compartan grandes objetivos y comportamientos a seguir para garantizar la gobernabilidad de las instituciones y hacer frente a la crisis y a la corrupción.
No estamos ante un reparto de la tarta del poder entre unos y otros, ni creo que nadie se lo plantee de ese modo porque iría en grave contradicción con el espíritu de regeneración democrática que debe presidir las nuevas instituciones.
Ante la fragmentación que ha surgido de la batalla electoral, los partidos están obligados a sumar, lo que resta valor al hecho de haber sido el partido más votado. Así, se dará la circunstancia de que tanto PSOE como Podemos harán de la necesidad virtud frente a la posición de un PP que habiendo sido primera fuerza en muchos lugares no le servirá de nada. Ahora, para ganar hay que pactar, si bien las sumas resultarán difíciles más allá de las declaraciones de optimismo que se aprecian estos días en algunos de los próximos gobernantes y que son reflejo de la ansiedad.
La consecución de acuerdos entre partidos del bloque progresista que incluye al PSOE, Podemos, IU, plataformas locales de unidad popular y Compromís, principalmente, exige tranquilidad y mucho diálogo para empatizar entre los diferentes negociadores, contrastar ideas y programas, generosidad intelectual para evitar enrrocamiento de posiciones y capacidad para la síntesis y la concreción. Y desde luego la mentalidad de que las instituciones ni pertenecen ni son una prolongación del partido o partidos que las gobiernan. Lo digo desde la experiencia de 20 años en la alcaldía de San Sebastián acordando, con un total de seis partidos diferentes, gobiernos tripartitos.
No he citado a Ciudadanos porque, salvo localidades pequeñas o situaciones de excepción, me parece imposible que tras las descalificaciones en campaña pueda formar parte de un bloque con Podemos e IU. Curiosamente, sería el PSOE el único partido que desde una posición de centralidad estaría en disposición de alcanzar pactos con las tres fuerzas citadas sobre gobiernos de coalición o acuerdos para apoyar la elección de un candidato.
Todos hablan de las condiciones que van a poner encima de la mesa ante los demás. Premisas referidas a objetivos y prioridades que tengan que ver con actuaciones para crear empleo, defender los servicios públicos, priorizar el gasto social, tomar decisiones para garantizar la regeneración del sistema y abrir cauces a una democracia participativa. Pero habrán de ser flexibles para dar forma compartida a los compromisos programáticos, más o menos extensos según se pretenda gobernar juntos o alcanzar acuerdos para la investidura.
Lo decisivo consiste en saber priorizar la necesidad que tiene el país de devolver la dignidad a millones de familias y reconstruir el Estado de Bienestar. Algo que no es compatible con la actitud que han mantenido en estos cuatro años los diversos gobiernos de las derechas que se han puesto de perfil ante las consecuencias de la crisis en las calles, barrios, hospitales y escuelas de las poblaciones. Los mismos que han sido cómplices de Rajoy en la eliminación de competencias a los Ayuntamientos en materia de servicios sociales o en los recortes en sanidad, educación y dependencia desde los gobiernos autonómicos.
Es cierto que nos falta la cultura del pacto, que las descalificaciones tras una dura campaña están aún calientes y que la ausencia de química personal puede imposibilitar avances en algunas negociaciones. Pero confío en el sentido de responsabilidad de aquellas fuerzas cuyos electores no perdonarían que fueran incapaces de llegar a acuerdos, más o menos desarrollados, para desalojar de los gobiernos a personajes como Esperanza Aguirre, Rita Barbera, Cospedal, el alcalde de Valladolid, Fabra y un largo etc. Si no lo consiguieran les pasaría factura en las generales y engordaría la abstención y el descrédito de los partidos, incluidos los emergentes.
Estos procesos para la elección de alcaldes y alcaldesas han comenzado y deben culminar el sábado 13 de junio, fecha en la que se constituyen los Ayuntamientos. El cielo no puede esperar cuatro años más y la toma celestial no admite otra forma que la del consenso y el entendimiento entre fuerzas afines, frente a la quimera del asalto que defendiera Pablo Iglesias. Tengo pocas dudas de que siendo posibles y deseables, en las condiciones señaladas, los apoyos respectivos en favor del candidato que obtuvo más votos en las elecciones del 24, sin embargo resultará extraño que Podemos y PSOE compartan gobiernos en lugares significativos. Como tampoco dudo que Ciudadanos jugará mucho con la abstención y tratará de aparecer en la posición de árbitro con su apoyo final a Susana Díaz en Andalucía y a Cifuentes en la Comunidad de Madrid.