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Tua culpa

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dialogando

Verónica Fumanal

Culpa es un concepto que se usa con frecuencia en los ámbitos jurídico, psicológico y teológico. La culpa puede ser en el ámbito del derecho “la omisión de diligencia exigible a alguien, que implica que el hecho injusto o dañoso resultante motive su responsabilidad civil o penal”. Si atendemos al terreno de las emociones, la culpa “es una acción u omisión que provoca un sentimiento de responsabilidad por un daño causado”. En lo religioso, “un pecado o transgresión voluntaria de la ley de dios”. Pero últimamente en España, culpa es un concepto tan politizado como elecciones o investidura. Tanto es así que si realizamos una búsqueda en Google utilizando las palabras “culpa + elecciones” aparecen más de 22 millones de resultados. Así que vayamos a por los culpables.

Desde que se celebraron las elecciones del 28 de abril, la incertidumbre campa a sus anchas, pero tenemos algunas cuestiones claras. En primer lugar, solo el PSOE puede formar gobierno, el resto de las formaciones no tienen la capacidad de aglutinar las fuerzas necesarias para la investidura; así que la responsabilidad de formar gobierno es fundamentalmente de los socialistas. En segundo lugar, la aritmética política ofrecía varias posibilidades de gobierno, los números sobre el papel lo aguantan todo; sin embargo, la aritmética política solo permite una suma que pasa por dos protagonistas fundamentales: PSOE y UP, más el resto de los nacionalistas e independentistas para sumar los restos necesarios. En tercer lugar, lo que en la noche electoral parecía un pacto inminente, ensayado durante un año de legislatura pos moción de censura, los siguientes días resultaron dos líneas tácticas paralelas que no han llegado a confluir en un acuerdo, un diálogo de sordos sobre quién es el culpable de la todavía no inevitable repetición electoral.

No hay evidencia científica que lo avale, sin embargo, analistas y políticos aseguramos que los electores castigan a quien culpen de la posible repetición electoral. Tanto hemos escuchado este argumento, ya desde el 2015 cuando el tabú de la repetición se eliminó, que las maquinarias argumentales de los partidos se esfuerzan por convencer a la opinión pública y publicada de quien ha pecado de omisión de diligencia, utilizando las definiciones jurídica y religiosa.

Sin embargo, ninguno de los dos partidos se siente concernido por la acepción psicológica; hasta el momento no hemos escuchado un “mea culpa” provocado por el sentimiento de responsabilidad del daño causado, entendiendo la repetición electoral en este sentido. Tan concentrados por entonar el “tua culpa” han estado que probablemente han descuidado ese otro relato, el de las evidencias y hechos que muestran que realmente había una voluntad real de formar un gobierno. Las palabras se convierten en relatos, pero los relatos sin evidencias se arrinconan en el espacio del descrédito y así, cómo convencer al electorado de quién tuvo la culpa.

Falta mucho, mucho todavía para afirmar que habrá una repetición electoral, porque imposible es una palabra que debería estar fuera del diccionario político. El gobierno de coalición parece estar fuera de la ecuación. Sin embargo, Unidas Podemos tiene en su mano colocar al PSOE en un consejo de ministros y ministras secuestrado por su mayoría parlamentaria, un regalo envenenado que situaría el relato de la culpa del lado socialista y la capacidad real para llevar a cabo la obra de gobierno en el lado de los morados, eso sí, sin las carteras, ni ministerios.

Si finalmente no se produce esta posibilidad, la campaña electoral de las elecciones bis se centraría sobre la culpa, quién tuvo la culpa de lo que pudo ser y no fue, mientras PP, Cs y Vox podrían realizar una campaña sobre la incapacidad de la izquierda para gobernar el país mientras que la derecha sí es capaz. Porque atendiendo a los hechos, la derecha ha demostrado que, cuando de gobernar se trata, son infalibles en el acuerdo, dejan a un lado las diferencias y las culpas y se centran en el poder. Queda menos de un mes, que en política es una eternidad y las palabras que más escucharemos son culpa y culpable. Pero todavía queda tiempo para la acepción psicológica de la culpa, para el sentimiento de responsabilidad, todavía queda tiempo para la credibilidad que aportan los hechos.

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