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La ultraderecha marca y controla la agenda

Juan Guaidó, autoproclamado presidente de Venezuela.

Rosa María Artal

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Día intenso en noticias que me interesan. Un informe de la ONU afirma que la desigualdad creciente pone en riesgo la estabilidad política y el progreso global. Y otro de Oxfam Intermón demuestra que las mujeres se llevan la peor parte. La mayor amenaza para el progreso es la desigualdad, y de ello prácticamente no se habla. De hecho se airean mucho más las opiniones que disuaden de esa realidad.

La desigualdad tiene consecuencias concretas. En España, la mitad de los alumnos pobres repiten curso. El porcentaje ha subido casi diez puntos en 12 años (los famosos años de la siempre mentada crisis). A Díaz Ayuso, la presidenta de Madrid, lo que le preocupa es el currículo académico de Historia para incluir más contenidos sobre la cultura y el “legado” judío.

Hay carencias también en residencias geriátricas. Se denuncia que la ratio actual es de 4,21 por 100 mayores de 65, lejos de la ratio que marca la OMS y que España necesita crear 70.000 plazas en residencias para cubrir la demanda actual de personas mayores.

eldiario.es abría este viernes con una noticia de envergadura: “La investigación judicial a la policía política alcanza al Gobierno de Rajoy”. Es decir, las cloacas del Estado para ensuciar a sus rivales políticos y lavar sus delitos. La prensa convencional amanecía entregada a menesteres muy distintos de los mencionados.

Las noticias –o no noticias- que destacan buena parte de los medios grandes parecen dedicadas, como vemos, a aquellos a quien les importa más perseguir a Torra o Puigdemont, mantener la cruzada del “a por ellos” contra los desobedientes catalanes que la desigualdad que tantos males acarrea.

Pero la derecha y sus voceros tenían otro de sus platos fuertes clásicos. Han decretado, poco después, que el tema principal en la agenda era Venezuela. La visita del autoproclamado presidente –que encima ha fracasado en su intento aun abrazado a los EEUU de Trump y Pompeo- es una cuestión de Estado. Ultraconservador y ultracatólico, es el perfil que gusta al poder para América Latina. Pedro Sánchez y la UE le reconocieron. Una UE algo diferente en su composición a la que salió de las urnas en mayo de 2019. La anterior había sancionado a Venezuela en sintonía con EEUU y prohibió la entrada en nuestro espacio Schengen, entre otros, a Delcy Rodríguez, vicepresidenta del país. Recibirla o no en Madrid en un ámbito privado es otro escándalo para la derecha tan selectiva. Porque, entretanto, el saldo de tres meses de represión policial en Chile deja más de 2.000 heridos de bala y 158 querellas por violencia sexual. Y no dicen ni media palabra. El problema es que Chile no sirve a los intereses políticos de una derecha cada vez más ultra, en donde Vox y PP son ya indistinguibles, Ciudadanos se acerca cuanto puede desde ya su exigua fuerza, y es masivo el apoyo mediático de su cuerda. Felipe González se ha sumado al grupo para disparar fuego amigo contra Sánchez, todo lo contrario que Zapatero, que ha apoyado el presidente del Gobierno. Y ha explicado –y merece la pena oírle- su visión del tratamiento dado a Venezuela.

La derecha extrema marca la agenda y por tanto los contenidos y los tiempos. Establece las prioridades y desplaza lo que no le interesa que se vea y apenas cabe en el hueco que deja su preciso programa. Es el de ellos, no se confundan. Esa derecha señala desde los titulares de los medios hasta de qué se habla en las redes y en la calle, lo copa todo. La ultraderecha fue sacada de su aparente hibernación precisamente por los medios afines ideológicamente, por la codicia de los que priman los réditos que produce su espectáculo, y la impericia de aquellos que simplemente se dejan arrastrar por la corriente. Sin duda por los errores del sistema convencional que estallaron en la crisis de 2008 y la tibieza de una parte de la sociedad. Ahora ya está normalizada para gran parte de los medios. Si añadimos la sobreabundancia de noticias, mezcladas con chascarrillos y fake news, se dibuja un panorama preocupante.

En la manoseada teoría de “los dos bandos o “los dos lados, del maniqueo y pueril blanco o negro, han logrado convencer a algunos ciudadanos de que todo es válido, especialmente lo que coincide con “los suyos”. Hagamos la salvedad de que los “dos lados” son cada vez más la verdad y la mentira, la educación y la ignorancia, la superficialidad y la profundidad, la decencia y la trampa. Y en modo alguno hablo de adscripciones políticas de nuevo maniqueas sino del debate real que se está produciendo. ¿Que las trampas coinciden con esa derecha que ha colonizado hasta el criterio de muchas personas? Sí. Por afinidades y por su masiva presencia en los medios.

Las ya tres ultraderechas han logrado copar la actualidad con su PIN censor. Cargado de mentiras hasta niveles de no creer que personas inteligentes hayan entrado al trapo. Aquí también hay dos bandos: el del PIN y el del SMI ninguneado éste por los medios grandes cuando no criticado. Y no es tan difícil informarse de la realidad.

Cada día la amplia derecha elige sus prioridades en la agenda. Distraen, encabritan y quitan tiempo para ocuparse de lo importante que suele coincidir con lo real. Si volvemos a las portadas citadas más arriba, veremos que trabajan en bloque con los telediarios y gran parte de las tertulias, dañinas en su composición y objetivos. Aun así siguen acaparando la atención de quien las elige como diversión, para ver qué “equipo” gana.

Los bulos y noticias falsas han infectado las Redes. Vuelan por WhatsApp y rompen el diálogo en Twitter. Atacan como ejércitos organizados, por vocación o cobrando, a veces con bots programados. También eligen a personas a quien atacar. Con particular incidencia a las mujeres y más aún si son progresistas. A mano siempre, el armario con tuits viejos y a menudo manipulados. Se usan cuestiones personales o accesorias, cotilleos. A esta tribu no la verán criticando errores de envergadura, ni por supuesto el latrocinio de sus políticos. Todo les sirve. No me hablen, si se respetan a sí mismos, de que todos son iguales y compiten dos bandos con igual credibilidad. Denle un par de vueltas si van de buena fe.

La agresividad a la que están llegando merece respuesta judicial. El europarlamentario de Vox y antiguo periodista Hermann Tertsch pidió “una inevitable” intervención de las Fuerzas Armadas ante el “proceso golpista” de Sánchez“. IU y Podemos lo han denunciado por si ha cometido delitos de odio, provocación para la rebelión armada y amenazas al Gobierno de la nación. Seguramente deberían intervenir otras instancias judiciales de oficio ante cuanto estamos viendo.

Prioridad fija en la agenda de la derecha y asimilados, Catalunya. Por encima hasta de tener un Banco Central del Estado al que le preocupa se pongan topes del alquiler, cuando la vivienda se ha convertido en un crudo problema para muchos ciudadanos. Lean lo que cuesta tener un techo y lo que dice el Banco de España.

Catalunya y para atacar al Gobierno de coalición, por descontado. La justicia europea no cesa de evidenciar la diferente percepción que tiene con la española en este caso. El abogado Gonzalo Boye, defensor de algunos de los políticos independentistas, lo resumía así en este artículo: “Lo que está quedando en evidencia es una clara disfunción entre el ordenamiento jurídico nacional y el de la Unión (...) una visión del derecho contraria a la europea y una manera de aplicar la ley que repugna a las democracias consolidadas”. Esta situación hay que solucionarla. Para hoy y para el futuro.

Y puede ser cierto que el Gobierno de Pedro Sánchez quiera modificar el Código Penal, contradiciendo anteriores declaraciones, por facilitar los acuerdos con los partidos catalanistas, pero no desvirtúen la necesidad de las reformas. Los delitos de rebelión y sedición son de la España de los Tercios de Flandes y de la derecha voxerizada. Y el contencioso con Catalunya mandando a la caballería como gustaría a estos políticos, no tiene lugar en este tiempo. Las leyes las cambia el Congreso si cuenta con mayoría, no el Gobierno. Los socios de Sánchez son Unidas Podemos, no la larga lista que atribuyen los medios conservadores, varios de los cuales apoyaron con su voto la investidura tanto de gobernantes del PP como del PSOE. Pero no es solo eso, Europa –visto que ahora tiene interlocutor válido en el Gobierno español- llama a reparar los daños a nuestros derechos que nos infirió el PP. Comenzando por la Ley Mordaza.

Si no sacamos a la ultraderecha de marcar la agenda española, vamos a acabar como Polonia que ya cuenta con unas 80 ciudades “libres” –ay- de la “ideología” LGTB, dicen. Y que ataca con similar furor al feminismo. Sus correligionarios aquí están en la misma batalla. Con sus censuras, sus bulos, sus ataques a las mujeres que osan hablar de sexualidad, mientras no cesa el goteo de asesinadas y agredidas por la violencia machista. Otra mujer hoy, en Casetas, Zaragoza, se ha salvado por poco, tras estar encerrada dos días por su pareja. ¿Cómo tienen el valor de negarlo?

El fascismo empieza así, o se muestra ya avanzado así. Y sigue por ningunear las noticias que marcan las huellas las políticas neoliberales sobre la desigualdad, a distraer visceralmente de lo importante. Y aquí igual sí que hay dos bandos clásicos. Frente a la única ideología que no los respeta y aún los combate, yo estoy en el bando de aquellos a quienes importa la democracia y los Derechos Humanos. Todos.

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