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Vilda, el suflé y Rubiales como síntoma

Luis Rubiales y el exentrenador Jorge Vilda después de que la selección femenina ganara el Mundial
10 de octubre de 2023 22:29 h

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El exentrenador Jorge Vilda ha declarado este martes como investigado por las supuestas presiones al entorno de la futbolista Jenni Hermoso. Asegura el hombre que casi cobró 500.000 euros tras una subida de salario televisada que no la coaccionó, sino que le sugirió al hermano de la jugadora que sería bueno que compareciera para “bajar el suflé”. Reconociéndole la legitimidad de defenderse judicialmente, sigue siendo sorprendente que en el caso del beso robado cada explicación de los protagonistas no haga sino ahondar en argumentos que buscan la minimización y externalización de un comportamiento inaceptable que surgió de dentro. El suflé (o como dijo Rubiales, lo que se ha podido entender “desde fuera”) es más bien el pasteleo con el que quisieron tapar un acto impulsivo machista ahí dentro, de tratar como a “una hija” o a una niña que se ha portado bien a quien es una mujer profesional del fútbol.

La Federación de Fútbol, una entidad privada pero de utilidad pública, tiene privilegios como usar la bandera, los colores de España o poder 'expropiar' a las jugadoras de los clubes cuando viene una competición de la selección nacional. Sin embargo, no se ha abierto aún en canal, como han pedido todas las campeonas del mundo, capaces de ganar partidos en el campo mientras pelean en los despachos y los tribunales. Todo a la vez en todas partes (frente a nada en ningún momento y en ningún sitio de los colectivos masculinos, salvo honrosas excepciones). Los ceses quirúrgicos del último mes han ayudado a taponar de manera superficial una herida profunda y antigua que, sin el remedio adecuado, se pudrirá. Quizás el beso de Rubiales no haya sido la enfermedad, sino el síntoma o la fiebre de un mal mucho mayor que no se va a resolver cambiando de sitio unos cuantos cromos ni aceptando como renovación dimisiones estéticas de personas que siguen gestionando miles de euros. Tampoco poner a mujeres donde antes había hombres, como estrategia, es suficiente para asegurar que se acaba con el machismo y los desmanes.

La frenética actualidad puede ser una apisonadora y la tentación de pasar página, alta. Pero esto no acaba en Rubiales, sino que empieza: quedan varias causas en un juzgado, está pendiente la rendición de cuentas en el gasto o la pregunta en el aire de por qué nadie de quienes podían hacer algo hizo nada. O por qué se jugó la Supercopa en Arabia Saudí sin el permiso preceptivo, por qué se pudo espiar a enemigos, por qué se aprobó transferir millones a las territoriales sin que nadie de la federación objetara nada. Queda pendiente por qué se dejó fuera a 15 jugadoras presentándolas ante la opinión pública como unas niñas caprichosas y todo en la RFEF fue silencio. Por qué la federación se opuso a la profesionalización de la liga femenina sin que ningún crítico o crítica saltara. Por qué nadie salió en defensa de los periodistas cuando les llovían querellas. Pasó por Rubiales, pero también pasó porque nadie impidió que pasara. Ese sistema instalado, el de la omertà, no ha sido cambiado todavía y ese suflé, el que se ha cocinado durante años gracias a la acción de unos e inacción estructural de otros, es el que habrá que bajar en los próximos meses si queremos tener una federación de fútbol a la altura de los ciudadanos que representa.

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