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Xi no sé qué

Imagen de un cuadro del líder chino Xi Jinping en el Museo Nacional de Arte de Pekín. EFE/EPA/MARK R. CRISTINO

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Si la semana pasada era la salud mental el tema de conversación en el ascensor de mi edificio, estos días por supuesto solo se habla de China, de Xi Jinping y del Congreso del Partido Comunista Chino. No hay mañana en que no suba, me encuentre a un vecino y nos liemos a discutir si Xi se va a perpetuar en el poder, si hay riesgo de un nuevo Mao, qué pasa con Taiwán…

No, obviamente no es tema de conversación. Ni en el ascensor, ni en casi ninguna parte, y diría que tampoco en los medios y tertulias, salvo grandes acontecimientos como el de este fin de semana. Yo mismo, no recuerdo si he escrito alguna vez sobre China. He tenido que buscar el nombre del presidente en Google para escribirlo bien. Y si hace una semana, o dentro de una semana, me preguntan cómo se llama el máximo dirigente del país, balbucearía. Venga, no os hagáis los listos, confesad también vuestra ignorancia: ¿cómo se llamaban los últimos presidentes chinos? ¿Sabéis decir el nombre de cinco científicos, escritores, actores y deportistas chinos? Vale, cinco es un abuso ¿uno al menos? ¿Habíais oído hablar de Wuhan (nueve millones de habitantes) antes del COVID? ¿Sabíais de la existencia de Guangzhou, Tianjin, Xiamen o Wanxiao, todas entre las mayores ciudades del mundo? No te hagas el enteradillo, tú, que la última me la he inventado.

Ya sé, uno no puede saber de todo, y esa misma ignorancia la tenemos hacia buena parte del planeta. Prácticamente todo lo que no sea nuestro pequeño occidente desarrollado. Pero hablamos de China, oiga. Décadas oyendo que el futuro será de China, que va a desplazar a Estados Unidos como primera potencia, que el centro del mundo está en Asia. Hemos visto a Washington señalar a China como amenaza en su estrategia nacional de seguridad, y lo mismo sobre la cumbre última de la OTAN (pese a la lejanía de China con el Atlántico Norte) o el desatado Borrell. Todos coinciden: ojo con China, que va a por todas, que se quiere comer la tarta entera, que ya es la potencia de referencia en Asia y África, que nos tiene cada vez más pillados por la deuda y la dependencia tecnológica, que ya veremos si todo esto no acaba en guerra, fría o caliente…

Y sin embargo, ni idea de China. Nuestro conocimiento es inversamente proporcional al creciente poder económico, geoestratégico, comercial, militar y tecnológico del gigante asiático (toma tópico). Y peor que ignorancia: desinterés absoluto. Aunque parezca que estamos todos matriculándonos para estudiar chino o pidiéndolo como extraescolar en los colegios, la realidad sigue siendo esa: ignorancia y desinterés. Tópicos, chistes, simplificaciones. Nos refugiamos en el tradicional “hermetismo” chino. Es que son muy complicados. Es que son muy diferentes. Es que son muchos, todo es a gran escala, no nos entra en la cabeza. Es que no los entendemos, ni su lengua, ni su alfabeto, su cultura, sus tradiciones, su comida. ¡Si hasta son comunistas! ¡Si no somos capaces ni de distinguirlos, todos nos parecen el mismo chino, el de la tienda de tu calle, genéricamente llamado “el chino”!

No sabemos apenas nada de China, ni de los chinos, ni de su política o su historia, no digamos su cultura. Está claro que, en su disputa por la supremacía mundial, a China le importa un bledo la hegemonía cultural, que parecía indisociable de todo proyecto de dominio económico y político. No la necesita, puede ganar peso e influencia mundial sin que conozcamos la lista histórica de todos sus presidentes, los nombres de todos los estados y hasta al último secundario de su cine, como sí ocurre con Estados Unidos. No la necesita, como tampoco necesita que deseemos una vida china como sí deseamos el American Way of Life.

Pues más nos vale enterarnos de qué va todo esto de China. Si su influencia va a ser cada vez mayor, mejor conocerlos. Si el nuevo orden mundial pasa por China, y cada movimiento en el tablero global (desde el proteccionismo económico a la disputa energética, pasando por la guerra de Ucrania o por supuesto Taiwán) tiene algo que ver con la rivalidad estadounidense con China, mejor saber de qué va todo esto. Y si esa rivalidad, como temen algunos analistas, nos aboca a una futura confrontación, mejor estar bien informados para que en la próxima crisis mundial no nos den una vez más gato por liebre, propaganda por información.

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