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El 4 de mayo vuelve a votar
Mientras el equipo de Ayuso en la Consejería de Sanidad redactaba obediente las circulares de obligado cumplimiento, para que el personal administrativo dependiente de su autoridad rechazase el ingreso de los ancianos afectados por covid-19 en los hospitales de la red pública a su cargo, procedentes de las residencias de mayores, privándoles así del tratamiento que podía salvar sus vidas, la señora Ayuso, posando de Dolorosa, se ponía en manos de sus expertos en imagen que seleccionaban el espeso maquillaje a extender sobre sus pestañas y que simularía las ojeras oscuras de rímel corrido que las baterías de artillería mediática del Partido Popular distribuirían empeñadas en la lucha por acaparar la empatía que el elevadísimo número de defunciones entre las familias madrileñas, que recibían la noticia de la muerte de sus viejos sin posibilidad del consuelo que pudiera reportarles acompañarles en el trance. Esas fotos arriesgadas, en las que Ayuso proponía su propia imagen como icono del sufrimiento del pueblo de Madrid se realizaban premeditadamente en tanto que sus órdenes condenaban a miles de familias de las abuelas y abuelos a llorar a distancia a sus muertos en tanto que el fingido dolor histrionizado por el pétreo rostro de la Presidenta de la Comunidad de Madrid se distribuía exitosamente por todos los rincones analógicos y digitales de las tierras reales y virtuales de Madrid. La inquietante mirada con destellos psicópatas sería muy repetida posteriormente. No es guapa, pero es fotogénica y tiene cara de sobra para arrostrar la desvergüenza de fingir el sufrimiento de las víctimas de su acción de gobierno alzándose sobre el padecimiento de las familias que su decreto prescribió, ofreciéndose en diferentes poses simulando las lágrimas que hijos y nietos no podían contener y ardían corriendo por sus mejillas contemplando la imagen del rostro que no volverían a ver, incapaces de imaginarse víctimas colaterales de la estrategia de ajustes económicos que años antes, cuando con los ojos brillantes de codicia los asesores y consejeros de su equipo le descubrían a Ayuso el filón que los recortes en la estructura de la sanidad madrileña reportarían al partido, a sus amigos y promotores.
Cuando la pandemia se extendió desde Wuhan en China hasta el último pueblo de Madrid dejando en evidencia las carencias que la política de desmantelamiento de los servicios públicos fruto del saqueo de las estructuras de la sanidad madrileña, los responsables de hacer frente a la crisis se dieron cuenta de hasta qué punto se habían dejado llevar por el ansia de apropiarse de los bienes colectivos para satisfacer la vieja avidez por lo que juzgaron como innecesario cegados por el interés. Ahora, sin posibilidad de reaccionar, han decidido sacar de la cobertura sanitaria a quienes creyeron que, por tener deterioro cognitivo, enfermedades crónicas y muchos años sobre sus debilitados huesos eran mercancía inservible de escaso valor, cuya desaparición pasaría desapercibida entre la catástrofe general.
Las mujeres y los hombres que, durante los años de plomo de la dictadura franquista soportaron la posguerra, los que hicieron malabares con un mendrugo, una pizca de tocino y una cabeza de ajos para sacar adelante a sus familias, quienes trabajaron fregando kilómetros de escaleras y portales, los que subidos a endebles andamios y con una medalla de metal al cuello por toda protección reconstruyeron las ciudades y pueblos que la artillería y la aviación fascista arrasaron, esta gente es a la que la estrategia de Ayuso vetó en los hospitales madrileños firmando a cambio muchos certificados de defunción, dejándoles abandonados a su suerte, desamparados frente a la adversidad en una cama de residencia de mayores sellada, sostenida por los votos que sus hijas e hijos depositaron a favor del rostro triunfante de la Dolorosa con luces idas que coincidía con el histriónico de su ejecutora, la Presidenta Ayuso, por entonces vecina del Palacio Real de Madrid en un alojamiento de cinco estrellas cedido por sus protectores y beneficiarios de la hostelería y la construcción. Ahora te toca a ti ¡Vota!
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