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El agua merma mientras crecen los veraneantes

Carmelo Marcén Albero

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Persiste en la cultura universal una idea resistente que se podría llamar el agua infinita. No es fruto de razonamiento ni pensamiento, sino propia de quienes no ven los mensajes que la naturaleza nos envía cada día, cada minuto. Está tan generalizada que es muy difícil combatirla, aun cuando los hechos corrientes la desmientan, la gente tenga que convivir con la escasez de agua para determinados usos, más todavía en verano. Al mismo tiempo, los ríos secos que la gente ve y El Roto dibuja con tanto acierto son una marca de la nueva España. Todos los asuntos que afectan a los usos y consumos de agua se agudizan en verano, cuando mucha gente se concentra en puntos concretos.

Pero las sequías meteorológica e hidrológica condicionan las prestaciones que un lugar concreto puede dar a los veraneantes. Porque la población visitante en verano no hace sino crecer tanto en la playa como en cualquier pueblecito de interior. Además demasiados veraneantes son personas poco habituadas a ahorrar agua, su consumo per cápita es elevado. El calor veraniego invita a relacionarse más con el agua, ya sea en piscinas o en forma de duchas o baños, o hacerlos más prolongados. Además, a la escasez se añade la falta de calidad. Los ríos soportan agua con carga contaminante tóxica, lo cual impide ser utilizada para el consumo humano, ni siquiera para regar los campos; es el agua tan deteriorada que no sirve.

Hemos revisado algunos titulares de los periódicos de España que definen la relación entre los usos del agua y su característica de finita. Alguno habla de la caída en picado de las reservas hidráulicas de los pantanos –al 42,16 % de su capacidad el día 1-8-2023, lo cual supone casi una tercera parte de la reserva media de los últimos años. Tan justas están las reservas– a descontar los lodos del pantano y el agua reservada a sostener la biodiversidad, que el consumo del agua ya es un problema ecosocial.

En Cataluña se ha declarado por primera vez la emergencia por sequía en una veintena de municipios del Alt Empordá de Girona –un lugar en el que antes llovía bastante más– y se van a ampliar restricciones pues las demandas crecen. Desde la ACA (Agencia Catalana del Agua) se avisa de que son ya 30 meses de precipitaciones mínimas. En Málaga se aplican ya restricciones en una costa sedienta y cada vez más llena de turistas. En muchas localidades muy pobladas de veraneantes ya se han decretado supresiones de suministro parciales, porque pantanos como La Vilueña están secos (al 9%). Lo de la supresión de las duchas en las playas no deja de ser una anécdota, aunque supone una llamada de atención. Varios municipios costeros demandan la construcción urgente de desaladoras, pero eso cuesta dinero y tiempo. Desde hace décadas ha faltado previsión. Otro tanto pasa en los pequeños pueblos de la España interior con llegadas de veraneantes que suponen multiplicar por 10 su población del invierno. Los manantiales se secan y los bomberos tienen que llenar los depósitos municipales por toda España.

En una encuesta del CIS los españoles se declaran grandes ahorradores de agua y culpan de las restricciones a la agricultura, industria y turismo; no establecen relación con los consumos personales ordinarios y la ausencia de precipitaciones. ¿Cómo se explica que en España haya alrededor de 1.250.000 piscinas, una por cada 40 habitantes? Un reportaje de Rtve de hace un par de semanas resaltaba que el año hidrológico 2021-22 fue el tercero más seco desde que hay registros; la sequía prolongada afecta a un tercio de la superficie peninsular española. Además, el calor soportado por el agua de los embalses “se lleva” una parte de su volumen. De hecho, parece que estos habían soportado tantos calores que provocaron el peor descenso de su capacidad (-0,7 %) en una semana desde hace 10 meses.

Construir más pantanos no significa disponer de más agua en los momentos críticos porque no llueve y van creciendo las demandas. Pocos líderes políticos y económicos, tampoco ciudadanos, reconocen que la sequía meteorológica y sus derivadas en España es estructural; ha dejado de ser una coyuntura limitada en el espacio y tiempo. Pero mojó poco en las pasadas elecciones. Quizás haya que ajustar su precio al valor real que tiene el agua finita. En especial en los grandes consumidores veraniegos como la hostelería y otros usos: las piscinas particulares y los regadíos mal gestionados. Casi 9 millones de españoles sufren ya restricciones más o menos severas. ¡Cuándo lloverá?

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