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La cantarela de este domingo

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“No me vengas con esta cantarela”, recuerdo que mi padre me decía cuando intentaba justificar errores, reconocía inmediatamente el engaño o la astucia que quería utilizar para zafarme de sus reproches o disgusto por cualquier acción u omisión en que había incurrido. Cantarela en el RAE: “En la guitarra o violín, prima cuerda más aguda”

Era un hombre de palabras, de fonemas que te sorprendían, en ocasiones cuando deseaba incidir en algo sutilmente, solía utilizar los momentos en que nos reuníamos para comer y después de referirse a un tema cuestionándolo en una dirección para que alguien se sintiera aludido, esperaba la reacción del interpelado que respondía con una “cantarela” que acaba recibiendo como respuesta una palabreja incompresible para todos, con erres resonante rutilante rotunda y a la que el señalado respondía ofendido y titubeante mientras él sonreía, con su humor negro y ataraxia, definía la palabra que no contenía ningún insulto, en ocasiones incluso se desviaba del tema, pero de alguna manera delataba la “culpabilidad” y aquello que en catalán llaman “pell fina” (piel fina) del aludido porque le hacía dudar. Estos ejercicios de honestidad rodeados de serendipia léxica tenían por finalidad ser sinceros y coherentes, intentaba pillarnos en renuncio demostrando que muchas veces uno mismo se delata. Él era un hombre mondo con bonhomía y disciplina.

Todo esto viene, aunque no tenga ninguna relación, a que hoy al sentarnos en la mesa para comer, las noticias mostraban un discurso al que no hemos prestado demasiada atención pero con una cantarela concreta, un tono una verbalización exactamente igual al de los discursos de Franco en plaza de Oriente, los camisas negras italianos o de los nazis alemanes o de Primo de Ribera antes de la guerra civil. Esa cantarela de la que no necesitas entender las palabras para comprender las aterradoras intenciones de su discurso encabezado con un ‘nosotros’ excluyente distanciado al máximo al ‘ellos’, el enemigo.

Son discursos que intentan introducir en la carne, en la sangre, el odio hacia algo concreto a través de palabras aisladas, de expresiones y formas sintácticas contra el “enemigo” que se imponen a partir de su repetición. Cargados de elementos litúrgicos religiosos, refranes o sentencias que no buscan ninguna novedad, sino volver a los orígenes traspasar la pasión o alma religiosa y dirigirla a la patria, el sacrificio, la sangre derramada por nuestros caídos nuestros, mártires, “la causa”, generar ira, la cólera, utilizando himnos, banderas. Introduce para referirse a sus oponentes palabras como: corrupto, corrupción, decadencia, destruir, destructivo, codicia, hipocresía, ideológico, liberal, mentira, actitud permisiva, enfermo, amenazar, traidores los que matarán la patria.

Los discursos fascistas se reconocen por sus tiempos, por sus silencios en busca de aplausos, son arengas o sermones que van acompañados de una enfatización en momentos puntuales además de una serie de expresiones no verbales, elementos paraverbales, kinésicos o corporales concretos, una puesta en escena.

Esa es la cantarela de la que no hace falta oír su contenido para reconocerla desde hace más de un siglo.

Muchas veces empieza con aquello de: yo no soy racista pero...

Hemos cambiado rápidamente de canal porque no estábamos dispuestos a perder ni un minuto más en oír la reiterativa “cantarela” de los fascistas y de los nacionalistas que nos inunda para intentar ahogar lo que ellos rechazan por encima de todo: la dignidad humana que es inmarcesible.

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