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¡Crujidnos a impuestos!
“Me encanta pagar impuestos, porque sé que con ellos compro civilización”. Lo dijo un juez del Tribunal Supremo americano, creo. No sé si demócrata o republicano, pero desde luego inteligente.
Warren Buffet, una de las mayores fortunas del mundo desde el pasado siglo, escribió una carta al entonces presidente de los Estados Unidos, titulada “Dejen de mimar a los superricos”. Decía que le parecía no solo injusto, sino disfuncional para el sistema, que él pagase la mitad de impuestos que su secretaria.
En tiempos de Roosevelt, los ricos llegaron a pagar en EEUU (y no solo) un tipo máximo de más del 90% de sus ingresos. En los últimos años, ha habido empresas del IBEX en España que terminaron pagando menos del 10% de sus beneficios.
Como consecuencia de la pandemia la desigualdad se ha agudizado. Si el 1% de los más ricos del mundo perdieran el 99,99% de su riqueza, seguirían siendo más ricos que el 99% restante.
En la posguerra mundial, en muchos países europeos, particularmente en los nórdicos (más Canadá, Nueva Zelanda…) se optó por una política de impuestos elevados para sufragar servicios básicos. La generalización de la sanidad pública, la educación pública, las pensiones públicas, los transportes e infraestructuras públicas, las ayudas en situaciones de precariedad, requirieron muchos impuestos. Pero con esas políticas países como Suecia, Dinamarca, Holanda… alcanzaron unos niveles de calidad de vida envidiadas por el resto del mundo.
El juez del Tribunal Supremo y Warren Buffet pueden ser unos buenistas, y también podrían ser unas malas personas, pero en cualquier caso inteligentes. Están por la civilización.
Saben que su vida puede depender de que, si sufren un infarto, les puedan atender con garantías en la red sanitaria pública, sin tener que esperar a que llegue un helicóptero privado a recogerle para llevarle a su superhospital privado.
Saben que, si sus vidas dan un giro para mal, y se arruinan, y no pueden dejarles nada a sus hijos, mejor que tengan garantizadas todas esas cosas que solo se pagan con impuestos.
Saben que, cuanto más se invierta en la salud del planeta, mejor para todos.
La derecha de hoy tiene como bandera la reducción de impuestos. La de los años 50 o 60 del siglo pasado, no tanto. Igual es que los superricos de entontes eran más listos.
Bueno, los superricos y el resto. La alergia a los impuestos afecta hoy a toda la sociedad.
Pero supongamos que todos los madrileños pagamos un impuesto específico para mejorar y abaratar el transporte público.
Incluso quienes jamás van a utilizar el transporte público están interesados: habrá menos congestiones de tráfico cuando saquen sus limusinas. Habrá menos contaminación, menos ruido, menos accidentes.
Habrá quien descubra que ya no le compensa sacar su coche y optará por el transporte público, ahorrando tiempo, dinero y humo.
Y por supuesto habrá una mayoría que tendría que dedicar mucho menos tiempo y dinero en desplazarse.
Supongamos que todos los madrileños pagamos un impuesto para reforzar nuestra Sanidad Pública (no sé si es legal, pero bueno). Solo durante la pandemia, ha habido cientos de miles de madrileños que se han resignado a pagar sanidad privada ante el colapso de la pública.
Y lo mismo la educación, los equipamientos sociales, etc.
Todos estamos interesados en “comprar civilización”. Por eso, para convencer a los superricos de que tienen que pagar más impuestos, igual era bueno que los cuasipobres pidieran que les subieran a ellos mismos los impuestos. Pero no un poquito: un hachazo en condiciones.
Por ejemplo, cobrémosles a los mileuristas un 10% de su sueldo (a ver quién se atreve a ponerlo en su programa electoral…). Pero a cambio: transporte público gratuito, educación realmente gratuita, incluida la universidad, sanidad pública eficaz, guarderías gratuitas… Becas, ayudas al alquiler, precios subvencionados para la energía.
Les podemos pegar un hachazo de hasta un 15%. Y aun así ahorrarían más que antes. Y vivirían mejor.
Una red pública de guarderías gratuitas, además de evitarles quebraderos de cabeza (y de pasta) a millones de familias, y de facilitar la conciliación, no es un “gasto” sin más para el Estado y la sociedad. Los sueldos de cuidadores, logopedas, limpiadores no son “gasto” a fondo perdido. Es dinero que se inyecta en la economía y que favorece el empleo de otros.
A Roosevelt, los impuestos “desorbitados” le sirvieron para vencer a los alemanes y convertirse en la primera potencia mundial. Y sin grandes resistencias de los superricos. Warren Buffet, que anda por los 90 años, dice que los superricos (al menos los listos) de sus tiempos se daban por satisfechos con seguir siendo superricos después de pagar el 90% de impuestos. Seguro que muchos hubieran preferido que fueran menos, pero otros como él se escandalizaban al compararse con la secretaria.
Yo ahí dejo la idea. También digo que no seré yo quien salga con una pancarta a la calle con semejante eslogan… ¡Crujidnos a impuestos! Es que hasta suena mal.
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