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¿Estamos hablando del mismo Lucian Freud?
En 2002, me encontré por casualidad, en el Caixa Forum de Barcelona, con las pinturas de Lucian Freud.
(Creo que a la reconocida historiadora de arte Linda Nochlin, le había pasado lo mismo, ocho años antes, en el MOMA de Nueva York.)
Recuerdo que en ese momento, viendo sus cuadros, experimenté algo parecido a eso que llaman “el síndrome de Stendhal”: De repente todo lo demás desapareció, estábamos, sólo, los cuadros y yo.
Era tan intenso, tan emocionante, tan hermoso…
Me sacudió su fuerza y la de sus retratos y desnudos impactantes y escandalosos. Me fascinó su dominio de los trazos, del color, su valentía, me fascinaron sus encuadres, los modelos y sus miradas, la falta de artificio…
Todo me conmovió y deslumbró, y Freud pasó a ser uno de mis pintores favoritos.
Pero parece ser que a Linda Nochlin le pasó todo lo contrario cuando vio las obras de Lucian Freud.
Ella sintió repugnancia hacia una pintura “mediocre y de mala fe” y, me pareció entender, que la consideraba clasista y a su autor, misógino y voyeur.
(Yo, como otros muchos pintores he retratado a familiares y a modelos, hombres y mujeres, vestidos o desnudos, gordos y flacos… y espero que no sea -voyeur- uno de los adjetivos que me definan.)
Cuando leí que la baronesa Thyssen quería quemar el retrato que Freud hizo de su marido, porque no le gustaba nada, en un primer momento la entendí, porque imaginé que el pintor lo había retratado desnudo… pero no, el barón estaba vestido y Freud lo había pintado como lo que era, un hombre mayor y cansado. Había pintado sin artificios a una persona, no a un personaje.
A la baronesa, a medida que el valor del cuadro iba subiendo, se le iban yendo las ganas de quemarlo y, parece ser que, le iba gustando cada vez más.
(Viendo los enormes retratos de la pareja, sobre todo el de ella, que cuelgan en el hall del museo Thyssen, se entiende que a Carmen Cervera no le gustara nada el de Freud y quisiera quemarlo)
Para la exposición que se acaba de inaugurar en Madrid, a sus organizadores parece ser que no les interesa que se hagan elucubraciones sobre una posible oscura biografía del pintor, o sobre si puede tener visos de realidad lo que la historiadora Linda Nochlin describe como “arte autoritario y patriarcal, con obras salpicada de misoginia y voyerismo”. (Yo, esto, no acabo de verlo, la verdad)
Para dulcificar un poco el tema, dicen los responsables de esta exposición, que esos argumentos “están anticuados” y seguro que también han dulcificado un poco la muestra, no colgando algunos de sus desnudos más crudos.
(Por cierto… ¡Estoy deseando ir a ver la exposición!)
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