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Una de tantas historias de aquella mili

Los tanques en las calles de Valencia la noche del 23 de febrero de 1981.

Antonio Franco García

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Reconozco que la noticia de los mensajes de altos mandos militares jubilados del ejército del Aire pronunciándose a favor de la dictadura franquista y alentando un pronunciamiento militar en nuestro país, acompañado de expresiones de odio y venganza, me han sorprendido. No es que mi ingenuidad llegue a asombrarse de que aún existan en el estamento militar sujetos afines a querer dirigir el Gobierno de España según sus credos políticos. Lo que me ha dejado un tanto desconcertado son las expresiones empleadas abiertamente entre ese grupúsculo de ex altos cargos que hablan abiertamente de fusilamientos y ejecuciones de casi media España.

La revelación del chat de ese grupo de militares retirados me ha retrotraído a mi etapa del Servicio Militar.

Durante mi permiso tras la Jura de Bandera tuvo lugar el asalto al Congreso de los Diputados del Teniente Coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, el 23 de febrero de 1981. Todos sabemos que aquel intento de Golpe de Estado quedó en nada, afortunadamente. Mi destino militar fue en la Región Militar de Valencia y en el acuartelamiento desde donde había partido el destacamento militar de carros de combate que ocupó la ciudad de Valencia durante la noche de aquel día y la madrugada del siguiente.

Una vez incorporado a mi destino percibí que en el cuartel no se hablaba de aquel intento de Golpe de Estado en que habían participado desde suboficiales y oficiales hasta coroneles, a las órdenes del Capitán de la Región Militar, Milán del Bosch.

Durante “la teórica”, algún que otro sargento bromeaba con cierto retintín, dirigiéndose a los andaluces allí presentes, con la idea de que tal vez, aquel año en Córdoba capital no se celebrase la Semana Santa por ser el alcalde de aquella ciudad del Partido Comunista, en referencia a Julio Anguita.

En plena transición democrática, una parte del estamento militar desprendía un claro tufo franquista. La oficialidad más joven, por el contrario, fundó la Unidad Militar Democrática durante el periodo del final del franquismo, con el objetivo de democratizar las Fuerzas Armadas y derrocar la dictadura. Se notaba también en aquel cuartel la presencia de algunos que simpatizan con la UMD en el trato con la tropa.

Hay que tener en cuenta que el papel del ejército durante la dictadura franquista era el de garantizar la supervivencia del régimen, siendo además responsable de garantizar el Orden Público. Además, se hallaba presente en todas las instituciones civiles del Estado. Por contra, nuestra Constitución otorga a las Fuerzas Armadas la misión de garantizar la soberanía e independencia de España, defendiendo el ordenamiento constitucional además de la integridad territorial.

Lo que observamos es que la morralla heredera de las ideas franquistas añora su participación en la política de este país nuestro, pero sin respetar los principios democráticos básicos.

Durante el cumplimiento del Servicio Militar viví una experiencia que venía a demostrar que aquellos viejos militares del acuartelamiento del regimiento de caballería Lusitania número 8, estaban encantados de haber recibido las órdenes de su Capitán General para derrocar al régimen democrático que, por entonces, comenzaba a dar sus primeros pasos. Recuerdo que un buen día (pésimo día expresaría mejor) se me requirió para que me presentara en el despacho del Comandante M. El oficial, que portaba una estrella de ocho puntas, me llamó con el fin de que llevara a cabo durante aquel verano la tarea escolar de su hijo, ya que había suspendido la asignatura de Historia.

El libro de texto de aquel muchacho estaba pintarrajeado con cruces gamadas y yugos y flechas. Ni que decir tiene que el tema sobre los conflictos sociales y el comunismo era toda una proclama de lo que aquel chico sentía.

La sorpresa mayor fue enterarme que otros compañeros le hicieron la tarea correspondiente a las demás asignaturas. Al parecer aquel niñato no había aprobado ninguna. Pero allí estaba su padre, el Comandante M, para subsanar el lamentable curso (era 1º de BUP) de su vástago.

Cuando he recordado este hecho, siempre me he preguntado si habrá por ahí un personaje al que le hicimos las tareas escolares y que, tal vez, haya llegado a Comandante como su padre.

Este pequeño suceso, uno de tantos, venía a demostrar que la casta militar franquista estaba muy presente, no sólo en la forma de pensar, sino también en la de actuar.

Y todavía, al parecer, después del tiempo transcurrido, algunos se empeñan en que “las tareas escolares de sus hijos” se las hagan otros. Metafóricamente hablando, claro.

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