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¿Ineptitud o pereza?
Esta semana la Junta de Castilla y León ha retomado la vacunación del personal docente. Magnífica noticia si no fuese por la inexplicable habilidad de la Consejería de Educación para despreciar y someter a su profesorado. El plan de vacunación de nuestro colectivo, si es que alguna vez ha habido un plan, es demencial.
Castilla y León es la CCAA más extensa de España, con 94.226 km2 distribuidos en 9 provincias. Cada una de ellas ha organizado la vacunación de sus docentes sin coordinación alguna, como si de reinos de taifas se tratase. Si a eso se suma que el porcentaje de interinidad y, por tanto, de movilidad entre provincias es altísimo, las consecuencias eran previsibles para cualquiera menos para las iluminadas mentes de la Consejería de Educación y las Direcciones Provinciales. Docentes que deben desplazarse centenares de kilómetros para vacunarse en la provincia en la que trabajan, aunque residan en otra, como es mi caso. Vivo a 5 minutos a pie del hospital de Soria, donde estos días están vacunando al profesorado que trabaja en la provincia, pero me obligan a desplazarme a la ciudad de Burgos porque trabajo en un instituto de esa provincia: 286 km conduciendo frente a 5 minutos andando. Y he de buscarme un chófer que pueda conducir a la vuelta, por si aparecen los efectos secundarios. Es un caso de los cientos que se están produciendo, en gran medida por retomar el plan de vacunación una vez iniciadas las vacaciones, con las que muchos docentes contaban para citas médicas, exámenes o, simplemente, vuelta a casa. Profesor de Salamanca trabajando en un pueblo de Burgos con un examen en su ciudad, y que deberá volver a Burgos capital para vacunarse (805 km entre idas y vueltas). Solo un ejemplo de las múltiples casuísticas que la Consejería de Educación no tuvo en cuenta y que van a suponer decenas de miles de kilómetros en desplazamientos gratuitos por la falta de previsión de las autoridades educativas.
Muchos ilusos nos hemos colgado del teléfono esta semana para hablar con las Direcciones Provinciales de Educación y solicitar que se nos vacunase en nuestro lugar de residencia. Impotencia absoluta ante la respuesta: no, no y no, “las competencias de cada Dirección Provincial se limitan a los docentes que trabajan en cada provincia”, como si no fuésemos empleados de Castilla y León, sino de cada reino de taifas provincial. Ha sido como darse cabezazos contra un muro, el muro de una administración anquilosada, inflexible, ciega y sorda.
Y lo más grave, sin duda, la sentencia final con la que zanjan las reclamaciones: la vacunación es voluntaria. De cualquier administración se esperaría que fomentase la vacunación, pero en Castilla y León se desincentiva, se dificulta y se carga la responsabilidad de no vacunarse en los docentes. Un argumento perverso y, si me apuran, criminal. Como bióloga y docente he intentado hacer entender a mis alumnos y a mis allegados las ventajas de las vacunas, pero la Consejería de Educación de Castilla y León me pone palos en las ruedas, me obliga a aceptar que la vacunación depende de tu situación geográfica, de tu disponibilidad cualquier día y a cualquier hora, de tus medios para desplazarte (el transporte público entre Soria y el resto de las provincias es una quimera) y tus tragaderas para aceptar sus planes.
Al desaguisado se suma que la segunda dosis de la vacuna se administrará en fechas muy cercanas a las oposiciones para las que miles de interinos llevan preparándose 3 años. Según el vicepresidente Igea no hay ningún problema en que te pongan una vacuna dos días antes de la oposición. Si eres de los desafortunados a los que les produce efectos secundarios (fiebre alta, fatiga extrema…), mala suerte. Me temo que muchos interinos van a verse en el difícil trance de elegir entre vacuna o examen.
Y la guinda: la Consejería de Educación ha organizado este plan sin coordinación alguna con Sanidad. Desde la Gerencia de Salud de Soria me dijeron, literalmente, “Educación nos pidió el hospital, las vacunas y el personal, pero no tenemos conocimiento del proceso y ningún control sobre él”. De hecho, Salud sí mostró comprensión por las situaciones que cientos de docentes estábamos planteando, pero aseguran no poder hacer nada.
Así que la pregunta es obvia, ¿estas administraciones educativas son ineptas o simplemente perezosas? Probablemente, una mezcla de las dos, pero parece estar pesando más la pereza. Pereza para pensar, pereza para prever, para organizar, para escuchar, para rectificar, pereza, en definitiva, para gobernar. Pereza que pagamos los castellanoleoneses con nuestros impuestos.
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