Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

Jano en las fronteras

0

El mundo se ha puesto hoy su máscara de fiesta, esa que huele a confeti y a promesas que caducarán antes que el primer café de la mañana. Celebramos el 1 de enero porque así lo decidió Julio César en el año 47 a. C., decretando que el año no debía empezar con el despertar de las flores en marzo, sino bajo la advocación de Jano: el dios de las dos caras, el patriarca de las entradas que mira, simultáneamente, al pasado que nos devora y al futuro que no termina de llegar. Fue una decisión administrativa en la antigua Roma, un ajuste de cónsules y calendarios para intentar poner orden al caos del tiempo.

Es una convención humana, un invento de la voluntad frente al silencio del cosmos. En Japón, los templos golpean el metal 108 veces para sacudirse el barro del pecado; en Egipto, los ciudadanos se congregan en la mezquita de Muhammad Alí para observar la luna y esperar; y en Brasil, el blanco de los vestidos desafía al mar para que la diosa Iemanjá se lleve las penas. Son ritos hermosos y necesarios: la prueba de que el ser humano busca un sentido para no sucumbir al miedo de su propia libertad. Golpeamos puertas con pan en Irlanda o rompemos platos en Dinamarca porque el silencio del universo pesa demasiado y necesitamos hacer ruido para sentirnos vivos.

Pero mientras nosotros brindamos, hay otros lugares donde el único ruido no es el de las campanas, sino el del acero masticando la tierra.

Donde hay guerra, el destino no tiene dos caras, sino una sola mueca de espanto. El mañana no se planifica: se sobrevive.

En Ucrania, el invierno es un enemigo tan puntual como la artillería. Bajo el cielo de plomo de Kyiv o entre las ruinas del Donbás, el nuevo año no trae promesas, sino la esperanza técnica de que la red eléctrica resista y el techo aguante. El futuro se llama victoria, pero una victoria que ya sabe a ceniza: un día en que los campos de girasoles vuelvan a ser solo flores y no cementerios de blindados.

En África, en las tierras de Sudán, el calendario se detuvo en el espanto. Para el habitante de Jartum, el porvenir es una línea de puntos que conduce al exilio o al hambre. No se espera progreso, sino el derecho elemental a existir sin convertirse en una cifra más. Allí, la luz del sol ilumina la indiferencia de un mundo que ha decidido mirar hacia otro lado.

En Asia, el eco de las bombas en Gaza o el silencio impuesto en Myanmar dibujan un horizonte de alambre de espino. En la Franja, el año nuevo es una unidad de medida de la resistencia. No se sueña con comienzos, se imploran pausas, treguas, el silencio de los drones. Que el niño que hoy juega entre cascotes llegue a ser un hombre ya sería una victoria.

En América, el conflicto no siempre viste uniforme, pero mata con la misma eficacia. En Haití, devorado por la anarquía, el futuro es un callejón sin salida. Se espera que el Estado deje de ser un fantasma y la seguridad algo más que una palabra.

Lo que enseñan el Diwali en la India o los dragones rojos de China es que el ser humano tiene una capacidad obstinada para la esperanza. Es una rebeldía lúcida. Incluso bajo el asedio, hay quien limpia su casa derruida para celebrar que sigue respirando. Esa es la voz del hombre: la que sabe que el universo no nos debe nada y que, precisamente por eso, cada segundo de paz es una victoria contra la nada.

Mientras unos lanzamos muebles viejos en Nápoles o comemos doce uvas, otros solo esperan que el cielo no se desplome sobre sus cabezas. La brecha no es solo económica, es existencial. La libertad, ese peso que a veces nos agobia, es para millones de personas un sueño prohibido.

Empezamos un nuevo ciclo. Hay 108 campanadas sonando en algún lugar del mapa. Que cada golpe de metal nos recuerde que la vida es breve y dura, pero que, mientras quede un gramo de voluntad, seguiremos celebrando el milagro de estar aquí, de pie, mirando al horizonte con la certeza de no haber sido derrotados.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats