Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Puigdemont estira la cuerda pero no rompe con Sánchez
El impacto del cambio de régimen en Siria respaldado por EEUU, Israel y Turquía
OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

Líneas que nos parten en dos

0

Esperaba impaciente su primer día de clase tras el reparador verano en las playas de Almuñécar. Pero cuando la recogí, aquella ilusión desbordante que irradiaba al entrar había tornado en un gesto sombrío, muy perceptible a pesar de la mascarilla de unicornios que estrenaba. No es justo papá, me espetó desbordante de indignación.

Jimena ha empezado este año primaria. Llevábamos semanas previniéndola que este curso no compartiría clase con algunas de sus amigas de infantil. La dirección educativa ha mezclado al alumnado de los dos grupos para potenciar la integración. Harás nuevas amiguitas, y además, siempre podrás jugar en el recreo con María, Maribel, Carla, volví a repetirle, con el ánimo de consolarla mientras pedaleábamos de regreso a casa.

Papá, no te enteras. Atropellándose las palabras, me explicó que han dibujado una línea divisoria que parte el patio del colegio en dos mitades. Cada grupo juega en su mitad y tienen totalmente prohibido cruzar la línea durante el recreo. Jimena puede ver a sus amigas de infantil pero no puede jugar con ellas. Las dichosas burbujas. Siempre me dices que hay que luchar contra las injusticias, me interpeló con la rebeldía primitiva de sus casi seis años.

Me quedo pensando en lo egoísta y excluyente del enfoque adultista que ha gestionado esta crisis. Durante el Gran Encierro nos inundaron los hogares de arcoiris. Cuando salimos, les prohibimos pisar los parques y se conformaron con brincar alrededor de terrazas de bar. Les pusimos mascarillas, también a ellos, y les pedimos que fueran comedidos en los abrazos y que no compartieran juguetes. Aprendieron entonces a acariciar a los abuelos a través de las pantallas, y nunca renunciaron a la camaradería de la tribu a pesar del miedo atmosférico y la incoherencia de nuestro comportamiento.

No entiendo esa línea, me dice furiosa, es muy injusta, como los muros que los hombres-ricos-malos construyen para que las gentes del África no vengan aquí. Yo tampoco lo entiendo, le digo. Porque no es lo mismo, pero se le parece un poco. Me refiero a esas otras líneas invisibles y muros fronterizos que nos separan del Sur. Me refiero al cinismo de la política de visados para configurar un migrante-turista premium. Me refiero a esa Europa fortaleza que cambió el humanismo de la operación Mare Nostrum por la vileza de la gendarmería libanesa.

Hace unas semanas, la UE se comprometió con nuestros vecinos del Mediterráneo a transferir varios miles de millones de euros para la contención de refugiados afganos. Y otros cientos para la ayuda humanitaria de quienes fueron condenados al hambre y al fundamentalismo, atrapados como quedaron, en Afganistán. Retórica de un viejo humanismo apolillado.

La cuestión es que tercerizamos en otros la responsabilidad propia de proteger. Turquía, Marruecos, Libia, democracias, todas ellas, tan ejemplares y comprometidas con los Derechos InHumanos, que a la vuelta de unos años tal vez sean galardonadas, en honor a los servicios prestados, con el premio nobel de la paz, ese mismo que la UE ostenta desde 2012 por la construcción de la paz y la salvaguarda de los valores humanistas. Viktor Orbán, Trump y Netanyahu también amagan con presentar candidatura conjunta.

Casi al mismo tiempo, esos mismos líderes europeos se han decidido a reconocer las responsabilidades por las atrocidades y crímenes de lesa humanidad perpetrados durante el pasado colonial. Francia, Alemania, Bélgica y también el papa Francisco, en nombre de la cristiandad, han pedido perdón a algunos pueblos africanos y latinoamericanos. Aunque tarde e insuficiente, resulta loable que reconozcamos los genocidios del pasado, pero seguimos eludiendo las responsabilidades del presente.

Es difícil imaginar el destino histórico de Europa bajo este tardohumanismo apresado entre la razón neoliberal de las élites y el adormecimiento de su ciudadanía. Con nuestras gentes, acomodaticias unas, atravesadas otras de una angustia existencial monumental como en el monumental grito de Edvard Munch. Con el auge terrorífico de nacionalismos, racismos y otros ismos, perversos e insoportables, que voxmitan nauseabundas coladas de odio en patios de igualdad tan emblemáticos como Chueca. Con lo contestatario de la juventud en un botellón sin mascarillas ni distancias. Con la politización decadente, de muchos otros de nuestros jóvenes iniciados en la escuela de pensamiento crítico de unas cañas libertarias bien tiradas, a la ayuso, como dogma emancipador. Y con otros tantos, quizás no tan jóvenes, practicando la solidaridad desde la frivolidad del Instagram y esas aberrantes fotos en países africanos, con un nosotros en el centro y un los-otros, esos ojos del Sur trágico, como de no-personas cosificadas de un logrado fondo triste para reclamo de unos esos miserables likes.

Porque lo cierto es que la realidad es otra distinta a la que miramos. Las cifras globales de movimientos migratorios no justifican la política de líneas divisorias, alambres de espino y polizontes a sueldo. No debería haber moralidad pública que lo soportara. En 2020, 78,5 millones de personas huyeron de sus hogares como consecuencia de la crisis climática y los conflictos, de los cuales, 26,4 millones eran refugiados. Apenas unos millones residen en el patio occidental. Por el contrario, el 86% fueron acogidos en países vecinos del Sur.

Si gustan, los invito a mirar del otro lado de la línea para conocer la solidaridad sin líneas divisorias de pueblos tan llenos de dignidad como el ugandés. Aunque no tienen un nobel de la paz, tienen mucho que enseñarnos. Como Jimena, que ya ha conseguido franquear la línea divisoria que la separa de sus amigas. Se citan juntas en el baño y allí re-conquistan, por unos minutos, la libertad de jugar sin las ataduras que impone el absurdo mundo adulto.

Y si gustan un ratito más, los acompaño con este clic para recordar de qué hablamos cuando hablamos de proteger a personas. Para no olvidar jamás lo que no se puede olvidar.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats