En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquí. Consulta nuestras normas y recomendaciones para participar.
Llanto por Robe Iniesta
Ha muerto Robe Iniesta. Ese tierno rockero que con sus versos ha acompañado tantos de mis años, desde los más tiernos hemos ido subiendo juntos algunos peldaños.
Unos de mis primeros conciertos “por mi cuenta”, con mi amiga y prima Lucía, fue Extremoduro. Qué mayores nos sentíamos, seguro, yendo solas a un concierto. Extremoduro fue esa fase rockera punk en el instituto, de adolescente, irreverente y puerco, bello a su insultante manera. Guarro, desgarrador, emocionante, agarrándote de donde no te agarraban otros.
Robe siguió por ahí, haciendo incursiones en mi vida de tanto en tanto, intermitente, sin ocupar la primera línea de asalto. Pero ahí estaba. Lanzándome un alarido de vez en cuando. Haciéndome pensar, con su rotunda y desnuda belleza. Tierno y fiero, a veces certero y tirando a matar, otras lleno de rodeos, o de concesiones, o de lamentos.
En el verano del 2021 me reenganché con Robe, le rescaté de las sombras. Me acompañó un verano en Madrid y muchas horas de bici en Berlín en cualquier época del año, en cualquier fase lunar del corazón.
Hace pocos días, en una cena en casa con algunos amigos españoles, sonaba Robe. Me buscó de nuevo para decir adiós. No sé ni cómo me encontró. Yo en la cocina, desprevenida, batiendo huevos mientras las patatas se deshacían en la sartén, en el aceite de oliva. Después de la cena se quedó susurrando de fondo, sin querer acaparar mucho protagonismo. El algoritmo le fue borrando hasta que desapareció. Vaya manera de decir adiós, Robe.
Pero yo no voy a dejar que te vayas así como así. Te vas a quedar conmigo, te guste o no. No nos vamos a sobar ni a revolcar todos los días, pirata, ni vas a acabar en un altar de santos. Pero prometo desempolvarte de tanto en tanto, abrirte la puerta para que entres de puntillas y te vayas dando un portazo.
Y alguna vez se me caerá una lágrima pensando en mí misma mientras te escucho, en cómo has logrado retratarme en tus versos, embalsamar mi pasado y estampar el presente con alguna estrofa. Y me preguntaré desde dónde cantas ahora, en algún lugar que no se ve cuando miras al cielo.
Robe antes. Ahora. Y, en mí, siempre.