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Malas noticias desde el futuro
En 2016, en Estados Unidos, país donde resido desde hace más de una década, las cosas iban razonablemente bien. Tenían problemas estructurales que llevan siglos sin resolver – racismo rampante, falta de acceso a la sanidad, violencia policial, por citar algunos – pero ninguna gran crisis económica de esas que copan titulares y garantizan un inminente cambio de gobierno. Su presidente había llegado tras la incapacidad manifiesta de su predecesor y era inmensamente popular entre sus colegas de otros países, incluidos aquéllos alejados de su posturas. En cualquier caso, aquéllos que aspiraban a llegar al gobierno no proponían ninguna medida concreta para mejorar la vida de la mayoría de sus ciudadanos; sólo una enmienda a la totalidad del inquilino de la Casa Blanca. Había elecciones y era necesario crear una narrativa apocalíptica para movilizar al personal. La falta de rigor de quienes informaban, cuando no directamente la mentira, hizo su trabajo, y conectó con los agravios, reales o percibidos, de un número suficiente de votantes en estados clave. El resultado, a pesar de las sesudas columnas diseccionando las estupideces diarias del candidato de la derecha, aupado por la ultraderecha, lo conocemos todos.
En 2023, en España, las cosas van relativamente bien. Hay problemas estructurales – los salarios siguen siendo bajos, el acceso a la vivienda está fuera de control – pero no hay ninguna gran crisis económica cambia-gobiernos. Su presidente actual llegó a la Moncloa tras la impopularidad (vía corrupción) de su predecesor, y se mantuvo al mando con el apoyo, puntual o permanente, de representantes de un amplio espectro político sin precedentes, que fueron capaces de ir acordando medidas concretas. El jefe de gobierno goza de una buena imagen, ya sea superficial o más profunda, en el exterior - esto es un hecho evidente para los lectores de prensa internacional. Quienes aspiran a llegar al gobierno no proponen medidas específicas que atajarían los problemas mencionados; sólo la derogación total de lo realizado por sus rivales. Hay elecciones y hace falta crear una burbuja de agravios, muchos de ellos imaginados, que movilice al suficiente número de personas en provincias clave para conseguir los escaños necesarios. Leo múltiples editoriales y artículos de opinión desmontando los engaños que el candidato de la derecha, infusionado en las ultraderechas añejas y en las renovadas, propone diariamente. El resultado está por decidir, pero las encuestas auguran susto o muerte.
No citaré lo de que la Historia se repite…, porque está en nuestras manos evitarlo. El pragmatismo, también llamado matemáticas, impone que la revolución y la reforma tienen que coexistir, al menos en el aquí y ahora, de la misma forma que el estancamiento y la involución se entienden entre ellos. El votante bien informado nunca se equivoca. Reitero: el bien informado.
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