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Memoria, poesía, emociones y escuela

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Sube a este tren

Hay paisajes que solo verás una vez

Sube a este tren

Que es probable que no vuelva a pasar

A este tren

Hay paisajes que solo verás una vez

Sube a este tren

Que es probable que no vuelva a pasar.

Rozalén

Dicen que hay trenes que pasan y que solo se pueden coger una vez. Tópico que, tal vez cierto, tal vez no, nos da la oportunidad de mirar en el horizonte el laberinto de raíles que se cruza como un scalextric infantil para embarcarnos en otros trenes.

Hace ya un más año que está pasando un tren de manera continua en el que estamos conociendo diferentes pasajeros con los que intercambiamos palabras y momentos, como el visitante que intercambia con la ciudad los sonidos de su idioma y monumentos o el funambulista que intercambia con el público de un circo movimientos, en forma de acrobacias y aplausos.

Como maestro de escuela, mi primera parada me permitió iniciarme en un arte que la educación había y ha dejado flotando en el polvo del fondo del almacén de la formación de mi país: la poesía. En esa parada estaba mi abuela, de 89 años, que a pesar de que no pudo estudiar por el franquismo, en algún momento tuvo algún maestro/a preocupado y ocupado por la transformación cultural y artística en la cual se asentaba el enfoque educativo de la década de los años treinta.

Desde la paloma de San Cristobalón de Antonio Machado, el molino y el agua que sigue su camino de Antonio Fernández Grilo pasando por las Puertas de Granada en el mundo oriental de José Zorrilla hasta llegar a la enseñanza sobre por qué el leñador no debía talar un pino o por qué había que escuchar el canto de una cigüeñita, de Rafael Alberti, la poesía nos cuenta muchas historias y nos ayudar a ver el mundo.

El tren seguía y avanzaba por paisajes que recuperaban por las ventanas aquellos libros perdidos en las estanterías de la casa: la antología de Miguel Hernández, el Romancero Gitano de Lorca, las rimas de Bécquer o las Orillas del Sar de Rosalía de Castro, cada cual con su elegancia, su estilo y su enseñanza.

Ya en septiembre, resulta que el tren, a lo visto, aunque no estaba nada claro en las pantallas de las estaciones, iba a parar, no se sabía cuánto tiempo, en las escuelas. También dicen que los viajes abren la mente, al igual que los paisajes que nos ofrecen los poetas. Como todo trayecto, uno va guardando cada uno de los posos, pasos y poses del mismo, en este caso de los versos escritos o escuchados, y los va utilizando en sus siguientes caminos.

Llegó el otoño, el invierno, la primavera, el verano… para buscarle algún sentido en el aula a todo lo aprendido con bonitos resultados en el desarrollo emocional y en el aprendizaje de compartir palabras y momentos, siempre jugando con la memoria y la interpretación para que todo sea más divertido, fluido y llamativo.

También es cierto que todo este viaje no podría haber ocurrido sin el valor de la memoria y es ahí donde debemos pararnos a reflexionar.

El siglo XXI y la era de la ¿des?información han repetido una mentira mil veces para hacerla verdad dando lugar al menosprecio social de memorizar y la idea colectiva de su inutilidad, afirmándose que la universalización e inmediatez de la información hacen innecesario el estudio de memoria.

La memoria y la repetición es la precisión que necesita un cardiólogo para arreglar un corazón, un zapatero para arreglar un zapato, un niño o niña para recordar sus responsabilidades o un político para no olvidar que aún existe un conflicto frente a las Islas Canarias.

La memoria como eslabón para unir cada una de las palabras que se encadenan en un verso es una habilidad imprescindible para enlazar emociones, sonrisas y lágrimas, historias y recuerdos de aquellas personas que nos rodean.

Escuelas y maestros/as no pueden dejar la enseñanza memorística en el último cajón del último armario del último aula del colegio. Tampoco la poesía. Última parada.

Va cayendo la tarde

Tranquila y despejada

Estoy en pleno campo

Mi perro me acompaña

Voy a cruzar la vía

Para seguir mi marcha

Me detiene un aviso

De un silbato a distancia

¡Un tren se me acerca!

Avanza, avanza, avanza…

Llega tendido el aire

Su cabellera blanca

Pasa lujoso exprés

Y un rebaño se espanta

Es que el campo se asusta

De la ciudad que pasa.

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