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El político y el científico

Salvador Illa y Fernando Simón en rueda de prensa

Horacio Torvisco Pulido

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En el confuso e inquietante momento en el que estamos inmersos por motivo de la COVID-19 está surgiendo, de forma incipiente aun, un falso dilema a la hora de enfrentarnos a esta pandemia que intenta, de forma absurda y grosera, enfrentar al político y al científico.

A modo de preámbulo es conveniente señalar dos circunstancias importantes para situarse lo más objetivamente posible ante esta realidad. Somos una especie que ha sido capaz de desarrollar un alto nivel de conocimiento especialmente en el campo de la ciencia y la tecnología, que nos ha hecho alcanzar niveles de desarrollo importantes, aunque socialmente de forma desigual, todo hay que decirlo. Algo que ha podido crear en nosotros un espejismo cognitivo que nos hace pensar que el hecho científico y tecnológico nos ha hecho invulnerables ante la naturaleza, pero la realidad una vez más, nos está mostrando nuestra vulnerabilidad, nuestra indigencia y nuestra menesterosidad, precisamente por falta de conocimiento y de previsión.

Este espejismo ha venido jaleado en los últimos tiempos por una desmesurada arrogancia científico técnica, donde están surgiendo ideologías, aparentemente laicas, que ofrecen en su final más utópico/distópico la inmortalidad del humano, quizás la más conocida sea el transhumanismo con todas sus desmesuras y fantasías. Asimismo, hay que asumir que el control de esta pandemia, bien con vacunas o con tratamientos sanitarios eficaces es algo que puede que no esté disponible tan rápido como algunos políticos y medios de comunicación, en un acto irresponsable de frivolidad, nos muestran como algo inminente en contra de sensatas y autorizadas voces de científicos.

El falso dilema referido ya lo apuntaba someramente Max Weber en sus trabajos recogidos en el ensayo “El político y el científico” donde planteaba, que no se puede ser al mismo tiempo hombre de acción y hombre de estudio sin atentar contra la dignidad de uno y otro, identificando al primero con el político y al segundo con el científico, deslindando claramente la función profesional y social de cada uno. En la actualidad y con la COVID-19 por medio parece que se quiere optar por el liderazgo de uno u otro en un dilema, insisto, falso, contraponiendo como elementos antagónicos ambos conocimientos, cuando simplemente lo que son es diferentes, pero con un alto grado de complementariedad.

A mi juicio, el problema actual, aparte de algunas miserias político partidarias que están creando gran desconfianza en la opinión pública pues parece que ponen en primer lugar su prurito partidista y después la salud de las personas, en un acto de absoluta irresponsabilidad, el caso paradigmático por excelencia de esto que digo está ocurriendo en la Comunidad de Madrid, estriba no tanto si la gestión de esta pandemia la debe liderar un político o un científico sino más bien cómo, ambos, el político y el científico, desde el conocimiento y la libertad en la práctica de su trabajo pueden colaborar codo con codo en una visión multidisciplinar que ayude a la solución de este problema de la pandemia. Digo de ejercer sus conocimientos desde la libertad pensando fundamentalmente en el científico.

A lo largo de esta pandemia se está viendo las limitaciones de todos, también de los científicos, primero, en algo totalmente explicable y asumible que entra dentro de lo que es su forma de trabajo habitual en la solución de un problema, mediante el avance por aproximaciones sucesivas o por prueba y error. Sin embargo, hemos presenciado contradicciones entre ellos un tanto preocupantes e injustificables desde el propio estatus científico, dando la penosa imagen de que estaban actuando, más como escuderos del político de turno que de científicos, alejados de lo que se conoce como el método científico y mucho más, de la visión idealista que R. Merton propugnaba para el hecho científico en la ciencia moderna resumido en cuatro principios: Universalismo, comunismo , desinterés y escepticismo organizado. Luego no se trata del falso dilema del político o el científico, sino del trabajo cooperativo entre el político y el científico.

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