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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González
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Saltar sin red

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Abandonar el barco ante el inminente hundimiento del mismo no es en sí nada reprochable. Es la constatación de la imposibilidad de que este siga navegando. Ahora queda el examinar si su piloto hizo lo conveniente para sortear escollos y arrecifes.

Es la historia de un movimiento político social al que se ha querido, desde su andadura, unir su destino al de un líder eliminando la posibilidad, más clásica, pero habiendo hecho sus pruebas a lo largo de la historia del movimiento obrero, de un proyecto colectivo, realmente participativo y con el menor desgaste posible gracias a una dirección colegial.

El proyecto inicial de Podemos siempre fue el proyecto de Pablo Iglesias. Siempre se postergó el contenido ideológico del proyecto Podemos al carisma de un líder que ha jugado a fondo el papel de “ vedette ” en una sociedad hiper mediatizada en la cual saber venderse es el primer paso hacia el éxito. Desgraciadamente ( en este caso ) los parámetros históricos de los movimientos populares no siguen la lógica de la sociedad del espectáculo, consumista, elitista y aniquiladora , en donde todo se vende y todo es fugaz, etéreo y presto para el “ usar y tirar ”.

La responsabilidad de este triste fin de capítulo ( esperemos que no sea el fin definitivo de la historia ) la comparten los actores principales de esta mala comedia; Pablo Iglesias, desde luego. Su responsabilidad recae sobre él como una losa. Suyo ha sido el empeño al querer patrimonializar, personalizar y adueñarse de un movimiento que, por definición, solamente podría salir adelante en tanto que movimiento colectivo asentado sobre una ancha base y no como una pirámide invertida sobre la cual todo su peso recaería sobre él. Pablo Iglesias ha ido, poco a poco, modelando un movimiento a su imagen y semejanza, dejando en el camino todo aquel o aquello que suponía un estorbo par su proyecto. Iglesias ha sabido cultivar, al calor de la mediatización de esta sociedad del espectáculo, su imagen de líder carismático, imprescindible, irremplazable e único. En un primer tiempo ha sabido explotar los medios de comunicación apareciendo como un nuevo mesías destinado a salvar una izquierda en total descomposición erigiéndose en el látigo contra un partido, PSOE, que hacía tiempo había abandonado su historia de partido de izquierdas. Sin embargo, de la misma manera que los medios de comunicación lo encumbraron, paulatinamente lo han ido quemando convirtiéndose en el foco de todas las añagazas, ataques, calumnias y maniobras de una derecha frotándose las manos al ver que era mucho más fácil destruir al individuo que cargarse a un partido estructurado, colectivo y con centros de poder más difusos y mejor repartidos.

Pero Iglesias no porta únicamente la total responsabilidad de esta debacle, en absoluto. La masa militante comparte esta responsabilidad al entregarse en cuerpo y alma al líder supremo. El proyecto político de un partido no puede depender exclusivamente de un líder. Aunque emerjan individualidades de relieve, es absolutamente imposible que un proyecto del calado de querer transformar la sociedad recaiga sobre una sola persona. En este apartado, la responsabilidad de la militancia es tanta como la de su líder. Se ha aceptado marginar a miembros relevantes que estuvieron en los orígenes de Podemos. Se han purgado las instancias de dirección de Podemos y arrinconado, cuando no excluido, a miembros de un colectivo cuyo solo reproche era el de hacer “ sombra ” al líder. De esta manera, paulatinamente, el movimiento Podemos se ha ido convirtiendo en el “ partido- Iglesias ”. El último capítulo de esta sinrazón ha sido el salto sin red de Pablo Iglesias, abandonando la vicepresidencia de un gobierno, lanzándose a la arena movediza de unas elecciones que, por mucha importancia que tuvieran, nunca deberían haberse convertido en un plebiscito de facto ( otro más ) condenando, en caso de derrota, a descabezar un movimiento que, en este momento, se encuentra completamente desorientado y sin saber hacia donde tirar.

Las continuas “purgas ”, conflictos ( la lucha fratricida con Teresa Rodriguez y el afán de controlar desde Madrid el devenir de las diferentes ramas de Podemos ) no son ajenos a lo que está sucediendo en este partido. El afán presidencialista de Iglesias de no permitir que las diferentes tendencias pudieran cohabitar en este movimiento ha lastrado el desarrollo de un proyecto que hubiera podido aglutinar, en el tiempo, gran parte de una izquierda deseosa de convertirse el real alternativa de poder.

El salto sin red de Pablo Iglesias ha constituido el canto del cisne de una concepción elitista, personalista y absolutista del poder en un partido a vocación popular. El no haber querido compartir, formar, desarrollar espacios de poder en su interior sacrificándolo todo al carisma de un líder, deja a Podemos huérfano y con la sombría perspectiva de arrastrarlo en la caída de Iglesias, sin recambio visible y completamente desorientado. Suenan a burla sus declaraciones, después de los resultados en Madrid, diciendo: “... me retiro de la política activa, pues ya no sumo”. Suena a siniestra burla cuando toda su trayectoria en el seno de Podemos ha sido la de un gran disgregador empeñado en eliminar todo aquello que se oponía a su liderazgo.

La pregunta es : sabrá la militancia entender la lección de lo sucedido?

Si Podemos desea seguir en la lucha política es necesario una completa autocrítica por todo lo acontecido. Definir otras bases de actuación. Estructurar un movimiento en base a la idea colectiva de poder interno y no permitir que las individualidades minen el proyecto colectivo y lo alejen de la verdadera vocación de una alternativa de transformación social, que solamente puede llevarse a cabo de manera colectiva sin dejarse llevar por ansias de poder personalistas.

Esperemos que esto sirva de revulsivo y pueda volver a poner sobre los railes un proyecto que nació del deseo de cambio colectivo y ha muerto a causa del desvío presidencialista de un líder.

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