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Volver la vista atrás
No me es fácil abstraerme al impacto que me produjo la lectura de esta inmensa obra del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, considerado por algunos como el heredero de Gabriel García Márquez (toda comparación corre el riego de transformarse en una hipérbole). No obstante, son indudables las fortalezas narrativas que atesora el escritor colombiano que acaba de cumplir sus 50 años y que ya cuenta con un impresionante legado literario que le ha hecho acreedor de innumerables premios y reconocimientos internacionales.
El impacto personal tiene que ver con el material verídico del que se sirve para construir un relato asombroso del periplo del director de cine Sergio Cabrera y de su familia en unos años convulsos, en los que los que los ideales de la izquierda sólo eran posibles mediante las revoluciones y éstas, con un único instrumento: La lucha armada. No había lugar para equidistancia y el compromiso era lo más parecido a la entrada en una secta. De lo contrario, cuesta entender la ausencia de crítica en todo el largo proceso (toda una vida en el caso de Fausto Cabrera y la mitad de la misma en su hijo Sergio) de lo que ocurría en la China de Mao y en la guerrilla colombiana.
Todo hay que decirlo, su compromiso y su lucha no nacen en la convulsa y profundamente desigual Colombia de los 60 del pasado siglo sino en la España de la Guerra Civil y de los ideales republicanos del tío Felipe de Fausto Cabrera. Fue la semilla que arraigó en toda la familia y que tiene su epicentro en la figura y el papel que desarrolló a lo largo de toda su vida uno de los directores de teatro más afamados de Colombia. Actividad que le sirvió de tapadera para desarrollar una intensa actividad clandestina tanto en las filas del Partido Comunista de Colombia, como con los dirigentes de la guerrilla.
El impacto que me produjo su lectura, tiene también que ver con la decisión que toma un padre (Fausto Cabrera) para dejar a sus dos hijos de 16 y 14 años (Sergio y Marianella) en la China de Mao para que se forjen en los ideales revolucionarios maoístas y entren a formar parte de los guardias rojos. De los testimonios aportados por los dos adolescentes, testigos de los privilegios que atesoraban los líderes maoístas y camaradas extranjeros comprometidos con la vía China hacia el socialismo, representado como un microcosmos en el “Hotel de la Amistad”, en contraste con las condiciones de vida del resto de fieles combatientes chinos, permiten al joven Sergio esbozar no críticas, pero si algunas dudas con la doctrina, en cambio, su hermana Marianella se convierte en una fundamentalista del maoísmo. Cualquier comentario que fuese en contra de determinadas actitudes y comportamientos era revisionismo y ella lo denunciaba como tal.
A su vuelta a Colombia (Marianella con 17 y Sergio con 19) se incorporan a la guerrilla, donde sufren sus peores experiencias personales, ninguneados por sus compañeros que los ven como “burgueses” siempre sospechosos, ridiculizados por sus comandantes que minusvaloran sus conocimientos en la lucha de guerrillas maoísta. Pero quizás la más denigrante humillación y agresión es la sufrida por Marianella (no quiero hacer “spoiler”)
El impacto que me produjo, finalmente, su lectura, tiene que ver también con la imposibilidad, por mi parte, de desprenderme de un recuerdo: Tras el verano del año 1967, un compañero mío de clase, de apellido Vargas (no he pedido recuperar su nombre de pila) no se incorporó al último curso del Colegio. Un par de meses más tarde nos llegó la noticia de que se había incorporado a la guerrilla boliviana y al poco tiempo había muerto a manos de los militares. La noticia impactó en el Colegio, entre nosotros sus compañeros, pero se silenció a nivel mediático. No estaba el “horno para bollos”. Gobernaba interinamente Otto Arosamena y Velasco Ibarra aparecía como posible ganador de las elecciones. Tiempos difíciles, tiempos de incertidumbres, tiempos de Guerra Fría. 50 años que marcaron toda una época en América latina y en el mundo.
Es lo que recoge Juan Gabriel Vásquez, en su magnífico libro a través de los testimonios de la familia del director de “La estrategia del caracol, Sergio Cabrera.
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