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Verde, que no populista

Equo concurrirá a las elecciones del 10N con Más País, el partido de Errejón

Alberto Penadés

El espacio político de Más País existe en todas partes, de forma más o menos holgada, dependiendo un poco de lo que permita el sistema electoral, y en casi toda Europa está poblado por algún miembro del Partido Verde Europeo (que no siempre se llama verde). Ese espacio está claramente diferenciado del resto de la izquierda, es un espacio que desborda la categoría “verde”, bastante trasversal dentro de la izquierda, con una afinidad relativa importante hacia ciertos partidos de ámbito regional o subestatal y con una clara tendencia a convertirse en partidos de gobierno, pese a sus raíces en movimientos sociales y a ser partidos de minorías. En realidad, se parece poco o nada a la idea que durante años ha defendido Errejón de trasversalidad y de conquista de la mayoría, y que él mismo ha identificado como populista, pero nadie dice que las derrotas no enseñen. Sobre todo, cuando la lección – que se es una minoría que quiere influir en una sociedad compleja- necesita poco más que un vistazo.

Como los partidos se juntan entre sí de la forma que mejor les parece a ellos, nos facilitan mucho las cosas y limitan los debates bizantinos sobre quién es de verdad qué. El panorama organizativo de la izquierda en Europa es este: Los partidos que los politólogos, sin otro fin que clasificar, llaman de “izquierda radical” se unen entre sí en tres partidos, Ahora el Pueblo (al que pertenece Podemos), el Partido de la Izquierda Europea (IU) e Izquierda Anticapitalista Europea (idem en España). Todos ellos se reúnen en un solo grupo parlamentario en Estrasburgo: Izquierda Unida Europea-Izquierda Verde Nórdica. Los socialdemócratas, como el PSOE, forman el Partido Socialista Europeo. Los partidos nacionalistas y regionalistas que se dicen progresistas forman la Alianza Libre de Europa. Los partidos de tipo “radical” (a sí mismo llamados, esta vez) o liberales progresistas, se sitúan fuera de todo esto y muchos no tienen organización internacional. Y después están los verdes.

El Partido Verde Europeo aúna a la mayoría de los partidos derivados del movimiento ecologista, pero no incluye a algunos que utilizan la etiqueta verde o ecosocialista (como los partidos rojo-verdes nórdicos) y sí a algunos que no se identifican por el color. En al menos cuatro países, el partido miembro del PVE no se llama así; el partido que impulsa Errejón podría ser el quinto. Un caso importante, porque ha gobernado en coalición en 2011-14, es el Partido Socialista Popular de Dinamarca (7,7% del voto en 2019) que es miembro del Partido Verde Europeo desde 2014 (informalmente asociado desde 2004). Otros miembros no identificados con esa etiqueta son “La política puede ser diferente” de Hungría (7,1% del voto en 2018) y dos pequeños partidos en Macedonia y Malta.

Se diría que es un espacio sin barreras muy rígidas. Sería una simplificación decir que ocupan el hueco entre la socialdemocracia y la izquierda más radical: aunque eso puede resumir la posición de algunos de ellos, en realidad, son partidos generalmente muy transversales en el eje tradicional izquierda-derecha, y con una posición dominante que a veces puede ser tan moderada como la de la socialdemocracia o más. Lo que les diferencia son cuestiones de derechos individuales, feminismo, participación democrática y, por supuesto, el medio ambiente. Son también muy mayoritariamente europeístas, aunque algunos siguen divididos sobre eso.

En los bancos de Estrasburgo, el Partido Verde Europeo forma un grupo coligado con la Alianza Libre de Europa. Algunos de los partidos regionales también se sitúan, al menos en parte, en ese espacio verde. En ese grupo parlamentario están Catalunya en Comú (ICV y EQUO son del Partido Verde Europeo), Compromís, que está por doble vía (Bloc Nacionalista Valencià pertenece a la ALE y EQUO al PVE) además de ERC (de la ALE). Esta afinidad en Europa ya apunta en España en el Senado, donde Más Madrid está con los “comunes” y con Compromís. Y, por supuesto, en la búsqueda de aliados.

Los partidos del espacio verde son de tamaño pequeño, pero son partidos de gobierno, al menos en el siglo XXI. Los miembros del Partido Verde Europeo tienen hoy en torno al 9-10% de los escaños (por orden descendente) en Finlandia, Luxemburgo, Alemania y Holanda; en torno al 6-8% en Dinamarca, Suecia, Bélgica y Letonia y el 4-5% en Hungría. En el resto, su representación es menos influyente, aunque siempre tienen mejores resultados en el Parlamento Europeo, en los parlamentos regionales y, en Austria, han ganado la presidencia de la república. Menos en Holanda y en Hungría, en todos los casos mencionados tienen experiencia de participación en el ejecutivo. Teniendo en cuenta que son partidos con una fuerte base en movimientos sociales, de donde provienen casi todos ellos, es una característica notable.

Si podemos juzgar a partir del perfil de los pasados votantes de Más Madrid que ofrece la encuesta postelectoral del CIS (3253) de las elecciones autonómicas de 2019, estos son prácticamente iguales a los de UP en el eje izquierda-derecha (levemente más a la derecha: de media 3 frente a 2.9, y con la misma dispersión) pero se diferencian en cómo esa posición se interpreta cualitativamente, y que hace pensar en una mayor trasversalidad y una identidad de izquierda “clásica” menos rígida.

Más Madrid es el partido con más votantes que se reclaman “progresistas” como su primera identidad, y donde esa identificación genérica predomina claramente sobre la más específica de “socialista” (cerca de 2 a 1), a diferencia de Unidas Podemos, donde están muy a la par y del PSOE, donde la etiqueta “progresista” es minoritaria. En concreto, en MM los identificados como Progresistas y como Socialistas son el 35% y el 18% respectivamente, mientras que en UP son el 26 y el 28% y en el PSOE son el 15,5 y el 41,5%.

Más Madrid es también el partido con más votantes identificados como feministas como apelativo ideológico principal: el 17% (por un 9% de Podemos o un 3% del PSOE). Por último, aunque la etiqueta “ecologista” es muy minoritaria como primera elección entre los votantes de todos los partidos (el 4% de Unidas Podemos es el máximo) sí aparece como segunda opción de muchos votantes de MM: el 25%, algo más incluso que los de UP (21%).

Errejón se ha pasado años intentando convencer a quien le escuchara de que la estrategia populista era la estrategia trasversal adecuada (la llamada Hipótesis Podemos) para reorganizar los ejes de la confrontación política y ganar la mayoría. La experiencia parece demostrar que la trasversalidad que funciona es la de los partidos verdes, no la de una jerga Laclau-Mouffé que es difícil que cale fuera de ciertos conventículos. Los partidos verdes son, de hecho, una de las mejores esperanzas contra el populismo -véase Alemania, véase Austria en las presidenciales- mientras que está más que por ver, digamos, en Francia, qué buen antídoto es insistir en que el populismo puede ser de izquierdas o en que se deba superar esta última categoría. La estrategia verde tampoco se proyecta como mayoría: nace y permanece como opción de avanzadilla en una sociedad plural y desarrollada a la que busca convencer más que conquistar. En el caso de España puede tal vez movilizar o retener en la política a una fracción importante del electorado, y ofrecerles un instrumento para influir en algunas cosas que les importan.

El asunto que hoy puede ser más delicado, desde el punto de vista de la estrategia, es que en España quienes con más éxito -con diferencia- han ocupado el “espacio verde”, entendido en sentido amplio, han sido proyectos políticos en el ámbito de las Comunidades Autónomas, combinados con proyectos regionalistas o nacionalistas. Hay cierta lógica en esto. En ausencia de una espina dorsal dura, como pudo ser la del PCE en su día, tener poder territorial y no tener poder en el ejecutivo central es una fuerza disgregadora bastante potente. Que se lo digan a Iglesias. Pero parece haber también una lógica ideológica o cultural, una complementariedad en la que aparentan estar relativamente cómodos dos familias de partidos que buscan votos en una segunda dimensión, pero dentro del espacio de la izquierda. Y hay también una lógica de políticas públicas: los gobiernos subnacionales (o subestatales, lo que más guste) suelen tener competencias en aquellos asuntos de los que los partidos verdes hacen bandera (a diferencia de la izquierda radical, por ejemplo) por lo que el interés por colaborar con fuerzas políticas de base local tal vez sea especialmente importante. Más País no tiene más remedio que nacer como confederación de partidos locales progresistas y más o menos no alineados.

Si tiene éxito, lo normal es que se convirtiese, a la segunda, en el representante político de mucho de lo que fue transversal en el 15M. Pero que el espacio exista no significa que la organización o el liderazgo lo vaya a ocupar con éxito a corto plazo. El punto de arranque es todavía el de una escisión, y la clorofila viene con bilis. “Verde que te quiero verde,/ verde viento, verdes ramas./ Los dos compadres subieron./ El largo viento dejaba/ en la boca un raro gusto/ de hiel, de menta y de albahaca.” A ver qué viento trae noviembre.

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