Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.
Cuidados, dependencia y comunicación
Actualmente existe la sensación de que ya hemos hablado, escrito y reflexionado demasiado y/o suficiente sobre la dependencia y los cuidados. Son palabras a las que a veces cuesta encontrarles el sentido y que casi pareciera que ya hay que evitar utilizarlas para compensar ese sobreuso. Pero, en mi día a día, encuentro montones de experiencias propias y ajenas que me llevan a pensar que tenemos que seguir en ello. Sí, aún no ha sido suficiente. Debido a los diferentes ritmos, a las distintas generaciones, a veces se repiten las reflexiones y le damos vueltas a lo mismo una y otra vez. Esta realidad no implica que haya que dejar de hablar, escribir y reflexionar sobre ello. No sólo queda mucho camino por delante, sino que ese camino tiene millones de bifurcaciones y recovecos a considerar.
El otro día, hablando con una amiga, me guardé la siguiente idea para saborearla e integrarla más tarde: «Es curioso cómo el poso rancio que trasciende de tener un profundo autoconocimiento y una comunicación asertiva y sincera, es la percepción de que quienes poseemos esas cualidades necesitamos que nos cuiden más que a otras personas. Pero si la otra persona no me comunica lo que necesita y lo que siente, ¿cómo lo voy a saber?, ¿cómo la voy a cuidar?» Que se nos cuide como queremos que se nos cuide es un proceso compartido.
Expresar nuestras emociones, necesidades y deseos es un trabajo enorme de introspección, de inversión de tiempo y dinero en terapia, de análisis y autocrítica, de intentar conocernos más y cambiar aquello que no funciona. Sin embargo, gracias al individualismo, al consumo rápido y al rechazo a lo comunicativo (las mujeres habláis demasiado, sois unas histéricas), en vez ser algo que se valore de nosotres, corremos el peligro de que se vea como un exceso de demandas y como una señal de demasiada dependencia o de dependencia no-deseable.
Caemos en la trampa de que las personas que más y mejor nos comunicamos somos muy dependientes, necesitamos muchos cuidados y, entre líneas porque está feo decirlo, somos un poco pesadas. Como si comunicar no fuera cuidar, como si no tuviera la otra persona responsabilidad en su comunicación y como si no cuidásemos también cuando estamos mal. Como si no fuera dependencia que en una relación una de las partes se comunique más, identifique más, analice más, inicie más conversaciones complicadas. Sin eso, las relaciones no funcionan. Y por eso, hay flujos continuos que van, vienen y se entremezclan para conectar los cuidados, la dependencia y la comunicación.
Somos seres interdependientes, necesitamos unes de otres y ni podemos ni queremos ser solas, así que quizá sería interesante nombrar las formas de relacionarnos que nos hacen daño a la vez que, como otra buena amiga dice, pensamos qué resistencias nos nacen hacia las dependencias propias y ajenas.
Cuidado (valga la redundancia) con qué historias y qué narrativas prevalecen. No somos más dependientes por iniciar conversaciones intensas y difíciles, por expresar qué sentimos o qué necesitamos, y desde luego tampoco por mostrarnos vulnerables, por llorar, o por saber pedir ayuda. De hecho, gracias a todo eso avanzamos, somos más fuertes, más capaces de valorarnos y de identificar lo que sucede. Comunicarse es un acto de resistencia para muches. Iluminar lo oscuro, nombrar, hurgar, es una forma de drenar ese miedo perenne que absorbimos hasta los huesos. Un miedo que tiene que ver con ser silenciades, con que nos hagan daño, con que nos corten el camino. En la oscuridad, en lo críptico, en la falta de comunicación; no podemos orientarnos, es difícil visualizar lo estructural y sentirse segure. Sigamos entonces en este proceso interminable de visibilización, llevemos luz a los lugares recónditos del camino.
Sobre este blog
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