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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Es por Nicaragua

Manifestantes ayer en Managua

June Fernández

Hasta el pasado viernes, este iba a ser un artículo sobre ‘Fama ¡a bailar!’, el concurso televisivo de talentos de danza al que estoy enganchada. Estaba escribiéndolo mentalmente cuando recibí por Facebook un baño de realidad, de la mano de mis amigas nicaragüenses. Ese viernes por la tarde hora española, se hablaba todavía de las tres primeras víctimas mortales en las protestas de jóvenes universitarios que fueron reprimidas por policías, con el apoyo de los grupos de choque de la Juventud Sandinista, que actúan motorizados y armados. Las movilizaciones iniciales respondían a una reforma del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) que afecta a las pensiones, pero pronto supusieron una impugnación más amplia al Gobierno de Daniel Ortega. El Centro Nicaragüense de Derechos Humanos ha confirmado la muerte de 24 personas en las protestas en cinco días, la mayoría chavales menores de 24 años. Un periodista recibió un disparo a la cabeza mientras retransmitía las protestas en directo por Facebook.

Las escenas para no dormir que se han hecho virales incluyen policías disparando al interior de las universidades, el despliegue del ejército en la ciudad de Estelí, los antimotines (antidisturbios) entrando a la Catedral de Managua para quitar los víveres a quienes allí resistían y la denuncia de una mujer a la que los antimotines humillaron obligándola a desnudarse y hacer sentadillas. Según el periódico La Prensa, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) está armando no sólo a sus juventudes sino también a pandilleros, para enfrentarse a los estudiantes y protagonizar los saqueos que utiliza el Gobierno para criminalizar las protestas.

También han ocurrido cosas esperanzadoras: policías que se suman a las protestas en varios municipios, periodistas de medios oficialistas que renuncian o que convocan huelgas, vecindarios que se organizan para no permitir saqueos en los supermercados.policías que se suman a las protestas Ayer ya fueron decenas de miles de personas las que se sumaron a una gran marcha en Managua, convocada inicialmente por el sector privado, y que el movimiento estudiantil autoconvocado secundó con el lema 'Juntos pero revueltos', para expresar su crítica al empresariado. Y, como en todo alzamiento popular, hay una imagen icónica: los derribos de los árboles de la vida, también conocidos como ‘chayolatas’, las estructuras metálicas e iluminadas que Rosario ‘Chayo’ Murillo (vicepresidenta y esposa de Daniel Ortega, dato relevante porque funcionan como dinastía y se habla de “matrimonio presidencial”) impuso como nuevo símbolo patrio y que han supuesto una ingente inversión de dinero público. En la rotonda de Ticuantepe, cerca de la capital, estudiantes han sembrado “árboles llenos de vida”.

Tal vez no os hayáis enterado de todo esto. Tal vez hayáis leído algún titular de soslayo o lo hayáis escuchado en la radio de pasada. Tal vez hayáis pensado: “Bueno, ya se sabe, en esos países…”. Tal vez Nicaragua no os diga nada, o tal vez seáis de los miles de personas que han estado vinculadas a este país, en brigadas internacionalistas, en proyectos de cooperación al desarrollo, o por otros motivos. Además de la agenda setting, nuestras biografías determinan qué noticias de actualidad nos dejan indiferentes y cuáles nos sacuden. A mí ésta me sacude porque viví en Nicaragua, me enamoré de Nicaragua, entre otras cosas por su cultura política, y sigo sintiéndome muy unida a ese pueblo y a sus movimientos sociales.

Así que ya no voy a hablaros del programa de televisión que me tiene enganchada. Voy a intentar que os importe un conflicto con mucha menos audiencia. Entre otras cosas, porque me lo ha pedido mi gente: “El mundo tiene que indignarse por lo que está pasando en Nicaragua”, me dicen. El mundo no se indigna ni por la guerra de Siria ni por el genocidio en Palestina, me temo. Pero desde la impotencia con la que vivo seguir por las frías redes sociales la angustia de mis amistades, contarlo es lo único que puedo hacer para sentirme útil. “Uno de los muertos es mi primo. Fue el Estado”, anuncia N. en su muro. “Estoy muy angustiada porque mi hermano está en las manifestaciones; no le puedo decir que no vaya porque yo iría, pero tengo mucho miedo”, me cuenta I. por whatsapp desde Estados Unidos.

El pasado domingo, el quinto día de protestas, Daniel Ortega anunció que revocaba las reformas del INSS, mientras la última carga de agentes antimotines en la Universidad Politécnica de Managua (Upoli) dejó al menos un universitario muerto y varios heridos. Y mientras tanto el Gobierno criminalizaba la protesta difundiendo imágenes de saqueos que el movimiento autoconvocado condenaba. Pero esto ya no va de una protesta por una medida política que acentuará la desigualdad social y la desprotección a las personas ancianas. Por eso la mayoría de manifestantes no son pensionistas sino estudiantes: este es el estallido de una generación joven que reacciona a la escalada de autoritarismo y de recorte de libertades de los últimos años.

La oposición del movimiento feminista

En 2014, durante el año en el que estuve viviendo en Managua, tuve la oportunidad de participar en el Encuentro Nacional Feminista que reunió a más de 200 activistas en la ciudad norteña de Matagalpa. Escribí una crónica para el periódico Diagonal en la que condensé no sólo el análisis político que hacían las feministas sobre el Gobierno de Daniel Ortega, sino que contaba también las tensiones que dentro del movimiento provocaban las discrepancias en cuanto a cómo denominar a este Gobierno y cómo posicionarse frente a él.

El encuentro en Matagalpa escenificaba la reunificación del movimiento feminista, bajo el nombre Movimiento Amplio de Mujeres, después de que en 2006 se escindiera cuando una corriente decidió pactar con el Movimiento de Renovación Sandinista (MRS), la escisión del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) como forma de unirse a la oposición al partido de Gobierno, y la otra corriente se negó a aliarse con un partido político.

En este encuentro, las integrantes del Movimiento Autónomo de Mujeres (el que apoya al MRS) hablaba abiertamente de dictadura. Las del Movimiento Feminista de Nicaragua reconocían una intensificación del autoritarismo, del control social y de la militarización, de la criminalización de la protesta y denunciaban que Ortega había impulsado una reforma de la Constitución que reducía el margen de actuación de la oposición y permitía la reelección indefinida del líder. Pero se resistían a usar la palabra “dictadura”, con el recuerdo de la dictadura de Somoza, a la que derrocó la revolución sandinista, tan fresca en la memoria. Sus masacres, sus torturas, los cadáveres desaparecidos en cráteres de volcanes.

El 8 de marzo de ese año 2014, la policía impidió por primera vez a las feministas culminar la emblemática marcha del Día Internacional de las Mujeres, para la que tenían autorización. En los años siguientes, la situación se repitió, incluso bajo el argumento de que era una forma de evitar conflictos con la Juventud Sandinista, que se reunía en la rotonda de Metrocentro (donde siempre terminaba la marcha) para increpar a las feministas.

¿Quién compromete la soberanía nacional?

Cuando viajé por primera vez a Nicaragua, en 2012, las feministas podían afirmar sin titubeos que el suyo era el movimiento social más potente y contestatario con el que tenía que lidiar el Gobierno, señalado por penalizar completamente el aborto, por estar presidido por un hombre cuya hijastra le había acusado de haber abusado sexualmente de ella siendo menor de edad, todo ello en un país con un índice de feminicidio alarmante.

Los atropellos de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra el pueblo nicaragüense han activado al tejido social en otros procesos como la oposición a la construcción de un Canal interoceánico que compromete la soberanía del país. Recordemos brevemente: Ortega concedió a un misterioso empresario chino la licencia para construir un Canal que, además de su impacto medioambiental, suponía expropiar al campesinado de sus tierras y desplazar a pueblos originarios del Caribe. Las protestas contra el Canal también fueron entorpecidas y reprimidas en los últimos años por el Gobierno. Una de las lideresas indígenas más visibles, Francisca Ramírez, sobrevivió a un atentado cuando viajaba el pasado viernes a Managua para sumarse a las movilizacionesFrancisca Ramírez, sobrevivió a un atentado . El pasado 13 de abril los antimotines reprimieron también la manifestación autoconvocada por jóvenes para protestar por el incendio en una reserva natural, Indio Maíz. De nuevo, la Juventud Sandinista organizaba una contramanifestación que sirivó al Gobierno como argumento para dispersar la marcha.

El movimiento #OcupaINSS, por su parte, nació en 2013, cuando cientos de jóvenes se echaron a las calles a apoyar a las y los 15.000 ancianos organizados que no iban a cobrar su jubilación debido a una reforma que elevaba la edad y el mínimo de semanas cotizadas. La policía y la Juventud Sandinista respondieron con violencia a las protestas. El papel de las y los estudiantes fue apoyar a “los viejitos” con agua, alimentos y medicinas, pero también dar a conocer su situación mediante una intensa actividad en las redes sociales. Una nueva reforma del INSS que recortaría en un 5% las pensiones, ha sido la mecha que prendió los conflictos de la semana pasada pero, como se subrayaba en la propia cuenta de Twitter de @OcupaINSS, más aún después del balance de muertes, personas heridas, detenciones arbitrarias y difamaciones, “ya no es por el INSS, es por Nicaragua”.

El discurso oficial define a estos movimientos sociales espontáneos como “grupúsculos” que actúan bajo órdenes de los partidos de la oposición y financiados por la CIA, con el objetivo de que Estados Unidos intervenga contra el Gobierno sandinista. En 2016, congresistas estadounidenses intentaron que el Congreso aprobase el llamado ‘Nica act’, un proyecto de ley por el que Estados Unidos supeditaría el acceso de Nicaragua a los préstamos de organismos financieros internacionales a que Daniel Ortega convocase “elecciones libres, justas y transparentes”. Sin embargo, la hipótesis de que los movimientos estudiantiles espontáneos responden a la agenda de los partidos de la oposición o incluso de la Casa Blanca se cae por su propio peso si tenemos en cuenta que el movimiento asociativo se ha activado precisamente en torno a reivindicaciones antiimperialistas y soberanistas, como la oposición al Canal interoceánico (una antigua fantasía de Washington, por cierto, antes de construir el de Panamá).

Los análisis dicotómicos en clave de izquierda-derecha, sandinismo-antisandinismo, socialismo-capitalismo no sirven para explicar lo que está ocurriendo en las calles de Nicaragua. Las protestas muestran algo más complejo y doloroso: el enojo de una generación nacida de la Revolución que se enfrenta a la perversión del sandinismo por parte de unas élites corruptas y antidemocráticas. #OcupaINSS o el movimiento anticanal defienden la justicia social, la soberanía nacional, la redistribución de la riqueza, los derechos de los pueblos. Movimientos sociales que se sienten abandonados por esa izquierda latinoamericana que se resiste a entender que el orteguismo hace años que dejó de ser sandinista. “Ortega, estos jóvenes a los que estás reprimiendo son los que te votaron”, señalaba una participante en el plantón de emigrantes nicaragüenses realizado en Bilbao. “Yo les voté, yo seguía creyendo en ellos”, me decía una conocida que, poco antes de emigrar, era trabajadora del Estado.

Escribe una amiga nica en su muro de FB, junto con un selfi en el que se cubre el rostro con un pañuelo morado:

“Papa. Antier, ayer y hoy me fui a luchar por la Patria. Esa que gracias a vos aprendí a defender. Me dolió mucho verte ahí, sentado en televisión nacional, defendiendo al Opresor que está matando a jóvenes como yo. ¿Qué sentirías si la bala me alcanzara a mí?”

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