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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

“Es como si fuera normal” soportar las violencias digitales

Ilustracion Milton

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“No hay una sola mujer a la que le guste recibir una 'fotopolla' no deseada. Ni una. Acabemos con la violencia digital”. Estas palabras las pronunció Loreto Arenillas, diputada de Más Madrid, el pasado jueves 18 en el Congreso. Lo hacía sosteniendo su móvil con una foto, pixelada por ella misma, de un pene. Había recibido la foto sin su consentimiento. Arenillas quería concienciar así sobre la violencia digital: “Es como si fuera normal quedarnos calladas después de haber recibido un pene, como si fuera un peaje que tenemos que pagar por ser mujeres”, dijo. Y es cierto. Las violencias digitales, lo decimos siempre desde Pikara Magazine, lo único que tienen de digital es el canal. Nos violentan, nos asustan, nos generan malestar.

Así lo concluía el informe hecho por Calala Fondo de Mujeres, en el que colaboramos en 2020, ‘Las violencias machistas en línea hacia activistas’. En 2018 presentamos en el Congreso de los Diputados, junto a la abogada Laia Serra y con la colaboración, de nuevo, de Calala Fondo de Mujeres y Front Line Defenders, un informe jurídico con recomendaciones para atajar este tipo de violencias. Entre esas recomendaciones alertábamos de que el Estado estaba incumpliendo con sus obligaciones internacionales al no monitorizar este tipo de violencias. Solo registrándolas podremos empezar a prevenirlas, sancionarlas y, sobre todo, repararlas y garantizar su no repetición, algo que ya señala el Convenio de Estambul. Tres años después ha habido pocos avances. Lo último que sabemos del informe es que pasó de la Comisión de Peticiones a la Comisión de Igualdad, pero nada más. En enero de 2021 se reformó la Ley 5/2008 de Cataluñny del derecho de las mujeres a erradicar la violencia machista. Entre las modificaciones que se hicieron, se incluyeron las violencias digitales como violencias machistas. Un paso más que, por ahora, parece lejos de darse a escala estatal. 

Ha tenido que ser una víctima de estas violencias, víctima y diputada, quien vuelva a poner el foco en la importancia de enfrentar el problema, y lo hacía con esa frase tan clara: “Es como si fuera normal”. Sin embargo, no lo es, y la frecuencia con la que ocurre alerta de la gravedad del problema. 

Para el informe de Calala sobre las violencias machistas en línea se hicieron 319 encuestas, combinadas con entrevistas en profundidad. De las personas que respondieron, el 88,59% fueron mujeres, el 9,78%, hombres y el resto, personas no binarias. Las encuestadas agredidas se identificaban como mujeres activistas en muchos casos, eran perfiles con visibilidad y alcance. También se identificaban como pertenecientes a grupos o posiciones no hegemónicas, LGTBIQ o relacionadas con la diversidad sexual y de género; así como perfiles racializados, anticoloniales y migrantes. El estudio concluyó que cuanto más variables interseccionaban en el perfil, mayor era el nivel de violencia. Esto da una idea de por dónde van los tiros. 

Los datos que arrojó el estudio no son definitivos, pero pueden dar una idea del fenómeno: el 82,61% de las participantes se habían visto afectadas por violencias digitales. Un 65,71% reconoció haber sido violentada en Twitter, un 73,37%, en Facebok y un 30,04, en Instagram. Un 61,75% denunciaba violencias por mensajería instantánea. Probablemente las cifras de esta última red social hayan subido estos años. Instagram ya no es el paraíso de fotos cuquis que era en 2018. Pero lo que es seguro es que este tipo de violencia no ha ido a menos. Más bien al contrario. Así se intuye del hecho de que mujeres como Cristina Fallarás o Ada Colau hayan decidido dejar Twitter, una red especialmente beligerante -de hecho, en el estudio se señalaba como la red más agresiva, seguida de Facebook y de la mensajería instantánea-. 

Siguiendo con los resultados, en torno al 23% decía que había recibido violencia en una ocasión, y otro tanto, reconocía que se había dado más de una vez. Casi el 15% aseguraba que la violencia era entre ocasional y frecuente. 

Ocasional y frecuente. 

Es decir, hay quien convive con esta violencia, quien ya no lleva la cuenta y no sabe decir si fue una vez, dos o tres. Pero es que “es como si fuera normal”. 

El tipo de agresividad que se da en las redes sociales u otros canales digitales va acompañada de anonimato, de impunidad y despersonalización, según el informe. No se da porque sí. En la mayoría de los casos la violencia llegaba como respuesta a mensajes feministas, a opiniones políticas, a comentarios o denuncias de violencia machista y sexual -sí, todavía hay quien, ante una denuncia de este tipo, decide violentar en vez de enfurecerse-; también, aunque parezca increíble, ante comentarios sobre racismo o, por último y según el informe, era una respuesta por criticar a partidos, personas o entidades que se consideran contrarios a los derechos de las mujeres. 

Ataques vinculados a campañas de la extrema derecha

Mientras se da mucha importancia a una supuesta cultura de la cancelación -ese invento de la misoginia, según el cual, las feministas tendríamos una forma de callar a hombres famosos que no nos gustan, por ejemplo, por ser abusadores sexuales-; mientras vemos cómo las personas supuestamente canceladas siguen dando conciertos, escribiendo en medios y haciendo películas; en redes quienes se ven acosadas y a quienes pretenden callar son, precisamente, a las supuestas censoras. Las agresiones van desde el insulto basado en el binarismo de género o en la asignación de roles de género, hasta la cosificación y sexualización de las mujeres agredidas. También se hace el uso de la amenaza con agresiones sexuales y violaciones -el terror sexual, vaya-, el descrédito o la infantilización de las opiniones. 

Los perfiles de los agresores tampoco están exentos de carga ideológica: en su mayoría, según las personas encuestadas, tenían símbolos nacionales como la bandera de España en el avatar. También aparecían imágenes relacionadas con el mundo del fútbol, hombres musculados, chicas desnudas o insignias militares o vinculadas al mundo bélico. Solo el 22, 38% se identificaron como pertenecientes a alguna comunidad. La mayoría parecían perfiles que actuaban de forma individual, de bajo impacto -con no más de 500 seguidores- y de reciente creación. Este tipo de prácticas, alertaba el informe, concordaban con campañas impulsadas por la extrema derecha, como relacionar a menores migrantes con la violencia sexual. Se observaban otras prácticas como la promoción de contenidos que incluyen la inversión en publicidad de Facebook, por ejemplo, segmentando los contenidos para que lleguen a grupos de determinados perfiles. Como ejemplo, el informe recoge el acoso mediático hacia la organización Infancia Libre, un caso viral con amplias conexiones con la “manosfera”. El término que conjuga los términos en inglés man -hombre- y esfera, hacinedo referencia, según Proyecto Una a “toda esa clasificación informal de directorios web que dan cobijo, más o menos conscientemente, a toda esa serie de hombres que veían amenazados sus privilegios como colectivo”. Algunos ejemplos de estos foros o lugares digitales serían Futaba Channel, 4Chan o, más patrios, Burbuja.info y Forocoches. Pero “es como si fuera normal”, aunque sean ataques relacionados con perfiles concretos e intenciones específicas. 

“Es como si fuera normal”, pero el informe revela que casi la mitad de las agredidas tuvo ansiedad. El 35,87% sintió tristeza y depresión. El 30,43% tuvo miedo. Como consecuencia, la mayoría de ellas decidieron autocensurarse o bajar el perfil en las redes sociales. Es decir, las agresiones consiguieron lo que buscaban: silenciar. 

Esto puede parecer inocuo: habla menos, métete en menos problemas, no te líes. Una versión azucarada del “calladita estás más guapa”. Pero si además de tener en cuenta que el silenciamiento va en contra de la libertad de expresión, derecho básico en una sociedad que se dice democrática y demás; si además de pensar que enriquecer el debate y las opiniones es beneficioso, especialmente cuando estas defienden los derechos de las personas más al margen del sistema; si además de eso -como si fuera poco- tenemos en cuenta que en el 31% de los casos las agresiones se trasladaron al ámbito presencial, deberíamos entender también que poner el foco en las violencias digitales es poner el foco en las violencias. Es evitar que alguna vez, alguna más, sienta que ser violentada en su móvil, en su muro de Facebook, en cualquier canal, “es como si fuera normal”. 

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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

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