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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

Vigilar y castigar: Oltra y las otras

Oltra y las Oltras.

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Una mañana me levantaba viendo en vídeo una entrevista a Maite T. M., la chica de la que abusó Luis Eduardo Ramírez cuando estaba en un centro de acogida de menores en Valencia. Tenía 14 años cuando pasó. En la entrevista ella cuenta su historia, tremenda, y el entrevistador intercala sus declaraciones con las de otro señor que lo que hace es cargar contra Mónica Oltra. De hecho, en el título del mismo vídeo aparece el nombre de la política. Y el del abusador no. Es Luis Eduardo Ramírez, pero para los medios es el exmarido de Mónica Oltra. Ajá. 

Si Oltra fue cómplice, adelante con ella, pero el uso mediático que se está haciendo del caso es parte de una estrategia política reaccionaria clara. En la entrevista, la música de culebrón y las caras circunspectas del que hace de periodista se saltan las pautas de todas las guías sobre cobertura de violencias machistas en las que se pide que estos casos no se traten como sucesos lacrimógenos. Que no se apele al sentimentalismo sino a las dinámicas estructurales. En parte del relato mediático de este caso el problema no es el machismo ni el patriarcado. El problema es Mónica Oltra, que es mala.

Y claro que te creemos, Maite. Eso no quita para que pongamos en duda lo que dicen de Oltra o, al menos, para que señalemos que no nos gusta cómo lo dicen, cómo narran el caso. Nosotras, además, sabemos respetar la presunción de inocencia sin caer en la presunción de falsedad de la víctima. De eso muchos medios tienen que aprender, pero no quieren. Porque nunca nos creen pero ahora sí, porque les viene bien para atacar a su adversaria política. 

El caso es que veía este vídeo y cómo se extendían las críticas a Irene Montero –que siempre pilla– por no haberse pronunciado contra su compañera, y hervía de rabia. No es por casualidad, hiervo porque esto es una estrategia para agotarnos. Si la denuncia no prospera o si la sentencia dice que la acusada es inocente, ya da igual, porque se han llenado titulares y tertulias con la duda. Y si Oltra es culpable irán a por Montero por no haberla defenestrado desde el principio. 

Solo la amenaza de denuncia es ya parte de la estrategia de desgaste, y de esto en Pikara Magazine sabemos un poco. Estas amenazas no solo vienen de la mano de partidos políticos y organizaciones articuladas. A veces, las amenazas vienen por parte de personas particulares que hacen uso de ellas para que no escribamos lo que queremos escribir; o para atacar a quien escribe si no le gusta su orientación sexual; o para evitar que sigamos haciendo activismo feminista. Y el hecho de que personas particulares hagan uso del recurso judicial, aunque solo sea como amenaza, creo que tiene que ver con que la estrategia de judicialización a escala estructural y organizada funciona. Funcionan las demandas por difamación cuando una mujer hace público que ha sido maltratada, funciona querellarse con Ada Colau aunque luego la querella se archive. 

La estrategia podría resumirse, citando el título del libro de Michel Foucault, como vigilar y castigar. En una sociedad en la que imperan la imagen y el relato es sencillo marcar, señalar y hostigar a alguien. La estrategia está calando incluso en los propios movimientos de base, entre supuestas compañeras. No es necesario denunciar judicialmente, basta con la denuncia y el señalamiento en redes y en los espacios de militancia.

De esto tampoco hablo de oídas, lo he visto, lo veo, creo que lo estamos viendo todas. Vigilar y castigar se ha puesto de moda muchas veces. Todo el mundo ha oído historias de vecinos y vecinas que se denunciaban durante el régimen franquista. La policía de balcón durante la pandemia fue otro recordatorio de que el peor policía es el que cada una llevamos dentro. Vigilar y castigar es linchar a alguien a quien consideras tu igual, que puede que hasta viva en tu barrio y comparta tus espacios, poniendo su cara en redes y acusándole de esto o lo otro en vez de acercarte a charlar con ella primero. En vez de discutirlo en asambleas o tomando algo. 

Vigilar y castigar es la estrategia de los misóginos, de la extrema derecha, de los medios de comunicación pagados por esa derecha. Cuando se convierte en la estrategia de los movimientos de base, en la nuestra, deberíamos pararnos a pensar qué estamos haciendo. Y no hablo de mediar en casos de violencia o abusos que se dan en los espacios de izquierdas, sino de azuzar públicamente a quienes en principio están con nosotras, militando por y para lo mismo, porque han dicho o hecho algo mal –o medio mal, o algo que no nos gusta–. Hablo de condenar a esa persona al ostracismo y expulsarla de espacios que consideraba seguros. Hablo de ser incapaces de sentarnos a charlar –entre supuestas compañeras–, de decirnos las opiniones y críticas de una forma constructiva. Hablo de lincharnos entre nosotras, de desgastarnos desde dentro. Como si no tuviéramos bastante con el odio que nos llega de fuera, con las estrategias reaccionarias para acallar a las que queremos hablar, defender y ser lo que nos dé la gana para que todo el mundo sea más libre. 

Miro un poco más Twitter –consultaré con mi psicóloga por qué me gusta flagelarme– y a una tuitera jurista con muchos followers lo que le molesta es que la ministra de Igualdad haga políticas de igualdad y no de industria porque, claro, lo importante es lo material mal entendido –el precio de la gasolina y no los sentimientos–. Qué más da que haya ministerios para todo. Yo quiero que se dediquen todos a lo que yo ponga hoy en Twitter que es relevante porque quiero meterme con otras feministas antes que señalar a cualquier machirulo. Luego entro en Instagram y el mensaje es de un colectivo LGTBIQ+ cercano contra una compañera cercana, con más visibilidad mediática que dicho colectivo, que lucha por los derechos LGTBIQ+. En fin. Gracias, tías. 

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Pikara Magazine es una revista digital que practica un periodismo con enfoque feminista, crítico, transgresor y disfrutón. Abrimos este espacio en eldiario.es para invitar a sus lectoras y lectores a debatir sobre los temas que nos interesan, nos conciernen, nos inquietan.

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