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Off the record: manual de instrucciones

Pablo Iglesias durante una rueda de prensa en el Congreso.

José Precedo

Se convocó como una reunión informal para dar a conocer a sus portavoces de área pero Podemos excluyó de la lista el pasado lunes a seis medios de los que habitualmente siguen sus comparecencias públicas. El País, El Periódico de Cataluña, la cadena SER, Vozpópuli, El Independiente y Ok Diario denunciaron el veto a sus respectivos periodistas, con informaciones y editoriales. La Asociación de la Prensa de Madrid ha sacado un comunicado “para deplorar” las prácticas del partido de Pablo Iglesias que según concluye “se perjudica a sí mismo”. Un periodista de El Mundo, que sí estaba invitado, declinó acudir por solidaridad con sus compañeros ignorados. Quienes sí estuvieron presentes hablan de una reunión anodina de la que no cabe extraer material informativo inflamable.

Podemos alega que no convocó a esos redactores porque se trataba de un “off the record” que requiere de un cierto clima de confianza y que con esos profesionales no lo hay porque en el pasado se saltaron informaciones reservadas. El partido no ha detallado a qué tipo de incumplimientos se refiere. Los medios no invitados tachan su comportamiento de sectario y El País en un editorial ha llegado a compararlo con el que daba Herri Batasuna a la prensa no afín en los años de plomo de ETA.

La polémica, presente en todas las tertulias, ha puesto el foco sobre las reglas del off the record, una práctica muy extendida entre periodistas y fuentes desde el principio de los tiempos, y sobre la confusión que reina en las relaciones entre prensa y política.

Sol Gallego-Díaz, miembro del equipo fundador de EL PAÍS, acumula cuarenta años de oficio a sus espaldas y su mochila profesional carga con exclusivas como la de haber publicado antes que nadie el contenido de la Constitución de 1978. Décadas de tratos con políticos de antes y ahora le permiten subrayar que “el off the record es algo muy serio” y pide no confundirlo “con charletas de portavoces parlamentarios que no quieren ser citados por su nombre”. “Un off the record es una información que te da alguien que se siente amenazado por alguna razón y que no se puede difundir en ningún caso. Sirve para tirar del hilo pero no si no se comprueba por otras fuentes, no se puede publicar bajo ningún concepto. Tiene reglas, debe invocarse al principio de la conversación y no en medio y el periodista debe respetarlo: me atrevería a decir que ni siquiera debe revelarlo a los jefes mientras no consiga confirmarlo por otras vías. Ahora se está dando un uso muy extensivo, al principio era algo que contaba un político a un periodista, no tiene mucho sentido que algo así se plantee en reuniones con 20 redactores. El off the record es algo muy serio, como se puede ver en las reuniones internacionales o cuando una fuente de la OTAN o la UE lo invoca. Lo otro, no. Lo otro son charletas de café que no tienen nada que ver”.

Inma Aguilar es también periodista pero lleva 15 años al otro lado de la barrera. Como experta en comunicación política ha asesorado a dirigentes socialistas como Eduardo Madina o el líder del PSC, José Montilla, y fue jefa de gabinete de Albert Rivera. Está radicalmente en contra de los off the record. Estaba convencida y reforzó su tesis una noche que escuchó a un amigo contar que el entonces presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, había dicho en secreto a un grupo de periodistas que su Gobierno iba a cerrar Telemadrid. “Estoy en contra de que pueda utilizarse ese mecanismo para que te revelen cosas como esas. Y si sucede, entonces es como el secreto de confesión, cuando te cuentan un delito grave o algo que tiene consecuencias muy graves para gente, has de revelarlo. Yo siempre he pedido a los políticos con los que trabajé que las reuniones con periodistas sean para difundir cosas que se pueden publicar”.

Aguilar plantea que a esas citas no oficiales debe invitarse a los medios que siguen la actualidad del partido o del candidato habitualmente, incluidos por supuesto los más críticos. “Normalmente, convocas a la gente que sigue tus actos. Yo nunca he dejado a gente fuera. Cuando alguien no es nada afín o es más crítico, yo soy partidaria de darle más información, y no de apartarlo, pero yo ya digo que soy rara porque utilizo poco el off the record”.

Esta consultora que trabaja con políticos en España y Latinoamérica defiende que “la cultura de la transparencia, de la trazabilidad, que se le pide a los políticos debe exigirse también al periodista”. Por su experiencia no es nada defensora de ese tipo de pactos y alerta sobre “cierto tráfico de ciertas influencias” entre políticos y periodistas: “Yo me peleo mucho con ellos, cuanta menos experiencia tiene el diputado de turno más se deja acariciar por determinados redactores. Cenan con ellos, toman copas. Eso lo he visto sobre todo en Ciudadanos al principio. Creen que les van a convencer, cuando no es así y ni siquiera es recomendable que lo fuese”.

El decálogo de la Federación de Asociaciones de Periodistas (FAPE) reserva apenas tres líneas al off the record. En su cuarto punto recuerda: “Con las mismas excepciones previstas para el secreto profesional, el periodista respetará el off the record cuando haya sido expresamente invocado o se deduzca que tal fue la voluntad del informante”.

La presidenta de la FAPE, Elsa González, recurre a una de las biblias de la profesión, el libro Todos los hombres del presidente, que relata la investigación del Watergate que tumbó al presidente norteamericano Richard Nixon y el papel de Garganta profunda, la fuente más celebre de la historia del periodismo. Se refiere al tipo de off the record al que también aludía Sol Gallego: “En aquella exclusiva del Watergate se vio el papel esencial que puede tener el off the record. No siempre sucede y es el periodista quien calibra si debe aceptar o no el trato que propone la fuente. Puede resultar muy útil para el tratamiento informativo de un determinado asunto pero puede representar también un intento de utilización por parte de la fuente o de empujar al periodista a la autocensura”.

Sobre quien tiene derecho a asistir a esos encuentros informativos oficiosos o a los viajes institucionales invitados por administraciones o partidos, la presidenta de la FAPE sostiene que en principio cada uno es libre de convocar a quien quiera pero cita el ejemplo de la monarquía: “La Casa del Rey convocaba a los medios que habitualmente acudían a los actos. Eran medios que podían calificarse como proclives y tuvo que ir ampliando eso y abrirlo a medios que no cubrían esa información. Estamos en una sociedad diferente donde las exigencias de transparencia son mayores. La línea roja es muy fina pero las instituciones y partidos políticos tienen un deber añadido de transparencia”.

Durante años no solo la Casa Real, también gobiernos y partidos políticos de distintas ideologías han concertado reuniones restringidas con selectos grupos de periodistas e incluso eligieron -y eligen- a los medios y redactores que acompañan a las autoridades en viajes internacionales sufragados con dinero público, sin que estas prácticas hubieran alentado debate alguno. En los distintos códigos deontológicos de la profesión y también en los libros de estilo de diferentes medios está que cuando una organización, ya sea política, empresarial o deportiva, invita a un periodista a un desplazamiento, el dato debería explicársele a la audiencia del medio. Eso manda la teoría: en la práctica rara vez se hace.

Efe, la agencia de noticias pública dependiente de la SEPI, organiza sus propios off the record -entendidos como encuentros informales de dirigentes políticos con periodistas- de forma periódica e invita a participar en esas comidas a representantes de distintos medios de comunicación.

Uno de los últimos se celebró hace unas semanas en la sede de la empresa pública y a el acudieron periodistas de El Mundo, El País, La Sexta y la cadena SER para escuchar a la presidenta de Madrid, Cristina Cifuentes. eldiario.es también ha participado en alguno de esos almuerzos informativos en los que el protagonista departe de forma informal y en un formato menos encorsetado que el de las ruedas de prensa con una serie de informadores.

“Son encuentros que se vienen realizando históricamente desde hace muchos años. El criterio que se sigue es hacerlo rotatorio y que vayan pasando periodistas de todos los medios. Cuando viene alguna personalidad internacional, se invita a los directores de los medios. Son mayoritariamente periodistas de la casa, de Efe, los que van, y además entre cuatro y seis vienen de fuera. Los encuentros están patrocinados, con lo que no cuestan dinero público a la empresa. La norma es que es off the record, que se puede utilizar la información para extraer contexto, pero no publicarla en forma de declaraciones, ni utilizar comillas. Si alguien rompiera el off the record, esa persona no volvería a ser invitada a las comidas de Efe”, señala a eldiario.es una portavoz oficial de la empresa pública. Otras fuentes conocedoras de estas citas apuntan que quien elige a los redactores con los que sentarse es el propio político invitado y no la Agencia Efe.

Un periodista con muchos trienios que habitualmente tiene asiento en esas mesas reservadas y que quizás por eso prefiere no revelar su nombre, sostiene -en línea con Sol Gallego- que el término off the record “se ha abaratado mucho” en los últimos tiempos. “Vemos a políticos que piden apagar la grabadora y que se dedican a contarnos lo buenos que son igual que en la rueda de prensa pero soltando más tacos. Claro que casi es mejor eso que quienes lejos de los micrófonos admiten que no se creen lo que dijeron en la rueda de prensa”, ironiza.

El Colegio de Periodistas de Cataluña, uno de los más activos y que goza de gran reputación en el sector, tampoco ha regulado el uso del off the record. Como institución organiza algunos de esos encuentros entre redactores y fuentes. El último tuvo lugar en Girona hace unas semanas y contó con la presencia del cantautor y diputado Lluis Llach. “Son plazas contadas y la presencia es por orden de inscripción. Ese es el criterio. Hemos celebrado algún otro con el president Carles Puigdemont. Pero no es un formato que acostumbremos a utilizar, preferimos que haya luz y taquígrafos y que las fuentes no cuenten cosas que no se puedan publicar. No es una práctica excesivamente implantada en el colegio”, defiende un portavoz oficial por teléfono.

Isaac González ha dirigido la política de comunicación de imporantes empresas públicas y privadas como Renfe, Soluziona o Pescanova y ahora lo hace en Abanca. Durante los últimas dos décadas ha visto evolucionar la relación de la prensa con poderosos conglomerados económicos. Aparte de algunas prácticas que prefiere callar, él contempla el off the record como “un encuentro para dar contexto a un grupo de periodistas concreto sobre una información que les interesa”. Y defiende que en esas citas debe haber explicaciones técnicas -una de los últimas en los que participó versó sobre los efectos del Brexit en la banca española- pero no para facilitar información reservada que los periodistas luego no pueden publicar. Este dircom con 25 años de bagaje apunta que eso solo sirve para generar frustración o para poner a la prensa sobre la pista.

Cualquier redactor de política con años de experiencia ha tenido ocasión de estar en supuestos off the records de todos los colores, y en los que no siempre había representación de todos los medios. Más allá de la falta de respeto que implica ese tipo de vetos, los no convocados rara vez se pierden información relevante: cuando la convocatoria es nutrida, apenas sirven para impartir doctrina partidista.

En ocasiones un off the record tratan de atajar crisis políticas o de imagen. En Galicia los periodistas que seguían las andanzas del expresidente Manuel Fraga en sus últimos años jamás olvidarán una reunión celebrada durante la campaña de las autonómicas de 2005 en la sede del PP gallego en Santiago. El veterano candidato estaba lanzando desde los mítines improperios de todo tipo contra la ley del matrimonio homosexual impulsada por el entonces presidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero. Lo más suave que había dicho desde el atril es que no quería referirse a ella “para no entrar en sus detalles asquerosos”.

Con el PP desplomándose en las encuestas, se convocó un gabinete de crisis que incluyó un briefing reservado para periodistas que estuvo a la altura de aquellos discursos públicos. Intervinieron los responsables de campaña, un alcalde y un consejero del Gobierno de Fraga, que se esforzaron en desmarcar al partido de los ataques homofóbos de su presidente fundador. Para hacerlo usaron argumentos de este calibre: “El mundo del mariconismo es complejo, uno podría decir que cada familia tiene un homosexual en casa y el PP no va a estar contra eso”. Semejante lectura política no llegó a merecer ni un breve en los periódicos.

Aquellas barbaridades quedaron para siempre sepultadas bajo el mandamiento del deber de secreto que protege todo off the record.

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