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CRÓNICA

Abascal tiene miedo de ahuyentar el voto de los antivacunas

Abascal y Olona en el Congreso en noviembre de 2021.

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El número de declaraciones de Donald Trump en las que ha cuestionado hechos contrastados por la ciencia sobre la pandemia es bastante alto, pero hay un asunto en que no ha dudado. Se trata de las ventajas de la vacunación. Hace unos días, le preguntaron por la dosis de refuerzo de la vacuna. Trump confirmó que la había recibido, pero no se quedó ahí. “He visto a un par de políticos en entrevistas y una de las preguntas era: '¿Se puso la dosis de refuerzo?'. Porque se habían puesto la vacuna. Y respondían en plan oh, oh, cuando la respuesta es sí, pero no quieren decirlo, porque son unos cobardes”.

En España, hay un político que entra dentro de esa categoría descrita por el expresidente de EEUU y es Santiago Abascal. Su negativa a admitir que se ha vacunado, justificada por el derecho a la privacidad, es reveladora tanto por su falta de valor personal en un asunto que cree que le puede perjudicar políticamente como por el apoyo que suscita Vox en una parte de la opinión pública española. Las últimas encuestas indican que el partido que lidera Abascal mantiene su respaldo o incluso podría aumentar sus 52 diputados actuales en las próximas elecciones.

Lo primero que hay que decir es que Vox nunca se ha opuesto a la vacunación. Hace un año, no estaba tan interesado en cuestiones de privacidad personal en relación a la salud. En enero de 2021, hizo una pregunta en el Congreso para saber cuántos miembros del Gobierno se habían vacunado y quiénes eran. Antes, en junio de 2020, había presentado una proposición no de ley para pedir “la imposición obligatoria de la vacunación en menores de 0 a 16 años”, refiriéndose aquí a todas las vacunas, por encima de lo que pudieran opinar sus padres. Dos semanas después, la retiró.

Todo empezó a cambiar cuando su diputada Macarena Olona anunció en julio de 2021 en Twitter que se había vacunado con foto incluida y recibió un torrente de ataques de los antivacunas. Algunos no ocultaban que eran seguidores de Vox y que se sentían muy decepcionados. “Esta foto me rompe el corazón. No me lo esperaba”, dijo una de ellas. Otro mostraba a Olona un pin de la Agenda 2030 como forma de reprocharle que se había rendido a la “agenda globalista” que suele denunciar Vox. El nivel de paranoia de algunas respuestas era muy elevado: “¿Alguien podría asegurar y afirmar con rotundidad que a los políticos les han inyectado vacunas auténticas? ¿Quién puede saberlo? Nadie”.

Vox tomó nota y procedió a resguardar a su líder de cualquier polémica. Un par de meses después, se produjo un conato de guerra civil en la ultraderecha. Federico Jiménez Losantos preguntó en una entrevista a Abascal si se había vacunado. “No voy a contestar a esa pregunta”, fue la respuesta. El periodista le tildó de “irresponsable”. Abascal intentó escaparse de la polémica diciendo que estaba en contra de la vacunación obligatoria, una medida que ningún Gobierno o partido ha solicitado en España por considerarla innecesaria.

Enfurecido por los ataques que recibía en las redes sociales, Jiménez Losantos resumió en días posteriores la influencia de los antivacunas en el partido de Abascal. “Hay una colección de psicópatas que se han puesto a la sombra de Vox, que tienen que echarlos, exterminarlos”, dijo en su programa de radio. “La escoria hay que barrerla, la basura hay que quitarla y a las ratas y a las cucarachas hay que exterminarlas”, dijo con su predilección habitual por los insultos. También se refirió a “la cobardía personal de Abascal”.

Con independencia de cómo se les llame, son también votos a los que Vox no está dispuesto a renunciar. En todos los partidos, los votantes que apoyan la vacunación en España son clara mayoría, también en Vox. Pero el partido de Abascal es el único que en 2021 tuvo un porcentaje significativo de votantes que la rechazaban, en torno al 15%, según el CIS.

El partido se presenta como el enemigo de todo lo que causa rechazo a sus votantes. Apela a los que están en contra del mundo tal y como lo conocemos. Contra una ficticia conspiración de la UE para aumentar el número de inmigrantes. Contra las mujeres que reivindican sus derechos. Contra la ONU y su “agenda globalista”. Contra los que quieren tomar medidas inmediatas para revertir el cambio climático. Contra el Estado autonómico en España. Contra los periodistas, aunque prefieren obviar que varios medios de comunicación les dan una cobertura favorable o al menos no especialmente crítica.

El eslogan “sólo queda Vox” resume esa estrategia. El suyo es un voto de protesta contra todo que sólo es representado por Vox.

También se opone al uso del pasaporte Covid por considerarlo “una salvaje cercenación de derechos y libertades”, en expresión de Olona. La diputada de Vox dijo que sólo existe en países europeos en los que el porcentaje de vacunación “apenas alcanza el 30%-40%”, lo que es falso. Francia e Italia lo han aprobado. En España, trece de las diecisiete comunidades autónomas lo tienen en vigor como requisito para permitir la entrada en locales públicos como bares, restaurantes y cines. Cuentan para ello con el visto bueno de sus tribunales superiores de justicia.

Algunos titulares periodísticos han señalado que el pasaporte Covid no ha servido para detener la sexta ola causada por la variante Ómicron, aunque en realidad ese no podía ser su objetivo, una vez que se supo que los vacunados también podían contagiar. El pasaporte es básicamente un incentivo para convencer a los escépticos de las ventajas de la inmunización, en definitiva, para obligarles a dar ese paso.

Al igual que Vox, partidos de extrema derecha en Alemania, Austria, Bélgica y Holanda han alentado la idea de que la pandemia ha sido empleada por los gobiernos europeos para limitar los derechos individuales. Esa denuncia no le fue muy útil al partido ultra AfD en las elecciones alemanas de septiembre, donde cayó del 12,6% de los votos obtenidos en 2017 al 10,3%. Por el contrario, la radicalización sí le está resultando rentable en los sondeos al partido FPÖ en Austria, que ha doblado su intención de voto en el último año.

Enfrentado a la realidad de que la inmensa mayoría de la población española apoya la vacunación, Vox ha optado por centrarse en denunciar la respuesta legal del Gobierno a la pandemia. El Tribunal Constitucional le concedió un claro triunfo al dictaminar contra la declaración del estado de alarma en marzo de 2020, pero muchos otros recursos del partido en los tribunales han fracasado.

En el terreno simbólico, ha preferido mantener en secreto la vacunación de Abascal. Es una forma de decir a los antivacunas que no son exactamente como ellos, pero que comprenden su posición y que estarían encantados de recibir su apoyo. Lo que diga la ciencia es secundario.

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