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La tensión entre Alberto Garzón y Cayo Lara evidencia la división de IU ante las confluencias y la refundación

Cayo Lara y Alberto Garzón.

Aitor Riveiro

Alberto Garzón ha doblado el brazo a Cayo Lara este sábado. El portavoz parlamentario de IU ha obligado a su coordinador federal a rebajar el tono con respecto a la federación gallega, Esquerda Unida (EU) y su partido hermano en Catalunya, Esquerra Unida i Alternativa (EUiA). ¿Por qué? Porque Lara responsabilizaba a sus tres diputados en las confluencias –Yolanda Díaz (EU); Joan Mena (EUiA) y Fèlix Alonso (EUiA)– de que IU-UP se quede sin grupo en el Congreso.

El informe de Lara dejaba a sus tres diputados de las confluencias en el disparadero y les hacía responsables de las consecuencias del ERE que va a tener que llevar a cabo la organización por quedarse sin los dos millones del buzoneo que habría conseguido con grupo parlamentario.

Lara, de esta manera, situaba a la organización al borde del cisma, no ya con las organizaciones gallega y catalana, sino con aquellos dentro de IU que sí apuestan por la confluencia con Podemos y otras organizaciones; lo que algunos denominan “bloque de cambio”.

El propio Garzón tomó la palabra en cuanto acabó Lara, y le reprochó su informe: “Creo que EU y EUiA tienen que ayudarnos pero nunca jamás al coste de romper las confluencias y hacerle el juego a Ciudadanos. Tienen que ayudarnos por proyecto federal y porque muchos que votaron confluencias querían votarnos a nosotros también, pero nunca al coste de romper las confluencias”.

Llevar los deseos de Lara hasta el final habría supuesto la ruptura en Galicia y Catalunya, expulsiones incluidas, toda vez que Díaz, Mena y Alonso se han inscrito en el grupo Podemos-En Comú-En Marea en virtud de los acuerdos suscritos para la candidatura, que establecían que se intentaría conseguir un grupo propio, cosa que vetaron PP, PSOE y Ciudadanos en el Congreso. En caso de que eso no fuera posible, cosa que ocurrió, se decidiría por mayoría qué hacer: si ir al Mixto o conformar un “grupo plurinacional” con Podemos, lo que al final ha sucedido.

Y si los tres se hubieran saltado los acuerdos firmados con sus candidaturas, se habrían roto las confluencias, algo que dirigentes de IU están defendiendo, si bien no es el caso del sector que encabeza Alberto Garzón.

Diferentes proyectos

La teoría básica del marxismo teoriza la síntesis a través de la dialéctica. IU bebe del marxismo, pero hay asuntos clave del momento político actual en los que no termina de alcanzar la síntesis. Uno es la confluencia y otro es hacia dónde debe caminar la organización. Y quizá en estos dos asuntos la síntesis podría lastrar el liderazgo de Alberto Garzón al no evidenciar la ruptura con la vieja guardia de IU y el PCE.

Del mismo modo que Galicia y Catalunya participaron de los espacios de confluencia desde el principio, la federación del País Valenciá se negó: consideraba que el número cuatro por Valencia era poco. Al final, IU no sacó ningún diputado valenciano, mientras que la coalición Compromís-Podemos-Es el Moment logró cinco por la capital valenciana.

Andalucía fue otro ejemplo: la única federación de IU que no logró confluir en las últimas elecciones con más partidos que los integrantes de la coalición.

Así, el choque se produce entre quienes defienden la permanencia en las confluencias gallega y catalana como espejo para un proceso estatal –para lo cual también harían falta puentes con Podemos, que lo que sí propuso en Galicia, Catalunya y Valencia no lo ofreció para otras comunidades–; como una semilla para “participar del cambio con el resto de actores”; y entre quienes apuestan por lo contrario: salir de las confluencias catalana y gallega porque están demostrando que su referente estatal es más Podemos que IU, y prueba de ello sería la conformación del grupo Podemos-En Comú-En Marea mientras los diputados de IU, Alberto Garzón y Sol Sánchez, se han inscrito en el Mixto.

¿Y hacia dónde quiere ir IU? No hay respuesta clara. Y el papel del PCE, dividido, puede inclinar balanzas, con la sombra de la crisis económica interna agravada por la imposibilidad de haber logrado el grupo parlamentario.

Unos apuestan por enterrar IU en beneficio de un PCE fuerte que busque coaliciones electorales, que no orgánicas, en cada proceso electoral –al modo del PCP portugués, o la CHA en España, que concurre de manera distinta en función de si son elecciones locales, autonómicas, estatales o europeas–. En este sector se identifican relevantes dirigentes comunistas andaluces y valencianos.

Otros, los más afines a Cayo Lara y Gaspar Llamazares (Izquierda Abierta), apuestan por que IU aún tiene valor como marca, y la refundación no debería pasar necesariamente por enterrar unas siglas que ahora cumplen 30 años. Se sienten cómodos con cómo se articuló la federación en el último proceso electoral de la mano de Unidad Popular, salvo por Galicia y Catalunya. Este sector, reticente a Podemos, ya mostró su rechazo al proceso de Ahora Madrid –que acabó con la expulsión temporal de los concejales Mauricio Valiente, Carlos Sánchez Mato y Yolanda Rodríguez– y apoyaron, con Lara a la cabeza y en contra de las resoluciones de los órganos de IU, la candidatura de Raquel López al Ayuntamiento de Madrid. Una vía transaccional de este sector, con el que podría encontrarse parte de la dirección del PCE, sería reemplazar el paraguas de IU sin muchas mudanzas por el UP.

Y está el sector más próximo a Alberto Garzón, que se debate sobre cómo refundar IU para “trascender” la organización y convertirla en “un instrumento útil” con el horizonte del encuentro con Podemos y las confluencias.

La apuesta de Garzón, que ha puesto por escrito esta semana, “parte de asumir que el 15-M y Podemos, entre otros, es un fenómeno social que manifiesta parte de los deseos e inquietudes de las clases populares. Y que, sin embargo, eso no es suficiente para transformar la realidad ni para aspirar a construir un horizonte socialista”. Su apuesta “propugna la construcción de un instrumento de radicalidad democrática, recogiendo las demandas republicanas de los movimientos sociales, y con un proyecto político anticapitalista, herencia del movimiento obrero, porque hunde sus raíces en un riguroso análisis marxista de la realidad socioeconómica. Propugna autonomía política, sin referenciarse en otras fuerzas políticas, pero manifiesta intención de colaboración con otros sujetos, políticos y sociales, y sobre todo pone encima de la mesa la necesidad de reforzar las redes de activistas sociales y la incidencia concreta en la vida de la gente. Es decir, presencia en conflictos sociales. Y la pedagogía como elemento central para el establecimiento de una cultura política compartida”.

Por último, están los que han entienden que Podemos es la herramienta útil en torno a la cual se está refundando ya la izquierda. Algunos de ellos ya han dejado la dirección o han salido de la organización, como la ex responsable de Convergencia, Lara Hernández, o el ex responsaje de Juventud, Carlos Martínez Núñez.

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