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Casado ordena silencio al PP con la sede reformada 'en negro' sin vender

De izquierda a derecha, Pío García Escudero, Pablo Casado, Isabel Díaz Ayuso, José Luis Martínez Almeida y Teodoro García Egea en el balcón de la sede del PP en Génova, 13, el pasado 4 de mayo.

Aitor Riveiro

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Silencio de radio. Ni una sola referencia pública a la tercera sentencia judicial que atestigua que el PP tuvo una caja B durante años que se engrosaba con donaciones en metálico. De ahí salió el dinero para pagar la reforma de la sede nacional del partido, en la madrileña calle de Génova, 13. El PP recurrió a esas donaciones secretas de grandes empresarios para costear la remodelación y acordó con un arquitecto de confianza ahorrarse entre el 8 y el 10% a cambio de pagar una parte al margen de los cauces legales. Los trabajos se prolongaron durante cinco años, entre 2005 y 2010, con Mariano Rajoy al frente de la organización.

“Sobre esa cuestión ya hemos dicho todo lo que teníamos que decir”. Es la única frase que salió de la dirección nacional del PP tras hacerse pública la decisión de la Audiencia Nacional. Ni un tuit o una declaración despistada en alguna radio. Móviles en silencio ante una sentencia que vuelve a confirmar algo que ya era de conocimiento general y que el propio Pablo Casado reconoció poco antes de asumir la presidencia de su partido: “Nos afecta muchísimo, pero yo intento ver el lado positivo”.

La frase la pronunció todavía como vicesecretario de comunicación y en medio de la moción de censura de 2018 que acabó con el Gobierno de Mariano Rajoy. Una iniciativa que Pedro Sánchez ha reivindicado tras esta sentencia, que precipitó el adiós del líder del PP y que propició el congreso extraordinario que aupó a Casado al sillón presidencial de la planta 7 de Génova, 13. Desde entonces, la nueva dirección se ha bregado, con poco o nulo éxito, en apartarse de un pasado marcado a fuego por la corrupción.

El empujón definitivo a esta estrategia llegó el pasado mes de febrero. El PP se estrelló en las elecciones catalanas con apenas tres diputados de los 135 que se sientan en el Parlament. Ciudadanos duplicó a los de Casado. Vox, casi cuadruplicó el resultado, con 11 escaños. El presidente del partido, que en 2019 perdió por dos veces los comicios generales con Pedro Sánchez, vio en una suerte de anuncio de refundación la vía de huida después de ser señalado, a la vez, por los sectores moderado y radical del PP ante los pésimos resultados en Catalunya.

El 16 de febrero, Casado anunció que no iba a volver a hablar de sus predecesores, pese a que José María Aznar fue quien lo acogió, como jefe de su gabinete de expresidente del Gobierno, tras una breve paso por la Asamblea de Madrid; o pese a que fue Mariano Rajoy quien lo ascendió dentro de la dirección nacional del partido al cargo de vicesecretario de Comunicación. Pero para llegar a la cumbre, y mantenerse en ella, es necesario soltar todo el lastre posible. Incluso el de quien, como Esperanza Aguirre, te propició la primera oportunidad seria de hacer política al integrarlo en sus listas en 2007. “Lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción”, le espetó el número dos, Teodoro García Egea, a Aguirre tras inmiscuirse en las cuitas internas por controlar el partido en el que fue su feudo. La exlideresa entendió el mensaje y salió del escenario sin hacer ruido.

Aquel día de febrero Casado hizo otro anuncio: el PP iba a abandonar la histórica sede del partido. La de los grandes éxitos electorales, la del balcón de la primera planta a la que salieron Aznar, Rajoy y el propio Casado, aunque por los triunfos electorales de Isabel Díaz Ayuso. La última, el pasado 4 de mayo.

“No debemos seguir en un edificio cuya reforma se está investigando esta misma semana en los tribunales”, dijo entonces, en referencia al juicio por el que la Audiencia Nacional ha condenado como responsable civil subsidiario al partido. En 2018 dijo justo lo contrario (“lo que nos va a hacer conectar con nuestro electorado no es cambiarnos al edificio de en frente”). Pero la concatenación de fiascos en las urnas, y de éxitos que se apuntaban sus rivales internos, provocó el nuevo giro, en el que también prometió no girar a la derecha.

Ocho meses después la sede sigue en Génova, 13. Y Casado ha recuperado un discurso identitario y derechista para lanzarse a por el votante de Vox. En la dirección del PP han justificado en las últimas semanas que la idea de abandonar el edificio sigue en marcha, pero que no han encontrado aún a dónde ir. Los trabajos de preparación de la convención nacional que concluyó el pasado 3 de octubre han mantenido ocupados a los cargos y trabajadores.

Este mismo mes de octubre el PP anunció que había resuelto el concurso para elegir a la inmobiliaria que gestionara la operación. La elegida fue Colliers, que debe presentar ofertas y números de las diferentes opciones. El partido podría vender Génova, 13 y comprar otro edificio; o mantener la propiedad y alquilarlo. En cualquier caso, la idea de Casado de alejarse de una dirección que estará marcada ya para siempre en la historia política de España no se ha cumplido. De hecho, todavía faltan meses para que se pueda llevar a cabo.

Y mientras ocurre, Génova seguirá siendo escenario del devenir del PP. Este viernes acogerá la reunión del máximo órgano entre congresos del partido en Madrid, la Junta Directiva Regional, con el enfrentamiento entre los de Casado y los de Ayuso otra vez a pleno rendimiento. Si se cumplen los deseos del presidente, la última gran imagen de la sede del PP antes de marcharse será la de ambos compartiendo el triunfo del pasado mes de mayo. Una victoria electoral que marcó el inicio de la guerra entre los antiguos amigos y sus equipos.

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