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La debacle del 4M hace saltar las alarmas en el PSOE, que mira de reojo los movimientos a su izquierda sin Iglesias

La Comisión Ejecutiva Federal del PSOE, reunida este jueves.

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Por si acaso es una antología de pensamientos breves que escribió Ángel Gabilondo en 2014 y en el que uno encuentra una ristra de frases cortas que sirven para detenerse un rato y ver más allá de lo inmediato, que es lo que en definitiva ha empezado a hacer el PSOE tras el hundimiento del socialismo en las elecciones del 4M y pasado el primer shock tras la debacle. Lo inmediato en este caso fue establecer un cortafuegos para intentar blindar a Pedro Sánchez del resultado, sostener que la hecatombe no tenía consecuencias nacionales, lamentar que fallaran los datos de la demoscopia propia, forzar la dimisión del secretario general del PSM, nombrar una gestora en Madrid y precipitar la batalla orgánica por el relevo de Susana Díaz para evitar que un posible adelanto en Andalucía vuelva a arrollar a los socialistas.

Todo después de una tragedia electoral que nadie vio venir y de la que todos intentaron sacudirse las culpas, pese a haberse dejado 13 escaños y 275.000 votos (algunos miles fueron a parar a Ayuso). Fue el propio Sánchez quien 48 horas después, ante la Ejecutiva federal y en un tono más elevado de lo habitual según algunos de los asistentes, reprendió a quienes apuntaron al candidato Ángel Gabilondo como responsable del hundimiento: “La oposición de Ángel en la Asamblea [afirmó] es la que había que hacer en medio de una pandemia y con un Gobierno de España que pedía unidad y consenso. Ha sido candidato porque así lo pidieron los alcaldes”. Sánchez también respondió a quienes cargaron con saña contra el socialismo madrileño, más allá de que admitiera que la federación tiene un problema estructural desde hace lustros y recordase que las apuestas electorales por gente del partido al frente de la candidaturas tampoco funcionaron nunca. “No quiero poner nombres, pero están en la mente de todos”, afirmó en respuesta a varias intervenciones que cuestionaron la permanente búsqueda de “mirlos blancos” para Madrid y en alusión, según interpretaron algunos de los asistentes, a Tomás Gómez y a Antonio Miguel Carmona.

El caso es que la implosión de la federación madrileña junto a la decisión de precipitar las primarias en Andalucía han acabado con la estabilidad orgánica que reinaba en el PSOE desde que Sánchez llegó a la secretaría general y construyó un hiperliderazgo sin contrapesos y sin rastro de deliberación interna. Con su llegada a la secretaría general, el PSOE dejó de ser el PSOE para ser el partido de Sánchez y convertirse después en una especie de sucursal del Gobierno que ha pretendido manejar desde La Moncloa su jefe de Gabinete y consultor, Iván Redondo, con no pocos enfrentamientos con la dirección federal.

Entre salvar al Gobierno o salvar al PSOE tras el tsunami madrileño, Pedro Sánchez ha apostado por el primero, se ha cobrado algunas piezas del socialismo y mantiene intacta su hoja de ruta para agotar la legislatura y no convocar elecciones hasta el segundo semestre de 2023, cuando España asuma la presidencia rotatoria del Consejo Europeo. En su entorno aseguran no obstante que lo de Madrid ha sido un aviso a navegantes y que, de no corregir el rumbo con urgencia, lo que empezó el 4M “puede acabar siendo un desastre para el presidente y para el PSOE”.

El PNV, uno de los principales socios parlamentarios de Sánchez, ya ha avisado, tras el resultado del 4M, de que el Gobierno debería centrarse en “los asuntos prácticos y dejarse de tacticismo”, a pesar de que su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, cree que las elecciones madrileñas tendrán poco o ningún efecto en la gobernabilidad del Estado. Aun así entiende que “para afrontar los problemas reales de la sociedad mediante el diálogo y el acuerdo se debe ir más allá de la política líquida y quien quiera estabilidad y solidez política en el Estado deberá atender con seriedad el diálogo y el acuerdo con vascos y catalanes, que son la asignatura pendiente”. En la misma línea, en ERC creen que, tras el terremoto madrileño, es el momento de profundizar en los acuerdos de izquierdas en el Congreso, pero también de exigir al Gobierno que demuestre su compromiso real en la búsqueda de soluciones para el conflicto soberanista.

La Moncloa se debate ahora entre desempolvar la carpeta catalana que incluso en el PSOE temen que profundice el desgaste del Gobierno o afrontar un nuevo rumbo desde la centralidad política que hasta ahora le había impedido, en opinión de varios ministros, la presencia de Iglesias en el Gobierno.

¿Hay preocupación? “Claro. Una cosa son las lecturas públicas y la impostada autocomplacencia y otra, el análisis sosegado de los datos. Y, aunque en el corto no parece que lo ocurrido vaya a afectar al Gobierno, hay un hecho incontestable y es que el PP ya se ha comido a Ciudadanos, lo que supone que de facto Pablo Casado se situará en el mismo 28% de voto que obtuvo el PSOE en las últimas generales”, asegura un dirigente del PSOE, para quien la situación obliga, además de “a una cura de humildad, a dar un nuevo impulso con el que recuperar la iniciativa política y reforzar las alianzas parlamentarias”.

Ni el poder es eterno ni Sánchez es incombustible, pese a su conocida capacidad de resistencia, y en el PSOE no ocultan cierta inquietud tanto por la derrota del pasado martes como por el hecho de que Más Madrid haya arrebatado el liderazgo de la oposición al socialismo tras situarse en la segunda posición del tablero madrileño. “Que haya ocurrido en Madrid es una señal [alerta un ministro] que nos obliga a no bajar la guardia y a estar muy atentos a los movimientos de Íñigo Errejón en el conjunto de España”.

Y es que el que fuera número dos de Pablo Iglesias está dispuesto a aprovechar el inesperado ascenso de Mónica García como trampolín para relanzar Más País y ya ha comenzado a buscar alianzas en otros territorios. Con el impulso a Más Madrid, la retirada de la política de Pablo Iglesias y el derrumbe madrileño del PSOE, su objetivo pasa por la construcción de un proyecto al estilo del de los ecologistas alemanes, que han sabido refundar la izquierda con un discurso que gira en torno al cambio climático, la libertad personal y una nueva política económica. Su lema: “Respetar y proteger. El cambio crea estabilidad”.

Esta circunstancia, unida a la incógnita de que la vicepresidenta tercera del Gobierno, Yolanda Díaz, no haya decidido aún si encabezará o no la lista de Unidas Podemos en las próximas generales y el liderazgo de la coalición, hace que el PSOE observe de reojo los movimientos que puedan darse a su izquierda ya sin Pablo Iglesias, retirado de la escena y con todas las miradas puestas en ese espectro ideológico en la ministra de Trabajo y en Íñigo Errejón.

En Ferraz sostienen que, tras la victoria del 14F en Catalunya, nunca pensaron que tendrían 20 años de Gobierno por delante, ni ahora creen que lo de Madrid haya sido un episodio sin trascendencia. “Somos muy conscientes del traspiés [aseguran fuentes de la dirección federal] y de que, desde el Gobierno, hay que intentar retomar la iniciativa con un nuevo impulso político” para frenar el entusiasmo en el que se ha instalado un PP que ya habla de cambio de ciclo en España.

En La Moncloa esgrimen que en los próximos meses tendrán 140.000 millones de euros en la cartera de los fondos europeos (70.000 son ayudas directas) para la reconstrucción económica del país y un ritmo notable de vacunación contra el COVID-19 que cambiará el estado de ánimo de una sociedad que, en los últimos tiempos, “ha visto al Gobierno como a un aguafiestas mientras Ayuso era la anfitriona perfecta”. Y añaden que con la salida de Pablo Iglesias del Ejecutivo se han acabado “las polémicas estériles libradas en los medios de comunicación” entre socios de la coalición que, sin duda, han pasado factura al Gobierno de Sánchez. Todo ello con una profunda renovación de las estructuras y liderazgos territoriales del partido en Madrid, Andalucía, Galicia y algún otro territorio más, lo que para algunos hará que “vuelva a latir el corazón del PSOE” y para otros, situará el debate en el plano orgánico y en las batallas internas, algo que ha hecho pagar a los socialistas siempre un alto precio en las urnas.

De momento, las primarias andaluzas del próximo mes de junio supondrán una dosis de recuerdo de lo que fueron los momentos más tensos para el PSOE, pero también la batalla final entre Susana Díaz y Pedro Sánchez, que, aunque no compite, lleva meses diseñando el relevo de quien fue su más furibunda crítica antes de que llegara a la presidencia del Gobierno, y pese a que fuera ella quien le llevara en volandas hasta la secretaría general en 2014. “Este chico no vale, pero nos vale”, la frase con la que convenció a Zapatero, Tomás Gómez y Ximo Puig en un hotel de las afueras de Madrid para que todo el poder orgánico del PSOE apoyara a Sánchez frente a Eduardo Madina, la perseguirá de por vida.

Por si acaso, que diría Gabilondo, creerse el mejor es la antesala de no serlo. O la puerta. Y esto vale para la batalla final entre Sánchez y Díaz y para un Gobierno parece que dispuesto a pulsar el botón del “reset”, tras el inequívoco aviso de los madrileños al “sanchismo”.

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