Edmundo Bal, un rockero sin banda en la campaña de Madrid
Bal en moto; Bal a la batería; Bal corriendo por las calles de Madrid como Isabel Díaz Ayuso; Bal contando lo buen estudiante que era, Bal en su asiento del Wanda Metropolitano como aficionado del Atlético de Madrid o explicando cuáles son sus grupos y películas favoritas... Fue uno de los últimos en llegar a Ciudadanos, de la mano de Albert Rivera que lo reclutó como el símbolo de la mano dura contra el independetismo porque como abogado del Estado fue apartado tras empeñarse en acusar a los presos del procés por rebelión, una tesis que finalmente descartó la sentencia del Supremo que condenó a los líderes catalanes por sedición. Y de él depende ahora prácticamente la supervivencia del partido. Recién aterrizado en la política autonómica, Edmundo Bal (Huelva en 1967) ha logrado hacerse un hueco en la campaña más complicada para Ciudadanos de la que solo queda por saber si el próximo martes consigue tener representación en la Asamblea de Madrid.
El portavoz en el Congreso y fiel escudero de Arrimadas, a la que han abandonado otros miembros de la dirección de Albert Rivera, se vio embarcado en esta aventura casi contra su voluntad, pero se ha implicado para salvar los muebles a Arrimadas. “Soy consciente del reto que esto supone y sé lo que voy a tener que trabajar, pero me encantan los retos, si no no estaría aquí”. “Podía haberme quedado en mi zona de confort, pero cuando me pide esto Nacho doy un paso adelante”, dijo Bal el día de su anuncio junto a su predecesor. Ahora, como antes lo hacían con Ignacio Aguado, los simpatizantes de Ciudadanos corean “¡Edmundo, Edmundo, Edmundo!” cuando es presentado por Begoña Villacís, convertida en su telonera en la mayoría de los actos que protagoniza. Aunque le costó aceptar el reto, después de todas estas semanas de aquí para allá se deja querer. Y como si fuera una estrella de rock sube con agilidad al escenario, entre aplausos, y lanza su discurso moviéndose de un lado a otro de la tarima naranja dónde ultimamente se desenvuelve con soltura.
Edmundo Bal ejerce de moderno: chupa de cuero y pantalones pitillo. Se presentó en el debate de Telemadrid con su Harley Davidson y ha llegado a tocar la batería con una gorra con la visera del revés en el cierre de campaña de las catalanas, que tuvieron un resultado funesto para el partido.
En estas largas semanas Bal lleva recorridos cientos de kilómetros por toda la comunidad de Madrid con una frenética agenda de actos que en el sprint final de la cita autonómica ha tenido que multiplicar para conjurar los malos pronósticos que les siguen dando machaconamente casi todas las encuestas. Era el menos conocido de los líderes y su partido lo presentó con un eslógan que asombró a muchos: 'Madrileños por Edmundo'.
Para los desplazamientos el partido ha fletado un autobús de campaña -el Edmundobus- en el que se desplaza con los miembros de su equipo, su jefa de prensa, Elsa Tadea, dos asesoras, Andrea Martínez y Pilar Real, y su fotógrafa, Eugenia Morago, que siempre andan cerca de él. La dirección nacional decidió que el exportavoz en la Asamblea de Madrid y secretario de organización de Ciudadanos en Madrid, César Zafra, fuera el coordinador de la campaña, aunque detrás de él están miembros de la propia dirección nacional que es en realidad la que controla la estrategia de todo lo que hace Bal. Él aporta su personalidad y parece sentirse cómodo bajo los focos.
Quien fuera jefe de la sección Penal de la Abogacía del Estado con éxitos notables en la persecución del fraude fiscal de futbolistas y celebridades, no ha parado estas semanas de hacer propuestas por si gobiernan, algunas de ellas tan llamativas como desgravaciones en el impuesto de la renta para quien invierta en seguros privados de salud.
Bal, que se mostró implacable en el juicio de la Gürtel contra el PP, pide ahora el apoyo para gobernar con Isabel Díaz Ayuso y evitar así que se apoye en la extrema derecha. Pero a la vez alega que los cordones sanitarios contra la formación de Abascal no le parecen democráticos, olvidando que hace dos años no levantó la voz contra el que impuso Rivera a Sánchez y al propio Gabilondo en Madrid. Las encuestas dicen que la pelea de Ciudadanos por entrar en la Asamblea de Madrid puede darse por la derecha, que es donde están la mayoría de escaños, y Bal, que sostiene en todos sus actos que “ni rojos ni azules”, se ha apuntado a esa ecuación si consigue mantener a su partido en el parlamento regional.
El candidato ha acudido cada día a los municipios y a los barrios madrileños con alguno de los principales integrantes de su lista a los que prácticamente no conocía antes de que desembarcaran en su candidatura. Todos tienen experiencia en la Asamblea de Madrid, aunque no formaron parte del Gobierno de coalición: desde Esther Ruiz, que va de número dos, a Juan Trinidad, que ha ocupado la presidencia del Parlamento regional, además de Ana Isabel García; Araceli Gómez; José María Antón; Miguel Díaz y Tomás Marcos, que van en los 8 primeros puestos. Pese a no incluir a Aguado ni a ninguno de los que fueron consejeros en la lista, el plan de Ciudadanos es reclamar apoyo para reeditar ese gobierno, sin importarles que ya ni la propia Díaz Ayuso lo defiende. Como Arrimadas, Bal atribuye “el milagro económico” y “el éxito de Madrid” a la consejería de Economía que gestionaba Manuel Giménez. Pero cuando se le pregunta por qué el autor de aquel milagro no va con él, el candidato responde: “En 2019 tampoco iba”.
De toda esa joven generación que ha estado en la primera línea y que ha pasado inesperadamente a una 'jubilación' anticipada, el que más llama la atención es Aguado. El líder madrileño de Ciudadanos se había mantenido al margen de la campaña asistiendo a algunos actos como simple espectador. Pero la semana pasada acompañó a Bal en el mitin central, junto a Villacís y Arrimadas, y se 'desmelenó'. Mientras Bal contemporizaba con Ayuso y le decía, “Isabel, vamos a gobernar juntos, nos vamos a llevar bien. Vamos a hacer el mejor gobierno posible para todos los madrileños”, el exvicepresidente de su Gobierno le espetaba: “Ahora nos dices que elijamos comunismo o libertad. Isabel, ¡pero si Madrid ya era libre antes de que reventaras el Gobierno!”, y añadía después: “Otra cosa es que ella quiera ser libre para pactar con Vox, colonizar Telemadrid o ser aforada”, una insinuación que algunos interpretaron como una alusión a las conclusiones de la Comisión de Investigacion de la Asamblea sobre la gestión en Avalmadrid certificando que hubo “irregularidades” en el préstamo que la entidad concedió en 2011 a MC Infortécnica, la empresa del padre de de la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Una campaña en la que quiere diferenciarse de los demás rivales
El candidato de Ciudadanos ha querido todas estas semanas diferenciarse de sus rivales y se ha presentado como “el único” que no está dipuesto a “crispar”- En uno de sus últimos actos ha llegado a decir que él nos es “un político”, que es simplemente Bal. En la última semana, y tras el accidentado debate de la Cadena Ser, donde fue el único que se quedó en la silla intentando debatir con la candidata de Vox, Rocío Monasterio, invitó al resto de sus rivales a firmar un 'Manifiesto por la Concordia' para condenar todo tipo de violencia y los ataques y amenazas por carta que han sufrido algunos de ellos, así como varios ministros y líderes politicos, como Zapatero. No lo consiguió. Una gran lona desplegada el viernes en Madrid insistía en la idea: “el Madrid de los insultos” frente al “de la concordia” que “defiende Ciudadanos”.
En el partido explotan la imagen del Bal buen estudiante, pero 'enrollado y marchoso'. En uno de los vídeos promocionales el candidato cuenta que “nunca, nunca” se perdió una clase, que sacó sus oposiciones -de las más complicadas para acceder uno de los cuerpos de élite de la admnistración- a base de codos y de mucho sacrifico personal. Pero cuando llegaba el viernes por la noche, como cualquier otro joven, se iba de “marcha” por Madrid, presumiendo de conocer todos “los garitos” de moda de entonces. Cosas de juventud porque la imagen que venden ahora es la de Bal deportista, que sigue en forma, como se ve en el vídeo de lanzamiento de la campaña en la que se lanzó a correr por Madrid, como Ayuso. Sin embargo, ambos buscan metas distintas: ella, la presidencia, y él, no desaparecer de la Asamblea regional.
También han desvelado sus gustos musicales, su superhéroe favorito, que tipo de series y libros prefiere o cuáles son las películas que más le gustan.
Si el 4 de mayo Bal logra sobrepasar ese umbral mínimo del 5% de apoyo, la posibilidad de que se quede al frente del grupo parlamentario en la Cámara regional es todavía un misterio. Fuentes del partido dan por hecho que su idea es dejar la portavocía en manos de Zafra y continuar en el Congreso, en donde se encuentra más a gusto y considera que será más necesario que nunca si fracasan en Madrid y no reeditan gobierno.
Finalizada la campaña, lo único que lamentan ya en el partido es que Bal no haya tenido la oportunidad de participar en los dos debates que estaban programados y se suspendieron después del espectáculo que, a juicio de los demás candidatos, dio Rocío Monasterio en el de la Cadena Ser. Sus compañeros creen que “le habrían favorecido” porque “fue el único que hizo propuestas y huyó del enfrentamiento personal”.
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