La guerra fría entre Sánchez y Casado se mantiene pese a la crisis de Ucrania
Ni los tambores de guerra logran que se produzca un acercamiento entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. La llamada del líder de la oposición al presidente del Gobierno para trasladarle el apoyo del PP a “las actuaciones de España dentro de la UE y la OTAN”, en el marco del conflicto por Ucrania, no ha tenido más consecuencias que ganar la batalla del relato. “El líder de la oposición está a la altura de las circunstancias. Lo extraño es que Sánchez no hubiera llamado a Casado”, dijo el portavoz del PP, José Luis Martínez-Almeida, tras la conversación de su jefe de filas y el mandatario socialista. Moncloa no desaprovechó la oportunidad para pedirle que no dañe la imagen de España por los fondos europeos y con la abstención en la reforma laboral que cuenta con el aval de patronal y sindicatos.
El “momento crítico” que atraviesan los aliados por la amenaza de intervención de Rusia sobre Ucrania, tal y como lo definió Sánchez, no mereció más que 25 minutos de conversación entre el presidente y el líder del PP. “Le ha reiterado todo el apoyo del PP para ejercer sus obligaciones en el marco de la OTAN”, afirmó el comunicado de Génova. “El presidente del Gobierno ha agradecido a Pablo Casado el apoyo del Partido Popular y ha explicado que la posición del Gobierno se basa en garantizar el principio de legalidad internacional, que pasa por respetar la integridad territorial de las naciones, como es el caso de Ucrania”, rezaba el texto de Moncloa: “La prioridad pasa por la disuasión y la desescalada a través de la diplomacia”.
La maniobra del PP se produjo después de la negativa de Moncloa a que Sánchez se pusiera en contacto con Casado, como reclamaban los conservadores, y dejara las explicaciones a los grupos en manos del ministro de Exteriores, José Manuel Albares. “Si el señor Casado quisiera hablar con el presidente del Gobierno, no tiene nada más que llamar, levantar el teléfono o poner un mensaje. No hay ningún inconveniente”, expresó la portavoz, Isabel Rodríguez, en una entrevista en TVE. Génova tomó entonces la iniciativa. La intención del Gobierno es que la información sobre la situación en Ucrania la siga manejando el jefe de la diplomacia y que el presidente intervenga solo “si las circunstancias lo hicieran necesario”.
La jugada del PP forzó, además, al presidente a pronunciarse dado que se produjo un rato antes de que compareciera ante los periodistas en Moncloa junto a la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin. Casado le pidió que rinda cuentas en el Congreso, pero no es una opción que maneje por ahora Sánchez. “Conforme vaya avanzando la crisis lógicamente estaré abierto a comparecer cuando corresponda”, se limitó a contestar Sánchez, a quien el líder del PP exigió “unidad de acción dentro del Gobierno” ante las discrepancias que ha mostrado Unidas Podemos respecto a la gestión que ha hecho el ala socialista de la amenaza rusa. “Es importante que desde el Gobierno y desde la política se dé ese mensaje de unidad que estamos dando”, afirmó el socialista, que obvió las diferencias de la coalición.
Los 25 minutos de charla sirvieron para constatar de nuevo la irreconciliable relación entre Sánchez y Casado tres años después de su primer encuentro en Moncloa tras el nombramiento del sucesor de Mariano Rajoy al frente del PP. El contacto entre el presidente y el líder de la oposición es prácticamente inexistente, y la desconfianza y falta de sintonía entre ambos es la nota dominante. Los reproches por Ucrania lanzados por el PP a Sánchez contrastan con el respaldo que han brindado los de Casado a la ministra de Defensa, Margarita Robles.
La última conversación entre ambos, más allá de un intercambio de mensajes en diciembre por el positivo en coronavirus de Casado, se produjo en mayo del pasado año también a instancias del líder del PP, que telefoneó al presidente ante la crisis desatada con Marruecos que supuso la entrada masiva de unas 10.000 personas en Ceuta. La mano tendida del jefe de la oposición duró poco: apenas 48 horas después culpó a Sánchez de esa crisis y le exigió expulsar a Unidas Podemos del Gobierno si quería su “lealtad”.
Entre las dos llamadas se produjo uno de los pocos acercamientos de toda la legislatura: la renovación de algunos órganos constitucionales tras varios intentos en balde. Tras el fiasco en noviembre de 2018 después de que un mensaje del entonces portavoz conservador en el Senado, Ignacio Cosidó, volara por los aires el acuerdo para renovar el Poder Judicial, Sánchez y Casado abordaron el asunto en una reunión en septiembre de 2020 y en sendas llamadas telefónicas en diciembre de ese año y en febrero del siguiente, tras las elecciones catalanas. Pero no fue hasta otoño cuando se produjo el pacto para renovar algunas instituciones, como el Tribunal Constitucional o el Defensor del Pueblo, entre otras, aunque el Poder Judicial quedó fuera y amenaza con seguir en funciones sine die por la negativa del PP a renovarlo.
El cruce de reproches es la tónica habitual entre los dos dirigentes, que llegaron a romper relaciones en noviembre de 2018. Se produjo después de que Casado llamara al presidente “felón” y le acusara de ser partícipe del “golpe de Estado” en Catalunya. Siete meses después, en el marco de la ronda de contactos de Sánchez con los grupos parlamentarios para sondear apoyos para una investidura, retomaron el contacto. Entonces a Moncloa le interesó situar a Casado como líder de la oposición en su pugna con la extrema derecha y ambos se reunieron en secreto en Moncloa un mes y medio después. La formación del Gobierno de coalición fue el detonante para la guerra sin cuartel del líder del PP.
El colofón de las pésimas relaciones es el boicot que ha lanzado el PP contra los fondos europeos que el propio Casado intentó llevar a cabo en Bruselas y cuyo reparto los conservadores tratan de obstaculizar en los tribunales sembrando dudas que, según el Gobierno, ponen en cuestión los propios controles de la Comisión Europea, que ha recordado al PP que los “objetivos se cumplen”. Sánchez aprovechó la llamada para exigirle que “cese y rectifique” en esas posiciones. “No es bueno que la imagen de España quede dañada”, afirmó.
Ni siquiera la pandemia, más allá de los primeros apoyos al estado de alarma, permitió la unidad de las fuerzas políticas. En una videollamada en abril de 2020, Sánchez y Casado acordaron la puesta en marcha de una comisión de reconstrucción en el Congreso cuyas conclusiones han quedado en buena medida en papel mojado mientras el PP usaba a los muertos en contra del Gobierno.
Ahora que la legislatura ha llegado al ecuador, y a pesar de que Sánchez ha dejado clara su intención de agotar el mandato, el PP está determinado a abrir un ciclo electoral que servirá como guerra de desgaste contra Sánchez y no pretende darle oxígeno, por lo que está abocada a acabar sin entendimientos entre los principales partidos, que miran de reojo a sus socios.
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