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La investidura: el 'revival'

Sánchez pide altura de miras y subraya que no hay mayoría alternativa al PSOE

José Luis Sastre

Tomen asiento. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se disponen a abordar la investidura, el PP ejerce de enlace para que Vox y Ciudadanos negocien sin tocarse como sucedió en Andalucía, los socialistas se preparan para darle a la derecha el Gobierno de Navarra y en Podemos el líder ha vuelto a fulminar a su secretario de Organización, esta vez con un golpe de memes y un toque de diccionario: a la destitución la llaman rotación. Esta película ya la hemos visto antes y la prueba consiste en saber si reviven la historia para repetirla o repararla. De momento, desfilan ante sus propios espejos. 

Que vivamos la secuela no supone que sepamos su final, sólo supone que nos vienen grandes dosis de interpretación. Quizá averigüemos antes lo que pasará si nos preguntamos qué es lo que no puede pasar o lo que, al menos sobre el papel, no está claro que se puedan permitir. Preguntémonos cuál sería el coste de las alternativas. Por ejemplo: ¿podrían el PSOE y Unidas Podemos fracasar en la negociación? ¿Tiene Iglesias las fuerzas para exigir ministerios si al desplome en las urnas le siguieron las críticas internas, de Kichi a Espinar? Lo que Sánchez quiere es salvar su investidura, no a Podemos, aunque Podemos le haga falta. 

¿A quién castigarían los votantes si se repitieran las elecciones? El coste de la alternativa podría ser peor para Podemos, por mucho que en su dirección nieguen temer ese escenario y por muchos debates televisivos en los que se vieran ganadores. En una nueva campaña habrían de convencer al votante hastiado, no a Juan Carlos Monedero. 

Y el PSOE, a su vez, ¿a cambio de qué podrá cuadrar el círculo en el que quepan UPN y el PNV y Podemos, éste en un papel menor del que necesita Iglesias? Cuando el presidente en funciones llegó de ver al rey y salió a decir que o gobierna el PSOE o gobierna el PSOE se lo estaba diciendo, sobre todo, a sí mismo. 

Sabe Sánchez que lo tiene difícil, pero ha salido de otras peores, como si aquella sonrisa del destino con la que Iglesias ironizó se hubiera vuelto su profecía. Por lo pronto, tiene la investidura más llana esta semana porque los independentistas presos no renunciarán a los escaños -eso son más abstenciones- y porque UPN está por facilitarle el paso si deja a Navarra Suma gobernar la comunidad. Cambio de cromos, demostración gráfica.

Pablo Casado, que da la investidura por inevitable, apoya la maniobra navarra con la que fractura al socialismo de esa comunidad y asegura a la derecha una autonomía más en pleno auge del PSOE. De nuevo, el coste de la alternativa: Ferraz prioriza el objetivo de la Moncloa a todo lo demás, dispuesto si hace falta a revivir la crisis con su sede de Pamplona, y su militancia, y a tener que improvisar mecanismos de compensación para el PNV. Habrá que observar con detenimiento los próximos presupuestos, que ahora Bruselas los mirará de lejos y uno puede darse ciertas licencias.

Comoquiera que las negociaciones son simultáneas, la pregunta por las alternativas persigue a todos por igual: ¿piensa Vox que alguien cree su amenaza de tumbar el Gobierno de la Junta de Andalucía si necesitan ese escaparate? ¿Imagina Albert Rivera que escapa de la foto de Colón sólo por no posar de nuevo con la extrema derecha mientras da lecciones de “primero de Constitucionalismo y primero de España”? ¿Dudamos de verdad que Ada Colau se debata entre ser alcaldesa y su alternativa, que consiste en dejar de serlo? Es normal, se supone, toda esta gesticulación, porque para empezar a negociar o hacer ver que se negocia tiene uno que parecer muy íntegro, pero si nos preguntamos dónde tienen los límites y qué es lo que no se pueden permitir identificamos mejor los órdagos y los faroles. Luego la película, por secuela que sea, siempre esconde sus imprevistos giros de guion, que eso también lo vimos en el estreno, cuando no creímos la repetición de las elecciones hasta que se repitieron.

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