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Margarita Robles, la jueza 'sanchista' que mima la derecha

La ministra de Defensa, Margarita Robles, junto a Isabel Díaz Ayuso el pasado 2 de mayo

José Enrique Monrosi

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Fue cuestión de segundos. Cuando Félix Bolaños intentó poner un pie en el primer escalón que daba acceso a la tribuna de autoridades de los actos del Dos de Mayo, el brazo de la jefa de protocolo de Isabel Díaz Ayuso se lo impidió. El pequeño tumulto que originó el placaje físico al ministro de la Presidencia lo sorteó, ajena al choque, Margarita Robles. La Comunidad de Madrid sí había invitado expresamente al evento a la ministra de Defensa, que apenas reparó un par de segundos en el lío montado antes de seguir su camino hacia el escenario junto al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. 

La escena, en su conjunto, fue muy mal recibida en la Moncloa. En el equipo más cercano al presidente del Gobierno parece inaceptable, claro, el comportamiento del Ejecutivo de Ayuso, que califican como “una falta al respeto institucional más básico”. Pero también creen que fue una torpeza política que Bolaños se lo pusiera tan fácil a la presidenta madrileña y que igualmente fue una falta de tacto que Robles no se implicase un poco más con su compañero de filas para trasladar una imagen de unidad. “Seguramente es que no supo reaccionar de otra forma porque fue todo muy rápido”, se limitan a responder, con cierta ironía, en el Ejecutivo. 

En el PSOE, algunas de las personas que más horas de trabajo han compartido con Margarita Robles desde que Pedro Sánchez la incorporase por primera vez a sus listas en las generales de 2015 creen que el episodio retrata bastante bien a la titular de Defensa. “Ella es así, va a sus cosas, le cuesta socializar o implicarse en asuntos que no tengan que ver estrictamente con ella”, cuenta una de esas personas que la ha tratado de cerca durante años y que la describe como alguien con poca relación personal incluso con su propios compañeros del Consejo de Ministros. “Antes de los Consejos, los martes, solemos compartir un café unos ministros con otros y departimos y socializamos un poco. Ella casi nunca lo hace”, apunta. 

El otro aspecto que hace a Margarita Robles una rara avis dentro del Gobierno es la querencia que muestran por ella la derecha mediática e incluso la política. Un fenómeno, a priori, difícil de entender teniendo en cuenta que forma parte del sanchismo de primera hora que el PP promete cada día derogar. Robles fue una de las personas del grupo parlamentario socialista que votó contra la investidura de Mariano Rajoy en 2016 y eso la convirtió automáticamente en miembro de pleno derecho del círculo más cercano al entonces desahuciado de la secretaría general del PSOE, Pedro Sánchez.

Sánchez entonces la hizo portavoz parlamentaria y luego, tras ganar la moción de censura, ministra de Defensa. Antes sonaron para ella carteras como la de Justicia, de la que ella misma recelaba como jueza de carrera, o Interior, en la que ya había trabajado como secretaria de Estado durante los gobiernos de Felipe González. De esa etapa, de hecho, aún le guardan reproches los más veteranos del PSOE, que le achacan “falta de lealtad y poca implicación” con el partido cuando estalló el escándalo de los GAL. Es en esa época, cuentan precisamente los más veteranos, cuando ella estrecha lazos con algunos de los representantes mediáticos más conservadores. 

De Robles ha llegado a decir Isabel Díaz Ayuso que es “la nueva Manuela Malasaña”, considerada heroína durante los levantamientos del 2 de mayo de 1808 contra Napoleón. La baronesa del PP ha alabado la “fabulosa operación Balmis” durante la pandemia y cómo “los militares y la Guardia Real nunca dejaron solos a los seres queridos que descansaban en la morgue del Palacio de Hielo de Madrid, de la pista de hielo de Majadahonda o de la Ciudad de la Justicia”. Así que a nadie sorprendió que fuera la única persona del Gobierno de coalición invitada personalmente a los actos del Dos de Mayo. 

Después de cinco años de gobierno, Margarita Robles es una de las poquísimas personas que permanece junto a Pedro Sánchez desde el principio. De ese círculo reducido han ido saliendo colaboradores tan estrechos del presidente como José Luis Ábalos, Carmen Calvo o Adriana Lastra. “Es de esas cosas extrañas”, dice una de las personas que mejor conoce los entresijos de la calle Ferraz desde que Sánchez es secretario general. “Si alguna vez fue de la confianza del presidente, parece claro que eso se ha ido diluyendo a cuenta, principalmente, de casos como el de Pegasus. Pero no la mueven porque dicen que hace su papel hacia un electorado más conservador”, reflexiona.

Aunque durante la legislatura ha llegado a estar sobre la mesa una hipotética salida de la ministra de Defensa, quien llegó a estar en unas quinielas para ser candidata en Madrid que ella siempre rechazó, lo cierto es que en la Moncloa y en el PSOE también hay quien tiene en alta estima su trabajo, especialmente la implicación de Robles en el exitoso operativo de rescate a ciudadanos afganos tras la vuelta al poder de los talibanes. “La implicación de la ministra fue indescriptible. Hizo seguimientos de manera personal de operaciones de rescate, no dormía, no hacía otra cosa. Y aquello fue también un orgullo de país que el presidente seguro que no olvida”, pone en valor un alto dirigente socialista. 

Choques con Podemos, con el PP y hasta con el PSOE

La trayectoria de Margarita Robles no está exenta de choques, públicos y privados, con casi todo el mundo. Es conocida la animadversión mutua con el titular de Interior, Fernando Grande-Marlaska, otro de los jueces de carrera del Consejo de Ministros. Y también fue sonado el roce con el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, a cuenta de la crisis abierta con el CNI por el espionaje con Pegasus a varios miembros del Ejecutivo, entre ellos Pedro Sánchez. 

El episodio del Pegasus le generó las críticas más duras del PP, que en los últimos meses ha tenido otro encontronazo con la titular de Defensa tras la negativa de un permiso a Alberto Núñez Feijóo para ir a visitar a las tropas españolas desplegadas en el exterior. Aunque ninguna tirantez, seguramente, como la que mantiene con las dirigentes de Podemos durante todo el mandato. 

Cuentan varios de los asistentes que fue la única persona que no aplaudió la intervención de Pablo Iglesias durante el último Consejo de Ministros en el que participó como vicepresidente. Y no ha escatimado críticas o reproches a ministras como Ione Belarra o Irene Montero, a las que ha llegado a acusar de “faltar al respeto a los muertos” de la guerra de Ucrania por oponerse a aumentar el gasto militar. Una antipatía claramente recíproca.

“Es sorprendente la aceptación que tiene Margarita Robles entre la derecha mediática, judicial e incluso política, más allá de que su nombre sonara como una posibilidad para liderar un hipotético gobierno de concentración nacional allá por los primeros meses de la pandemia”, dicen en Podemos al preguntar por una valoración de la ministra de Defensa. Y añaden: “Pero lo que resulta sin duda sorprendente es que siga siendo ministra después de que se haya hecho público que se espió el teléfono móvil del presidente del gobierno y el de ella misma cuando era la máxima responsable de los servicios secretos y, por tanto, de evitarlo. Seguramente, no se ha visto cosa igual en ningún país desarrollado”, apuntan.

Durante una sesión de control en el Congreso el pasado mes de diciembre, y jugando seguramente esa baza de la simpatía entre la derecha, un diputado del PP interpeló directamente a Margarita Robles a cuenta de la reforma del Código Penal para reformar el delito de malversación y eliminar el de sedición. “Se trata de su trayectoria, una vida que ha entregado al Derecho, se trata de España”, le dijo el popular Carlos Rojas tras reclamarle que “se rebelara” contra su propio Ejecutivo. “Me siento orgullosa de ser ministra de Defensa como me siento orgullosa de ser parte de este Gobierno”, respondió Robles. En privado, algunos de sus colegas socialistas ratifican semejante afirmación. “Si de ella dependiera sería ministra de Defensa el resto de su vida”, concluye un compañero de filas.

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