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CRÓNICA

No es una legislatura cualquiera, y nadie sabe cuál será el siguiente 'plot twist'

Pedro Sánchez observa a Carles Puigdemont durante su intervención en el Parlamento Europeo.

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El primer plot twist, en realidad, se produjo el 23 de julio. El recuento reveló unos números imprevistos: la derecha y la extrema derecha no podrían asumir un Gobierno que veían tan al alcance de la mano que muchos llevaban semanas imaginando embajadores, ministros, altos cargos y cargos no tan altos.

Pero ese giro de guión, inesperado, que sucedió el 23 de julio por la noche, tenía dos direcciones: si bien es cierto que Alberto Núñez Feijóo estaba claro para toda España que no iba a ser presidente en esta ocasión, menos para el PP –y para Zarzuela, que después de una ronda de consultas dio el visto bueno a la petición del líder conservador de ir a una investidura llamada al fracaso–, tampoco estaba nada claro que pudiera llegar a serlo Pedro Sánchez: necesitaba llegar a un acuerdo con Carles Puigdemont después de haber dicho en la campaña de noviembre de 2019 que se comprometía a “traerlo de vuelta a España y que rinda cuentas ante la justicia española”. Y justo cuatro años después de aquella frase, el acuerdo con Puigdemont para la investidura, además, tenía que pasar por una ley de amnistía que aún se está negociando.

Y así pasó: Feijóo se estrelló en su investidura fallida y Sánchez repitió como presidente en noviembre de 2023 con los votos de su socio de Gobierno, Sumar, pero también de nacionalistas, soberanistas e independentistas, incluidos los siete de Junts, después de que el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, se hiciera una foto con el propio Puigdemont en Bruselas: aquel líder del 1-O con el que el PSOE no sólo no había hablado en los últimos tiempos, sino que se había esforzado diplomáticamente por aislarlo en Europa y que no accediera a su escaño en el Parlamento Europeo, se convertía en un interlocutor político privilegiado.

Si la foto de Santos Cerdán fue un símbolo en el arranque de la legislatura, la imagen de este martes de su predecesor en el cargo, José Luis Ábalos, pasando al Grupo Mixto tras desoír la petición del PSOE de dejar el escaño por el 'caso Koldo'. ¿Quién podía imaginar, más allá de un guionista de Baron Noir, que un militante con décadas de cuotas pagadas a su espalda y que había sido número dos de Sánchez en el PSOE podría acabar en el Mixto? “Vaya legislatura”, comentaba un dirigente político.

Pues eso está ocurriendo, y en ese viaje compartirá bancada con Podemos, partido que abandonó el grupo de Sumar a principios de diciembre tras verse fuera del Gobierno y sin portavocía parlamentaria. La primera consecuencia parlamentaria de esa ruptura fue que el único decreto que no prosperara en la votación ómnibus del Gobierno fuera el decreto impulsado por Yolanda Díaz, en una votación que tuvo fuertes dosis de intriga, con negociaciones hasta el último minuto entre el PSOE y Junts.

Aquel día, el 10 de enero, el Gobierno se dio su propio baño de realidad: cada voto iba a costar un triunfo, y Podemos y Junts estaban dispuestos a hacerse valer en cada votación. Acababan de pasar tres semanas cuando se cruzaban palabras y miradas desde la tribuna del Parlamento Europeo, en Estrasburgo, Sánchez y Puigdemont. El presidente del Gobierno había acudido al discurso de fin de presidencia del Consejo de la UE, pasó allí una noche y medio día en la Eurocámara. Pero no se reunió con el expresident de Catalunya.

En efecto, los acontecimientos no han dejado de sucederse. Cuando el 5 de diciembre el portavoz de Podemos, Javier Sánchez Serna, anunció el paso al Mixto, el partido contaba con cinco diputados, que pasarían a ser cuatro el 26 de enero, cuando la entonces secretaria de Organización, Lilith Verstrynge, anunciaba su abandono del escaño, del cargo orgánico y de la primera línea de la política. Con ello, volvía a retocarse la correlación de fuerzas, en tanto que ese escaño de Podemos pasaba a Sumar (Candela López, de los comuns).

Pero aún le esperaba al público un nuevo giro de guión, previo a la catarsis del caso Koldo. El 31 de enero, el Congreso devolvía la ley de amnistía a la Comisión de Justicia, por discrepancias entre el Gobierno y Junts por los contornos de la norma, es decir, la inclusión de las personas con cargos de terrorismo (para responder a la calificación que había aceptado el juez Manuel García Castellón) por el 1-O. Fue la primera vez que Junts hacía perder una votación al Gobierno, y anunciaba con ello que la legislatura se ponía cuesta arriba, después de haber salvado en el último suspiro la elección de Francina Armengol como presidenta del Congreso y los decretos ómnibus del ministro de Presidencia y Justicia, Félix Bolaños.

Aquella foto de Santos Cerdán en Bruselas que auguraba una investidura que terminó produciéndose, no ha acabado de completarse con la foto del acuerdo entre PSOE y Junts por una ley, la de amnistía, cuyo compromiso fue fundamental para que Sánchez llegara a La Moncloa.

El acuerdo entre Junts y el PSOE parecía cercano estos días, pero en las últimas horas parecen haberse vuelto a enfriar las expectativas. Quedan pocos días, hasta el 7 de marzo, para poder sellar ese acuerdo que marcará la viabilidad de un legislatura que va de sobresalto en sobresalto.

Y todo ello con la promesa de Ábalos de que su voto irá en consonancia con el Gobierno. Pero ésta no es una legislatura cualquiera: acaba de empezar y nadie sabe cuál será el siguiente plot twist.

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