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El país que dibuja Vox frente al de Tamames: un Estado totalitario al servicio de las narcodictaduras

El presidente de Vox, Santiago Abascal, durante su intervención en un acto político.

Marcos Pinheiro

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España es un país en vías de disolución gobernado por los enemigos del Estado, esclavo de élites globalistas, en una alianza internacional con narcodictaduras y sometido a un régimen totalitario. Ese es, en líneas generales, el retrato que hace Vox de la situación actual del país en el texto que presentó en el Congreso de los Diputados y por el que justifica su moción de censura contra el Gobierno. El diagnóstico es similar al que hace su candidato, Ramón Tamames, en el discurso publicado por elDiario.es, pero ambas partes difieren en algunos asuntos y, sobre todo, muestran un tono muy distinto.

Mientras Vox habla de sumisión a narcodictaduras y a la agenda globalista, Tamames emplea la expresión “autocracia absorbente”; cuando Vox habla de que Sánchez es un “presidente ilegítimo”, Tamames lamenta su populismo; mientras Vox no incluye una sola propuesta, Tamames habla de cambiar el nombramiento de los jueces del Tribunal Constitucional o incluso de aspirar a la semana laboral de cuatro días.

Los documentos de ambos dejan claro que partido y candidato no están totalmente alineados, aunque coinciden en muchos puntos. “Tamames no es de Vox”, han insistido los dirigentes de la formación estas semanas, según se sucedían entrevista del antiguo miembro del Partido Comunista, o los medios rescataban reflexiones suyas acerca de la España plurinacional o el cambio climático.

El discurso del candidato orilla algunas de esas cuestiones especialmente conflictivas, pero coincide con Vox en el diagnóstico: deben convocarse elecciones porque el Gobierno ha pactado con quienes quieren romper España, busca colonizar las instituciones y está en una deriva económica perjudicial para los intereses del país. Pero frente al tono institucional de Tamames, Vox se dispersa entre bulos y algunos de los argumentos habituales de la extrema derecha internacional, que rozan las tesis conspiranoicas.

El texto es una suerte de resumen de la acción política de Vox durante los últimos años. Se insiste en algunas de sus bases ideológicas –oposición a la “ideología de género”, a la inmigración, a la lucha contra el cambio climático, etc.–, se incluyen informaciones sesgadas o directamente mentira y se lanzan un sinfín de acusaciones al Gobierno que no se concretan.

Algunos ejemplos. El texto de Vox dice que el Gobierno ha establecido vínculos con narcodictaduras, pero no se menciona ningún país ni qué vínculos son esos. Se acusa a Sánchez de querer acabar con la monarquía, pero no hay alusión a qué está haciendo para conseguirlo. Se habla de totalitarismo y restricción de las libertades, pero no se explica qué no se puede hacer ahora que se pudiera hacer hace cuatro años. Y durante todo el texto se habla de un proyecto de “ingeniería social”, pero Vox no dice a qué conduce o qué pretende conseguir el Gobierno con él.

En 44 páginas, Vox no dedica ni una sola línea a explicar por qué han propuesto a Ramón Tamames para suceder a Pedro Sánchez.

El Gobierno ilegítimo

Vox justifica inicialmente su moción de censura porque dice que el Gobierno es ilegítimo, al haber pactado Sánchez con quien dijo que no lo haría. Una de las frases que incluye el documento es esa en la que Sánchez dijo que no dormiría tranquilo con ministros de Unidas Podemos al frente de Hacienda, Política Energética o que “el ministro que se encarga de las pensiones en nuestro país, de la Seguridad Social, fuera una persona del círculo cercano y de confianza del señor Iglesias”. Lo cierto es que eso se ha cumplido. Ninguna de esas carteras está en manos de un ministro de Unidas Podemos.

Vox también critica que Sánchez tenga como aliados a la “extrema izquierda” de Unidas Podemos, la “extrema izquierda golpista” de ERC, o a la “extrema izquierda filoterrorista” de EH Bildu. En la denuncia a esos pactos Vox mezcla críticas legítimas –por ejemplo, a las modificaciones de las leyes de sedición o malversación– con frases grandilocuentes pero si base alguna, como que el estado ha desaparecido de algunos territorios.

Es una constante en el texto de la moción. Vox manifiesta discrepancias políticas y críticas legítimas –a la política económica, a la situación de precariedad de los jóvenes o a los nombramientos a dedo en instituciones– que mezcla en todas las páginas con un supuesto plan para un cambio de régimen que no justifica en ninguna parte.

Aunque compartan el fondo, Tamames se expresa de una manera muy distinta. No habla de golpistas ni filoterroristas, ni mucho menos de cambio de régimen. Sí que se dice que la situación de España “se asemeja más a una moderna autocracia absorbente”.

El plan oculto

El documento de Vox gira en torno a la denuncia de que el Gobierno tiene un plan de “ingeniería social” para legitimar un cambio de régimen, a la par que se somete a las élites globalistas. Pero apenas hay menciones a en qué consiste ese plan, a qué régimen quiere transitar el Ejecutivo o qué imponen esas élites globalistas –más allá de las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE)–. El plan es tan oculto que ni Vox es capaz de desgranarlo.

Vox acusa al Gobierno de restringir las libertades, pero no se dice cuáles. La única alusión es a los estados de alarma, que ya finalizaron. El partido incide en que fueron declarados inconstitucionales, pero el trazo grueso deja fuera los detalles: el fallo partió a la mitad al tribunal, con un sector denunciando que se había tomado la decisión por criterios políticos.

El partido de Santiago Abascal también dedica un epígrafe a la “violencia política” del Gobierno contra la oposición, pero no aclara a qué se refiere más allá de incluir un tuit de Pablo Echenique sobre una agresión a una militante de Vox.

El plan, relata Vox, también incluye el asalto a las instituciones. “El objetivo, conseguido, era controlar el Tribunal Constitucional (TC) y el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) para amparar el proyecto de ingeniería social de la izquierda y legitimar el próximo cambio de régimen”.

Vox orilla dos cuestiones fundamentales. La primera, que el relevo del Constitucional se ha hecho cumpliendo las normas que la ley dicta para su renovación; la segunda, que el CGPJ sigue en manos de una mayoría conservadora que acumula ya cuatro años y tres meses caducada, con el PP instalado en un bloqueo total.

Tamames es más tímido en su denuncia de los nombramientos en tribunales, no cree que el Gobierno haya logrado ese control y lo acompaña de la propuesta de que esos magistrados tengan un mandato vitalicio, como en EEUU. Apenas se detiene en este punto, que es uno de los ejes centrales del documento de Vox.

El escrito de Vox también hace un recorrido de las leyes contra las que Vox ha mostrado una mayor hostilidad (ley trans, solo sí es sí o memoria histórica, estas dos últimas también criticadas por Tamames) y hace una afirmación general sobre la acción legislativa del Gobierno: “Ha mostrado una total falta de escrúpulos al aprobar masivamente normas que atentan de forma directa contra las más hondas convicciones de millones de españoles”. No dice qué leyes ni cómo sabe Vox que van en contra de qué convicciones.

Las narcodictaduras

Las 44 páginas del documento están salpicadas de los bulos habituales de Vox sobre inmigración y delincuencia –que Tamames no comparte–, los posibles efectos de la ley trans o sobre los datos económicos –hay una afirmación falsa sobre cuanto cayó el PIB durante la pandemia o se atribuye el dato de la inflación al Gobierno sin mencionar la guerra de Ucrania–. Ninguno de esos bulos es compartido por Tamames en su discurso.

Pero la parte que más llama la atención del documento es la referente a la política internacional. Vox dibuja un Gobierno sometido por dos alianzas internacionales. Por un lado, la que mantiene con las “élites globalistas” para “conseguir sociedades disformes, desunidas, sin identidad propia ni lazos comunes, que tiendan a otro tipo de civilización más permeable a los nuevos dogmas”. De nuevo, sin detalle de qué dogmas o qué objetivo final se persigue.

La segunda alianza que denuncia Vox es aún más sorprendente. Acusa al Gobierno de haber establecido acuerdos con con “dictaduras, narcodictaduras y gobiernos totalitarios” de América Latina. Vox afirma que “la connivencia con estos regímenes repercute directamente en la imagen de España y sitúa a nuestro país en una posición de debilidad para la defensa de nuestros intereses en la región o de nuestros nacionales”.

Pero de nuevo, no hay detalles. El documento solo alude a “excelente relación” con Cuba, pero nada más. El texto acusa directamente a Sánchez de estar inmerso en una conspiración que busca “el sometimiento de toda Hispanoamérica a la ideología marxista, no dudando en favorecer la violencia cuando así lo estiman necesario”, pero no hay nombre de países.

Tamames huye de esas teorías sobre ententes internacionales y se limita a denunciar hechos puntuales, como el acuerdo con Marruecos sobre el Sáhara.

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