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Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Sánchez e Iglesias transmiten tranquilidad a los suyos ante la presión de la derecha para dividir al Gobierno

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras la investidura.

Andrés Gil / Irene Castro

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¿Mestizaje o compartimentos estancos? De momento, Pedro Sánchez ha elegido un modelo sin mestizaje para el primer Gobierno de coalición en ocho décadas. ¿Tres o cuatro vicepresidencias? Sánchez dio la sorpresa con una vicepresidencia sobrevenida para Teresa Ribera. ¿Cargos nombrados por los periódicos o por el BOE? Javier Maroto acusó a Unidas Podemos de que los nombres de sus ministros eran un trágala para el PSOE, si bien estaban pactados entre las dos partes.

Cualquiera de estos hechos podrían haber supuesto una excusa para desatar una ola de reproches entre unos y otros. Pero ha imperado el silencio sobre la hiperventilación; la calma frente a la sobreactuación. Y ha sido así porque así lo han decretado las cúpulas de PSOE y Unidas Podemos.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han optado por transmitir tranquilidad a los suyos ante la presión de la derecha para dividir al Gobierno, que no ha dejado de cargar contra el pacto desde el primer día de la investidura, y que les acusa de formar “dos Gobiernos en uno” y de entregarse “al espectáculo”. Pero ni uno ni otro ha dicho una palabra más alta que otra. Es más, Iglesias ha optado por el humor.

Y eso que la cuarta vicepresidencia fue una sorpresa, nunca estuvo sobre la mesa y fue leído por algunos medios y la derecha como un intento de Sánchez por diluir la figura de Iglesias.

Por su parte, la cúpula socialista trató de aplacar el malestar que salía de la organización cuando Unidas Podemos dio a conocer los nombres de los futuros ministros e incluso detalles de las competencias que asumían –y que pierden los actuales miembros del gabinete–. El detalle bajó incluso a escalafones intermedios de la actual Administración. Pero tanto en Ferraz como en Moncloa trataron de rebajarle importancia. En la dirección socialista señalaban incluso a la derecha de intentar sembrar el mal rollo entre las dos formaciones que se han aliado para el primer Gobierno de coalición de la democracia.

No obstante, lo que no ocultó el PSOE fue que Sánchez mostraba su poder al designar una vicepresidencia para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico que no había salido en las negociaciones con Unidas Podemos. “Son sus competencias”, expresaba una de las personas de confianza de Sánchez. También había dirigentes que apuntaban a que con Unidas Podemos solo se habían cerrado los ministerios que les correspondían a ellos y lo enmarcaban dentro de la normalidad.

Sin mestizaje

Además, la falta de mestizaje o de compartir responsabilidades en ministerios mezclados, algo que ha pedido tradicionalmente Iglesias y que Sánchez ha descartado, a pesar de que tanto en julio como en septiembre afirmaba que un Gobierno de coalición podía suponer que hubiera “dos gobiernos” y no uno con un “mensaje coherente” en temas clave como Catalunya. Y en septiembre, decía Sánchez: “Hay también una propuesta que subyacía en el Gobierno de coalición, que era tener dos gobiernos en uno; uno del PSOE y otro de Unidas Podemos”. “Sería presidente del Gobierno, de un Gobierno de coalición que esta noche tendría una crisis de gobierno porque hemos escuchado a los comunes, a Ada Colau, decir que si la sentencia del procés es condenatoria hay que manifestarse en favor de esos supuestos presos políticos”, puso entonces como ejemplo. Además, intentaba justiciar su veto a Iglesias en que supondría una “situación inédita de un Gobierno bicéfalo”.

Pablo Iglesias propuso por primera vez a principios de 2016 tras el 20D un gobierno de coalición proporcional y mestizo, a imagen y semejanza del Govern valenciano salido del Pacte del Botànic –entonces con PSPV y Compromís, al que ahora se han sumado Podem y EUPV–.

Desde entonces, la idea ha estado presente en Podemos y en posteriores negociaciones, pero nunca había prosperado el Gobierno de coalición. Hasta el 11 de noviembre, cuando Pedro Sánchez convoca a Pablo Iglesias en Moncloa para acordar el cogobierno.

El presidente accedió esta vez a la proporcionalidad, pero no al mestizaje, aunque esa decisión reafirmara su negativa a la idea de “dos Gobiernos en uno”. Así, a diferencia del Gobierno de la Comunidad Valenciana, los ministerios serán monocolor, sin que haya altos cargos mezclados con ministros de partidos diferentes.

Y esa estructura monocolor se traducirá en que el PSOE conservará de forma única la gran parte del poder del Estado en los territorios. Al margen de algunos centros que tiene diseminados el IMSERSO, el PSOE no ha querido compartir el grueso de la administración territorial del Estado: delegaciones del Gobierno, subdelegaciones del Gobierno, delegaciones de Hacienda y de la Seguridad Social dependerán de ministerios socialistas sin incluir nombres de Unidas Podemos.

Es en esos cargos en los que el PSOE reparte buena parte de la representación para las federaciones socialistas. Y es en esos puestos en los que colocó a los dirigentes del partido en la anterior conformación del Gobierno, cuando ya se rodeó de perfiles independientes para sorpresa –y también disgusto– de muchos miembros de su Ejecutiva.

Los socialistas son muy conscientes de la relevancia que tiene esa representación institucional en los territorios. De hecho, en junio de 2018, cuando quedaban meses para las elecciones autonómicas, Moncloa colocó en algunas delegaciones del Gobierno a quienes ya eran candidatos firmes en esa contienda, como en Murcia y Cantabria, a pesar de que sabían que eran cargos con fecha de caducidad: la proclamación en el BOE de las listas electorales.

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