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ANÁLISIS

Podemos y la hipótesis populista: “los que faltan” y el “pueblo organizado”

Pablo Iglesias con Íñigo Errejón.

Andrés Gil

¿Qué es el populismo? ¿Sigue vigente la hipótesis populista en Podemos?

“La hipótesis populista es como el carné por puntos. Si no sacas el coche del garaje, no pierdes ninguno, pero no vas a ningún sitio”. Así lo describe Juan Carlos Monedero, uno de los fundadores de Podemos, en el documental Política, manual de instrucciones.

La hipótesis populista empapó el nacimiento de Podemos en la medida en que buscaba una centralidad del tablero por encima de la metáfora izquierda-derecha, y se miraba en el 15M como movimiento ciudadano no partidista y en las experiencias latinoamericanas de sus dirigentes, en las que el discurso patriótico –“pueblo, patria, Podemos” es un lema del entorno de Errejón para el 26J– iba de la mano de la búsqueda de la soberanía y la emancipación individual y nacional con Ernesto Laclau como referente –y sus significantes flotantes–.

Pero aquello fue hace más de dos años, y por medio se han sucedido procesos electorales que han ido resituando a Podemos en el imaginario colectivo: forma parte del GUE en el Parlamento Europeo, se ha referenciado en Syriza, ha abanderado un acuerdo de Gobierno con el PSOE, y ha concurrido a las elecciones con partidos de izquierdas, como IU. En las últimas campañas Iglesias ha recurrido también a la narrativa de izquierdas y reivindicado el hilo rojo de la historia –las luchas obreras, antifranquistas, la memoria histórica y El Pueblo Unido, de Quilapayún, como música el 26J por la noche–.

Las decisiones políticas que ha ido tomando Podemos le han ido situando a la izquierda del tablero. Pero, ¿eso significa que haya enterrado definitivamente la hipótesis populista?

Iglesias ha afirmado este miércoles que Podemos debería abrir el debate de si “sigue siendo populista o no” –lo cual es un reconocimiento implícito de que sigue siéndolo–. Incluso ha ironizado sobre el uso interno del propio Laclau –que este jueves habría cumplido 81 años y cuyo obituario escribió Errejón en abril de 2014–: “Me encantaría que entrara Laclau por esa puerta y le dijera a algunos 'no tenéis ni puta idea de lo que decís de mí”.

Errejón, por su parte, ha sostenido este jueves: “Podemos es una formación que aspira a reconstruir un pueblo español para ejercer su soberanía y eso se hace tanto desde las instituciones demostrando que somos útiles, como desde aquí hoy mismo (en la movilización de los teleoperadores), desde la calle, defendiendo a la gente que protege los derechos de la ciudadanía”.

¿Contradicciones?

¿Hay contradicción? Ellos lo niegan, si bien a menudo se lanzan señales dicotómicas sobre lo que cada uno entiende sobre la evolución de Podemos –en iniciativas y campañas como Vamos! y Hacemos!; la Marea Joven y Jóvenes en Pie; o el proceso de Madrid, entre Adelante Podemos y Podemos Escucha–. Y la mera manera que tiene cada uno de expresarse puede ampliar unas posiciones políticas que no siempre son tan dispares.

“La transversalidad no es parecernos a nuestros enemigos, sino parecernos a la PAH”, ha afirmado Pablo Iglesias en la universidad de verano de Podemos. Y esa frase podría firmarla Errejón. Otra cosa es cómo evoluciona el concepto. “Prisa lo tiene claro: o eres 'radical' o eres 'transversal', pero no puedes ser las dos cosas. Es carne podrida, no la compremos”, escribía en Twitter Jorge Moruno, responsable de discurso de Podemos.

Que Iglesias y Errejón tienen un debate sobre cómo ha de ser Podemos, y que el primer campo de batalla es Madrid, es un hecho público. Y discrepan sobre cómo seducir al votante –“el día que dejemos de dar miedo a los sinvergüenzas no tendremos sentido como fuerza política”, decía Iglesias; “a los poderosos ya les damos miedo, ese no es el reto”, respondió Errejón–. Pero también es cierto que los dos asumen enseñanzas del populismo de izquierdas.

Otra cosa es que unos lo consideren una herramienta eminentemente discursiva; a través de la cual crear un sentido común hegemónico que se traduzca en voto; o una estrategia vinculada estrechamente a la movilización social y al conflicto: el debate simplificado de más o menos calle; más o menos institución; la construcción del sujeto pueblo con identidades difusas o a través de la lucha y las condiciones materiales de vida. En el énfasis de esa simplificación –ni unos ni otros reniegan de ninguna de las dos patas– están las diferencias. Y, también, en cómo sumar al partido “a los que faltan”: seduciendo con el discurso o con la “construcción de pueblo organizado”.

Y de ahí nace hace dos semanas Vamos!, una campaña de movilización impulsada por la secretaría general de Podemos y en cuyo vídeo de presentación aparecían Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, Irene Montero, Rafael Mayoral y el también diputado Alberto Rodríguez.

Con la letra y la música del grupo de hip hop chileno Conspirazion, –“vamos, sólo en el pueblo confiamos, construyendo pueblo organizado; lucha, conciencia y organización”–, la iniciativa defiende: “Es hora de que recojamos el testigo y pongamos en práctica un filosofía muy sencilla: cuando el cambio no lo hace la institución, lo hace el pueblo. Poniendo el acento en el empoderamiento y el protagonismo popular, tenemos la oportunidad de hacer de la fraternidad popular una institución social que tienda la mano a los que más lo necesitan”.

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