Sánchez decreta el mutismo entre colaboradores y ministros en las horas previas a anunciar su gobierno
Hay ministros que uno no se acuerda ni que lo fueron y hay otros que sólo lo fueron en las quinielas. Un ejercicio baldío éste último que en el universo político-periodístico sólo ayuda a sobrellevar los tiempos muertos que transcurren desde que un presidente de Gobierno es investido hasta que anuncia la composición del nuevo gabinete.
Para ser ministrable hay que trabajarlo bien: uno se pone en circulación, aparenta que sabe más de lo que conoce, brilla en el arte del pasilleo y domina la intoxicación. Son tantos los que aspiran a serlo, que el placer solo de imaginarlo debe compensar a la frustración de no escuchar, llegado el momento, su nombre entre los elegidos. En realidad, como dijo un ex ministro del PSOE, uno no lo es ni por méritos propios, ni por currículum académico, sino sólo porque así lo decide el presidente del Gobierno. Tal cual.
Pedro Sánchez no tiene cuaderno azul, como tenía Aznar, pero ha tenido una lista de ministrables en estas semanas como para configurar cuatro gobiernos. En realidad, los que nada saben son los que más largan y los que saben casi todo guardan un silencio sepulcral. “A todos nos ha amenazado con la tortura si hablamos”, ironiza un miembro del actual gabinete en funciones.
Otro, añade: “Me comprometí a no decir nada antes del lunes y soy muy cumplidor”. “Antes os enterareis vosotros [la prensa] que yo”, añade una tercera cuando se le pregunta si ha recibido ya la llamada del presidente del Gobierno. Luego están los posibles entrantes que, ante la insistencia de las preguntas de los periodistas, contestan con una imagen bucólica de su estancia durante el fin de semana en señal de una aparente distancia del run-run madrileño.
Pedro Sánchez ha decretado el mutismo y colaboradores y ministros respetan el pacto de silencio de un presidente que no tolera filtraciones y con el que, hasta el último minuto, nunca se puede dar por cerrado el gabinete. En anteriores crisis de gobierno, llegó “a hacer cambios un par de horas antes de hacer pública la nueva composición”, recuerda un socialista con quien intercambió impresiones sobre los posibles cambios y en la mañana de anunciarlos supo que él era uno de los cesantes.
Este domingo ni su círculo más estrecho conocía al detalle a quién sí y a quién no había telefoneado el presidente. “Lo cerrará entre esta tarde y mañana a primera hora”, especulaba uno de sus más estrechos colaboradores al tiempo que otros ya empezaban a deslizar alguna pista que nadie confirmaba oficialmente.
Este lunes, 20 de noviembre, se sabrá todo: el organigrama, los nombres, la supresión de ministerios, la creación de nuevas carteras… Si nada cambia, que con Sánchez cualquier cosa puede pasar, el presidente trasladará a Felipe VI la composición del gabinete e inmediatamente después comparecerá en Moncloa para hacerlo público. El martes tomarán posesión del cargo y se producirá el habitual traspaso entre salientes y entrantes. Y el miércoles habrá un Consejo de Ministros extraordinario y se confirmará, o no, que la inicialmente prevista reducción del gabinete no será tal, ya que las competencias de algunos ministerios se desdoblarán para dar nombre a nuevas carteras y para ordenar competencias entre algunas otras.
Por los apuntes que van llegando a las redacciones de los diarios, hace semanas que se dan por seguras las salidas de Pilar Llop (Justicia), Raquel Sánchez (Transportes), Miquel Iceta (Cultura), Miñones (Sanidad) y casi con seguridad Héctor Gómez (Industria) por la parte socialista. En la de Podemos, salvo Yolanda Díaz, no repetirá ninguno de los actuales ministros. Seguirán en el gabinete, pese a los rumores, Pilar Alegría, Isabel Rodríguez y Diana Morant, pero las dos primeras no exactamente con los mismos cometidos que tenían asignados hasta ahora. Por supuesto, se mantienen también dentro el hombre y las dos mujeres fuertes del presidente: Félix Bolaños, María Jesús Montero y Teresa Ribera, que estaría llamada a encabezar en 2024 las listas al Parlamento europeo para aspirar después a formar parte de la Comisión Europea.
Nadia Calviño continuará también en el gabinete hasta que se despeje en enero si presidiría o no el BEI (Banco Europeo de Inversiones), pero la intención de Sánchez es que alguna de las secretarías de Estado que ahora están bajo su competencia tengan cartera propia por la especial relevancia de la materia y para acomodar a algún ministro que cambia de cartera.
Este domingo se sabía finalmente que Hacienda y Seguridad Social no pasarán a ser competencia de un único ministerio, una anexión que Sánchez había barajado en algún momento. Y también que el ex alcalde de Valladolid, Óscar Puente, será finalmente una de las nuevas incorporaciones, a tenor de lo que cuentan distintas fuentes socialistas tras el papel que desempeñó en la investidura fake de Alberto Núñez Feijóo. “Aún así todo es susceptible de cambiar”, aseguraban los mismos interlocutores que advertían que el presidente seguía aún ajustando piezas para el diseño definitivo del gobierno durante la tarde del domingo.
Apenas quedan unas horas para que resuelva el misterio, los ministrables se retiren un tiempo a sus cuarteles de invierno y los elegidos tomen posesión de sus nuevos cargos. Toda la liturgia que precede a ese momento, incluidas las quinielas político-periodísticas, habrán llenado páginas, amenizado algunas sobremesas y mantenido con el teléfono abierto a más de un socialista por si acaso sonaba una llamada de la Moncloa que finalmente no se produjo. Ha pasado y seguirá pasando. No es Sánchez el único presidente al que le agrada despistar a la prensa con este asunto.
Lo que no es tan frecuente es que en medio del diseño de un gobierno de coalición, uno de los socios (Sumar) ande a la gresca con uno de los partidos (Podemos) que integran la coalición electoral. Un asunto que en el PSOE y en la sede presidencial, preocupa mucho más que cualquier elucubración sobre posibles ministros. La inquietud no es tanto por que los morados rompan con Sumar por no haber atendido su exigencia de incluirlos en el Gobierno sino por la alianza implícita que Podemos siempre ha mantenido con ERC, BNG y Bildu en el Congreso y lo que de ello se puede derivarse en una Legislatura como la que empieza y en la que todos los votos serán necesarios todos los días.
“El final de Podemos estaba escrito hace tiempo”, defiende un socialista, que tampoco ahorra críticas a la gestión que Yolanda Díaz ha hecho durante la enésima crisis con los morados y ha tenido como daño colateral a uno de los integrantes del partido de Ione Belarra más respetados fuera y dentro de la izquierda como es Nacho Álvarez. El hasta el viernes responsable económico de Podemos anunció su marcha de la política al constatar que no contaba con la confianza de su partido, después de que Díaz le propusiera como ministro –dentro de la cuota que exigían los morados– a cambio de que “cesaran los ataques públicos e insultos” a los miembros de la coalición y a la propia vicepresidenta, y el compormiso de presentarse juntos a todos los comicios del próximo ciclo electoral.
“Los unos y los otros son cainitas y no tienen cultura alguna de gobierno, y Álvarez es un buen tipo que ha salido espantado de ese mundo”, concluyen en el PSOE. Pues con esos mimbres tienen que construir el segundo gobierno de coalición desde la Segunda República.
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