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CRÓNICA

Sánchez mantiene el suspense sobre el nuevo gobierno mientras Díaz ultima su cuota dentro de la coalición sin Podemos

Pedro Sánchez, este jueves en el Congreso

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Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres (escribió Eduardo Galeano en el Libro de los Abrazos), pero aquí en España la gente protesta porque hay una mayoría parlamentaria que no le agrada, porque creen que España se rompe en pedazos y porque Pedro Sánchez ha llegado a un acuerdo con los independentistas catalanes para impulsar una ley de amnistía que pase la página del procés. Más por la necesidad de los votos que por convicción, ya que arrastra un innegable histórico de contradicciones. Así es, pero nadie puede sostener que la decisión no sea coherente con los indultos concedidos en la anterior legislatura. Tampoco, que la hemeroteca puede sacar los colores a políticos de todo signo o que la cesión no forme parte de la cultura de todo pacto.

Si Aitor Esteban hablara, como él mismo dijo este miércoles desde la tribuna del Congreso, o si lo hicieran los hombres de Puigdemont para contar cómo, cuándo y qué les ofreció el PP para investir a Feijóo, esa masa enfurecida que hoy grita, insulta y acusa de traidor y dictador a Pedro Sánchez, no incendiaría la calle. Tampoco el PP señalaría desde sus redes sociales uno a uno a los diputados que han votado sí en una investidura propuesta por Felipe VI, con una campaña de hostigamiento como no se recuerda en democracia.

Pese al ruido, la furia o el medio centenar de militares franquistas que han firmado un manifiesto para llamar a un golpe del Ejército que aparte de la presidencia a un candidato elegido democráticamente, Sánchez se ha convertido en uno de los pocos presidentes progresistas que hoy hay en Europa, un marco donde se reconoce a su trayectoria un tamaño muy superior al que se le concede en España. Aquí, de hecho, después del 28M, cuando el PP ganó las elecciones municipales y autonómicas, ni los suyos daban un euro por su continuidad al frente del Gobierno. 

Lo ha vuelto a hacer. Contra todo pronóstico y con todos los poderes fácticos en contra. No es la primera vez, si bien en esta ocasión la virulencia de la derecha política, mediática, judicial, empresarial y hasta mediática ha traspasado límites hasta ahora inexplorados porque daban por sentado que del 23J saldría un gobierno de derechas. Por eso la XV Legislatura arranca, además de  con un exceso de decibelios, con una mayoría parlamentaria compuesta por aliados de aristas muy diferentes y complicada de gestionar para los socialistas. De un lado, la competición entre el PNV y Bildu a unos meses de las elecciones vascas. De otro, la rivalidad entre Junts y ERC. Y por si fuera poco, la tensión que se vive a la izquierda del PSOE entre Sumar (su socio de coalición) y el partido que fundó Pablo Iglesias. La última pugna por el reparto de carteras ministeriales es de bochorno e impropia de formaciones con un mínimo de cultura política o sentido de la institucionalidad.

Con este panorama, no extraña que Sánchez haya decidido darle una vuelta más al organigrama y a los nombres que integrarán el nuevo gobierno. El presidente mantiene la tensión tras comentar con sus colaboradores que hay aspectos a los que aún tiene que dar una vuelta para cerrar un Ejecutivo que, en principio, contará con menos carteras que el actual y para el que quiere nombres de marcado perfil político. 

Los incuestionables y las salidas fijas

Salvo las piezas fijas que nadie cuestiona como Félix Bolaños, María Jesús Montero, Teresa Ribera y Yolanda Díaz, el resto de ministros viven en un 'ay' a la espera de la llamada presidencial para saber si mantienen el cargo o irán fuera. No hay dudas sobre la salida de Pilar Llop (Justicia), Raquel Sánchez (Transportes), Ione Belarra (Asuntos Sociales), Irene Montero (Igualdad), Alberto Garzón (Consumo), Miquel Iceta (Cultura) y de José Manuel Miñones (Sanidad). El resto de posibles bajas o nuevas incorporaciones son cábalas porque el presidente sólo ha compartido los nombres que un par de personas de su ámbito de confianza -ni siquiera con todos sus colaboradores- que son tan herméticos como él y saben que una sola filtración puede hacer que Sánchez cambie de planes.

Un nuevo impulso al PSOE en los territorios

La que arranca no es una legislatura cualquiera y Sánchez prefiere repensar los cambios que desde hace días tenía en la cabeza y que, por el motivo que sea, no termina de encajar. Además de en el diseño del Gobierno, el presidente proyecta ya dar un  nuevo impulso al PSOE, y ha dado instrucciones para que se empiece a trabajar en el fortalecimiento de unos territorios y en algunos relevos al frente de las secretarías generales. Extremadura, Aragón y  Valencia están ya en ello, pero Sánchez piensa en otras federaciones donde cree necesario que haya cambios en el liderazgo orgánico más pronto que tarde con la vista puesta en las autonómicas de 2027.

Todo ello, mientras Yolanda Díaz, su socia de coalición,  piensa desde hace tiempo cómo encajar todas las piezas de su espacio político en un número reducido de ministerios. Un puzzle que ha ido cambiando en las últimas semanas en función de las negociaciones con Pedro Sánchez. El dibujo de la cuota de Sumar en el Gobierno quedó más o menos definido el viernes, después de que el equipo negociador de la vicepresidenta mantuviese una ronda de contactos con todos los partidos. Díaz y el presidente del Gobierno terminaron de cerrar ese día por la tarde los detalles. 

Todo apunta a que Sumar tendrá cinco ministerios. Parece seguro que Díaz mantendrá Trabajo y una vicepresidencia; que Más Madrid se hará con la cartera de Sanidad, que irá para Mónica García; los comuns se quedarán con Cultura, que estará en manos de Ernest Urtasun. Izquierda Unida tendrá un ministerio, que sería para su portavoz, Sira Rego; y una quinta cartera irá para alguien cercano a Díaz. Todas las miradas apuntan al exdiputado de Podemos Pablo Bustinduy.  

El viernes se despejó además una de las incógnitas que pendían sobre estas negociaciones desde hace tiempo: si Podemos estará o no en el Gobierno. Ione Belarra e Irene Montero habían elevado la presión durante la semana de la investidura para que su partido mantuviese un asiento en el Consejo de Ministros. Las ministras insistían en formar parte de la nueva coalición a pesar de que las relaciones con Sumar están prácticamente rotas desde hace tiempo. 

Pero la presión no provenía únicamente desde Podemos. También otros dirigentes de peso en Sumar habían defendido la presencia del partido en el nuevo Gobierno, un reclamo al que se sumó el Partido Socialista, que teme un escenario para la legislatura en el que tenga que negociar por separado cada ley con los cinco diputados de Podemos, como ya han advertido los de Belarra. Sin esos votos, el Gobierno no puede, por ejemplo, sacar iniciativas que precisen de mayoría absoluta. La preocupación va incluso más allá cuando se piensa en la alianza táctica que los morados mantiene con ERC y Bildu. El problema ya no serían 5 diputados, sino 19.

El viernes, el jefe de gabinete de Díaz y su principal negociador político, Josep Vendrell, mantuvo una reunión por videollamada con la secretaria de Organización de Podemos, Lilith Verstrynge, que se encontraba de viaje en París para un acto del partido con eurodiputados de izquierda. Vendrell le hizo llegar un documento, adelantado por elDiario.es, para un acuerdo entre las dos formaciones políticas, en el que Sumar ofrecía a Nacho Álvarez como ministro de Podemos. A cambio, los de Belarra debían firmar otros siete puntos que obligaban al partido a cesar los “ataques e insultos” a miembros de Sumar y a mantenerse en la coalición electoral durante el ciclo político. 

Álvarez era hasta el viernes miembro de la ejecutiva de Podemos y ha ejercido como secretario de Estado de Derechos Sociales, a las órdenes de Belarra, durante toda la legislatura. Lleva en Podemos desde su nacimiento, ha redactado los puntos económicos de casi todos los programas electorales y ha negociado en nombre de Unidas Podemos los presupuestos desde 2019.

Yolanda Díaz pensó en él como ministro por dos razones: por su valía intelectual y capacidad de gestión y también porque ve en él un perfil conciliador. Esas fueron también las razones que la llevaron a proponerlo como portavoz económico de Sumar durante la campaña electoral y como negociador principal del acuerdo de Gobierno con el PSOE tras el 23J. Ese movimiento fue visto en Podemos como una suerte de traición y generó un malestar en la dirección que se ha alargado hasta hoy.

Consciente de los problemas que podía generarle asumir una cartera ministerial sin el beneplácito de su partido, Álvarez trasladó a Díaz que no sería ministro si Podemos no lo aceptaba. Esa es la razón por la que el viernes comunicó que rechazaba ser ministro y dimitía de todos su cargos en el partido. Aseguró que ya no contaba con la confianza de la dirección.

Podemos viene advirtiendo desde hace semanas que los ministros de Podemos los elige el partido. Esa es la respuesta que Verstrynge trasladó someramente a Vendrell en la llamada del viernes y esa fue la respuesta oficial que publicó Belarra en sus redes sociales: Montero debe ser ministra de Igualdad y las negociaciones deben plantearse sin vetos. 

En el partido sentó muy mal el documento planteado por Sumar. No solo porque reclaman elegir a sus ministros sino por las condiciones que acompañaban el texto. “Podemos se compromete a cesar en los ataques públicos y en los insultos a miembros de Sumar, incluida Yolanda Díaz”, dice la propuesta de acuerdo. Esa referencia a las críticas y al cumplimiento de los acuerdos se produce después de meses de choques por parte de Podemos contra Díaz y Sumar, un partido al que sus dirigentes han tachado de izquierda “dócil” o “servil al régimen”. 

En Podemos piensan que Sumar nunca tuvo la voluntad de negociar su presencia en el Gobierno y que por eso planteó un documento “inaceptable” a pocas horas del cierre de las negociaciones y después de meses sin responder a ninguna de las propuestas políticas que el partido planteó para esta investidura. En el entorno de Yolanda Díaz sostienen sin embargo que no descartaban contraofertas a ese documento, si pensaban que Álvarez no era la figura indicada, y que podrían haberlas valorado, pero que nunca llegó otro nombre que no fuese el de Montero como titular de Igualdad, una cartera que todo apunta a que esta legislatura quedará en manos socialistas. 

Sumar planteó en las reuniones con los partidos un acuerdo similar al que envió a Podemos, sostienen fuentes cercanas a Díaz, aunque solo el de Belarra tenía una referencia a los “insultos y ataques” contra miembros de la plataforma de Díaz. También aseguran que los perfiles de los ministros de cada una de las fuerzas políticas que se integrarán en el Gobierno se hablaron con esos mismos partidos. Ninguna de las partes cree que exista ya espacio para la negociación. Salvo sorpresa mayúsculas de última hora, Podemos se quedará fuera del Gobierno y profundizará con toda seguridad el camino de distanciamiento de Sumar.

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