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El futuro de Unidos Podemos: ¿alianza electoral o bloque histórico?

Pablo Iglesias y Alberto Garzón anuncian el acuerdo entre Podemos e IU en la Sala Mirador.

Aitor Riveiro

“La cuestión es que algo está fallando y tenemos que corregirlo”. La frase, enterrada en los 60 folios del informe político con el que el coordinador federal de IU, Alberto Garzón, rendirá cuentas este sábado ante la Asamblea Político y Social de la coalición, pone de relieve el estancamiento en la estrategia que tanto la coalición de izquierdas como Podemos han definido en sus respectivas asambleas: avanzar de la mera alianza electoral y convertir al espacio político Unidos Podemos en algo más. Cuando se va a cumplir un año de las elecciones del 26J, ese objetivo está cuando menos estancado.

La alianza electoral que forjaron Pablo Iglesias y Garzón antes de la repetición electoral de junio de 2016 tenía visos de convertirse en algo más. “Unidos Podemos ha venido para quedarse, será una fuerza política esencial”, señaló el secretario general de Podemos poco después del fiasco del 26J ante el Consejo Ciudadano de su partido. Era la primera reunión de la dirección estatal y comenzaban a fraguarse las diferencias de estrategia que se pusieron sobre la mesa en los distintos procesos asamblearios del partido hasta Vistalegre 2.

Aquél 9 de julio, Iglesias ya habló de la “generosidad” de quienes reciben el reconocimiento de “liderar” el espacio del cambio. Y añadía: “Si aspiramos a ser la referencia o el motor de ese espacio político complejo y plural , y es uno de los grandes aciertos estratégicos, deberemos asumir el desafío de construir un bloque histórico con los movimientos populares”.

IU ratificó el pasado verano en la XI Asamblea federal un objetivo similar. La coalición lo ha teorizado muchas veces y, en origen, así se planteó su fundación en 1986. En septiembre de 2016 IU aprobó “contribuir a la creación de un sujeto social histórico para la ruptura”.

Mientras, en Podemos la disputa se hacía evidente entre las tesis de Pablo Iglesias y las del por entonces secretario político. Uno apostaba por ese “bloque histórico”, mientras el otro quería un partido con alianzas. Ganó la apuesta de Iglesias.

En enero de 2017, Garzón compartió tribuna con Iglesias, Xavi Domènech (En Comú) y Yolanda Díaz (En Marea). A un mes de Vistalegre 2, Garzón ironizaba con la confusión entre IU y Podemos. Y se ponía de ejemplo: “A la gente que me para por la calle y me dice que soy de Podemos y que siga así, yo no les corrijo porque voy a seguir así”. Y aseguraba que él no es “un patriota de partido”, sino “un patriota de ideología”.

Apenas unos meses después, el informe que presentará este sábado Garzón, adelantado por eldiario.es, hace una apuesta clara por diferenciar IU de Podemos. El líder de IU lo justifica en dos elementos. El primero, el regreso de Pedro Sánchez a la primera línea política con un “perfil renovado y outsider”, lo que permitiría al PSOE pugnar con Podemos por el espacio social “anti-establishment”. Lo que en Podemos llaman “el afuera”, cuyo crecimiento por la crisis económica y su posterior gestión ha permitido el “momento populista” que propició la irrupción y ascenso del partido que lidera Pablo Iglesias.

Ese espacio le es ajeno a IU, según las conclusiones del mismo informe. Pero Garzón añade otro motivo. El triunfo de Sánchez supone una “recomposición de la izquierda”. Y ahí se abre hueco para “la izquierda organizada de tradición marxista” que representa IU pero que se encuentra con un problema: “la falta de suficiente visibilidad” mediática. Pedro Sánchez ya se ha lanzado a por ese espacio de izquierdas que quiere recuperar para el PSOE.

Garzón advierte del “desgaste” de Unidos Podemos y señala la incapacidad que han tenido para ganar terreno durante todo el tiempo que el PSOE ha estado descabezado y apoyando al Gobierno de Mariano Rajoy. El líder de IU reitera su apuesta por la “alianza electoral”, pero ya duda de que haya coincidencia estratégica en la pata social: “El espacio de Unidos Podemos no está operando como un espacio político que vaya más allá del Parlamento”.

Justo lo contrario a lo que ambos, Garzón e Iglesias, teorizaron en 2016. Y uno de los arietes que ambos emplearon en sus, por otro lado, desiguales disputas internas.

Pablo Iglesias salía al paso del informe de Garzón con unas diplomáticas declaraciones en el Congreso donde insistía en la “generosidad” que su partido, el mayoritario del espacio político, debe tener con quienes han reconocido su liderazgo. Y recuperaba la idea del “bloque histórico”. 

Fuentes de ambos partidos sitúan la carga de la prueba enfrente. Desde Podemos se alude a los problemas internos de Garzón, sobre todo en algunas federaciones más alejadas de su estrategia de acuerdo con Iglesias, y sobre todo a la inminente segunda fase del Congreso del PCE, que debería renovar la dirección comunista.

Desde IU, sin embargo, se echa de menos una mayor colaboración en la organización de movilizaciones populares, en todo lo que tiene que ver con el “afuera” de las instituciones. 

Unas movilizaciones que deberían ser la base de la “politización del dolor” que tanto Iglesias como Irene Montero defendieron con ahínco en los días previos a Vistalegre 2 y que serviría como palanca para repolitizar a las clases populares, aquellas más dañadas por la crisis y que, según el informe de Garzón, vota mayoritariamente al bipartidismo, especialmente al PSOE.

Un año después de las elecciones de junio de 2016 la alianza estatal entre Podemos e IU sigue sin cuajar más allá de una coalición electoral y de una colaboración muy estrecha en el Parlamento, donde han compartido la práctica totalidad de las votaciones pese a que no hay obligación de posicionarse igual dentro del grupo confederal. El “bloque histórico”, de momento, sigue esperando.

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