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Vox complica la vida a Feijóo en su primera semana al frente del PP

Alberto Núñez Feijóo en una imagen de archivo

Aitor Riveiro

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Alberto Núñez Feijóo se ha estrenado en la planta noble de la sede del PP con problemas muy similares a los que dejó el desahuciado Pablo Casado. Algunos, incluso, se han agravado. Es el caso de la relación con Vox. Casado se fue sin que la ultraderecha hubiera entrado en ningún gobierno de la mano del PP. Pero unas horas después de que Feijóo fuera proclamado como presidente del partido, Alfonso Fernández Mañueco daba vía libre al pacto para un gobierno de coalición con Vox en Castilla y León. El dirigente gallego ni siquiera ha querido confirmar si acudirá o no a la investidura de Mañueco, en la que podría coincidir con Santiago Abascal. Una foto que parece no interesar a Feijóo.

El propio Abascal se ha convertido esta semana en un problema para el presidente del PP, pese a su escasa presencia parlamentaria. El presidente de Vox arremetió en un hilo de Twitter contra el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, después de que este mencionara el martes en su alocución al Congreso el bombardeo de la aviación de Adolf Hitler sobre la población vasca de Gernika durante la Guerra Civil.

“Estamos en abril de 2022, pero parece abril de 1937”, dijo el presidente ucraniano en una referencia aplaudida por toda la Cámara Baja, pero que provocó inmediatamente la reacción de los bots ultras en redes, que hicieron “Paracuellos” trending topic. El problema vino después. Primero fue el eurodiputado de extrema derecha Hermann Tertsch, quien lanzó sus mensajes revisionistas en Twiter. Y este jueves, el propio Abascal se sumaba a la banalización de lo ocurrido en Gernika, un ataque que el consenso historiográfico internacional señala como un antecedente de los bombardeos nazis masivos de la Segunda Guerra Mundial.

“Puestos a establecer comparaciones quizá habría sido más acertado hablar de Paracuellos”, dejó escrito el presidente de Vox, quien tampoco ha tenido a bien mencionar episodios de la Guerra Civil como la matanza de Badajoz o la recientemente homenajeada Desbandá de Málaga. Vox votó en contra y el PP se abstuvo.

Pero no solo. A Abascal le parecía mejor que recordar al bando fascista de la Guerra Civil hablar “de la invasión napoleónica” o de “la persecución asesina de españoles en tierra vasca durante décadas”. Incluso tuvo tiempo en su hilo para defender a las empresas españolas señaladas por Zelenski por sus negocios en Rusia.

Para añadir más leña a la hoguera, este miércoles un diputado de Vox comparaba al presidente del Gobierno con Adolf Hitler y al ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, con Joseph Goebbels. “Usted es un propagandista que deja en un párvulo alumno al doctor Goebbels, usted está al servicio de un sujeto que, manteniendo el símil, podemos decir que es como el Führer, porque la propaganda cuantificada en los Presupuestos excede los 70 millones en lo que se llama apoyo informativo”, les espetó desde la tribuna del Congreso. Nadie en Vox le ha desautorizado.

El ascenso de Vox a partido de gobierno de la mano del PP pone final a la estrategia de Casado de no compartir sillones con la ultraderecha. Feijóo ha intentado desmarcarse de dicho acuerdo y lo ha situado como parte del legado de Casado. Casi le sale bien, porque el acuerdo estuvo cerrado en los días previos a que el gallego fuera coronado presidente.

Pero Vox paró las conversaciones, aumentó sus exigencias y prolongó las negociaciones en una maniobra que desde el PP de Castilla y León no dudaron en relacionar con el ascenso de Feijóo. De hecho, un dirigente destacado del partido de Mañueco lo señaló expresamente en conversación con los periodistas en Sevilla durante un descanso del XX Congreso Nacional.

Mañueco cede en aspectos culturales cruciales para Vox y que separan al nuevo PP de Feijóo de la imagen de moderación y transversalidad que quiere ofrecer. Uno de los momentos más complicados durante la campaña de primarias internas sin rival de Feijóo se produjo cuando dijo que si un padre mata a sus hijos “por un problema” con su pareja, “no es violencia machista”. Una tesis ampliamente defendida en la ultraderecha y que el propio presidente gallego tuvo que rectificar.

La sesión de investidura del presidente de Castilla y León se celebrará el lunes que viene. Y su toma de posesión, después de Semana Santa. Pero Feijóo no ha sido capaz de confirmar si asistirá o no a alguna de las dos citas. Tampoco si querría o no acudir. No es el gallego muy amigo de anticipar sus movimientos. De hecho, ha convertido el “hermetismo”, en palabras de sus diputados, en su seña de identidad. Pero no aclarar si acompañará al que será el primer presidente autonómico de su mandato sí invita a pensar en que está, cuando menos, midiendo riesgos.

Como también lo tiene que hacer el que se ha erigido en el gran aliado autonómico de Feijóo en este nuevo PP baronizado, Juan Manuel Moreno. El presidente andaluz se enfrenta a la duda de cuándo convocar las elecciones que se tienen que celebrar sí o sí antes de final de año. Su idea era hacerlo a la vuelta del verano, en otoño. Pero la crisis económica y los datos de Vox en las encuestas le han llevado a plantear la opción de que sean ya mismo, en junio.

Es en esas elecciones donde se podrá testear por primera vez la incidencia de la llegada de Feijóo a la presidencia del PP. Sea cual sea el resultado de Moreno, se hará una lectura en clave estatal. Si le va bien, el gallego podrá respirar. Si no, se confirmará que los problemas que tenía Casado no eran únicamente por su personalidad y la de su número dos, Teodoro García Egea. Pero en ambos casos Vox tendrá una importante presencia. Todo un reto para quien está evitando tildar de “extrema derecha” a los de Abascal y quiere que sus votantes regresen al PP.

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