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Qué ha pasado para que Vox sea la estrella invitada en el día contra la violencia machista

Abascal y Ortega Smith saludan a sus partidarios en la noche electoral del 10N.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Lorena Roldán –portavoz de Ciudadanos– afirmó que es “una auténtica vergüenza” que Vox hubiera bloqueado en Madrid la adopción de una declaración institucional contra la violencia de género. José Luis Martínez-Almeida –alcalde de Madrid– denunció el “silencio atronador” de Vox ante los intentos del PP para que aceptaran ese texto.

La derecha intenta sonar convincente al pretender explicar que no es lo mismo que Vox. Han sido sus actos del último año los que introducen altas dosis de escepticismo en esa idea.

Este martes, PP y Ciudadanos continúan necesitando los votos de Vox en varias comunidades y ayuntamientos. Ellos decidieron no poner ninguna barrera a un posible pacto nacional con la extrema derecha antes de las elecciones de abril –Casado incluso les ofreció entrar en el Gobierno– y luego pactaron con ellos después de los comicios de mayo. Es el socio imprescindible de conservadores y liberales en España desde que el universo electoral del PP se hizo pedazos.

Frente a los que prefieren relacionar a Vox con el pasado (el franquismo), la irrupción de Vox tiene mucho que ver con el presente (un corrimiento de tierras dentro del voto conservador en España) que se ha hecho aún más evidente en las elecciones de noviembre y tiene visos de prolongarse en el futuro.

Sobre la dependencia de Vox para PP y Ciudadanos, puede recordarse la frase que se atribuye a Franklin Roosevelt cuando dijo de Anastasio Somoza (o quizá de Rafael Trujillo): “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Es decir, nos gustará más o menos algunos días, pero es nuestro aliado estratégico que nos acompañará hasta el final. Y ahí se acaba el debate en la derecha española sobre este dilema que tardó segundos en resolverse y que quedó sellado con la foto de la manifestación de Colón.

Espectáculo repetido con el mismo resultado

Javier Ortega Smith se aplicó el lunes a repetir el espectáculo que dio en septiembre en Madrid cuando sacó una pancarta contra la ley de violencia de género en una concentración ante el Ayuntamiento, lo que dejó en ridículo a Almeida. El alcalde se vio obligado a implorar al portavoz municipal de Vox (“me gustaría que me hubieras comunicado que venías con una pancarta”) para que no hiciera lo que había venido a hacer: boicotear ese acto. No podía ponerse muy exigente: debe su cargo a los votos de la extrema derecha.

Repetir la jugada no era tan complicado cuando te lo ponen tan fácil. El Ayuntamiento organiza un acto contra la violencia machista y lo hace de forma que ofrece también una plataforma pública a Vox para atacar la ley que intenta proteger a las mujeres de una violencia estructural. Ante tamaño regalo, cómo desaprovecharlo.

El plan previsto por el Ayuntamiento era que interviniera la concejala Arantzazu Cabello en nombre de Vox. Según fuentes municipales, nunca se cuestionó la intervención de todos los grupos, porque eso es lo que se había hecho en años anteriores. Hay que suponer que el grupo de Vox había elegido a Cabello, pero que en el último momento optó por la presencia de Ortega Smith. Si se presentaba el líder de la ultraderecha en la Corporación, el impacto sería obviamente mayor en los medios.

Lo que ocurre en los medios de comunicación

La repercusión es un elemento fundamental. Por mucho que Vox se mueva con agresividad en las redes sociales, eso no es suficiente para condicionar el debate político. También necesita a los medios de comunicación por mucho que alardee de lo contrario.

El día dedicado a la lucha contra la violencia de género tuvo una cobertura informativa condicionada por el partido que niega que tal cosa exista. Todo el día giró en torno a ellos, al menos hasta las manifestaciones feministas de la noche. Lo único que se salió del guión de Vox, porque no podían prever que ocurriera algo así, fue el momento en que Nadia Otmani, condenada a una silla de ruedas por la violencia machista y situada a escasos centímetros de Ortega, le increpó a gritos por la postura de su partido. “No pueden venir aquí a reventar este acto de conmemoración, no hay derecho. Es una provocación en toda regla”, dijo después a este medio.

Fue una provocación que tuvo una excelente traducción televisiva para Vox. Se convirtió en la noticia de la mañana. Una cadena de televisión dio incluso en directo el canutazo del dirigente de Vox (las declaraciones de Ortega Smith a un grupo de periodistas tras el acto), que así tuvo la oportunidad de gozar de la última palabra.

La táctica de la avestruz nunca es una buena respuesta periodística. Su trabajo consiste en ofrecer información, no en ocultarla. Pero la forma en que recoge esa realidad, la elabora y la difunde sí es responsabilidad suya. Dejar que sea una imagen o una declaración de alguien quien tape todo lo demás concede en la práctica a sus autores la capacidad de dictar cómo será la cobertura. Permitirlo en un tema como el de la violencia machista es algo más grave que en asuntos como los impuestos, las competencias autonómicas o la vivienda.

Vox representa varias cosas, y una de ellas es un tipo de masculinidad tóxica que alimenta su resentimiento al creer que está siendo tratada de forma injusta por una sociedad que supuestamente favorece a las mujeres. Buscar un enemigo es una misión elemental para la extrema derecha en Europa y EEUU.

No es un sentimiento –cuando arraiga entre sus votantes– que se pueda conjurar con hechos, factchecking ni, mucho menos, campañas institucionales. Si te dejas llevar por la paranoia, o quieres explotarla, lo menos que puedes hacer es pensar que los gobiernos y los medios están metidos en esa conspiración. En su mentalidad, el hecho de que intenten refutarles prueba la existencia de esa conspiración. Es un razonamiento circular en el que es difícil penetrar.

Todo partido que se opone de forma frontal al sistema político cuenta con un sueño húmedo que se repite: tener éxito en implantar la idea de que ellos son los adversarios más efectivos de ese sistema. Formar parte de un gobierno podría ser un problema al obligarte a aceptar cesiones o componendas. Fuera de él, hay barra libre todos los días. Luego, no pagas las copas e incluso destruyes algunos muebles. Tus votantes te apoyarán, porque ellos quieren que alguien provoque daños en un edificio al que no respetan.

Para los votantes de Vox, el lunes fue un día bien invertido.

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