Susana Herrero, voluntaria de Juntos caminando: “En los hospitales hay más soledad de la que pensamos”
Solo tenía 35 años, pero a Enelda apenas le quedaban fuerzas. Estaba ingresada en cuidados paliativos en el Hospital Virgen de la Poveda, en Madrid y, poco a poco, se iba apagando. Sin embargo, a su lado, Susana Herrero (Lyon, 1965) le daba la mano. No era ni su madre, ni su hermana, ni siquiera su amiga, pero allí estaba acompañándola y cuidándola. “Todavía hoy me emociono... Cuando visitas a una persona, empieza a formar parte de tu vida. Enelda me decía que yo la entendía, incluso llorábamos las dos juntas”, recuerda todavía con la voz quebrada. Ha pasado mucho tiempo desde aquello. Ahora, con la pandemia, Susana se sigue poniendo su chaleco blanco de voluntaria dos días a la semana, pero, hasta que vuelva la normalidad, tiene que acompañar a los enfermos y ancianos desde el otro lado del teléfono.
Esta voluntaria, hija de emigrantes españoles en Francia, decidió crear Juntos caminando por el mundo, con unos amigos, en 2018, para intentar “paliar la soledad de los enfermos y las personas que están solas”. Ella tiene impregnado en la memoria el olor tan característico de los hospitales. Allí ha pasado muchísimo más tiempo del que le hubiese gustado a lo largo de su vida: entre camillas, pasillos interminables y luces blancas, a veces, cegadoras. Primero, tras perder en un aborto espontáneo a uno de sus gemelos. Después, cuidando de su madre que murió en tres meses tras ser diagnosticada de un cáncer de colón, y, años después, de su padre, que también se fue por culpa del cáncer. “Me di cuenta de la soledad que sufrían algunas personas en los hospitales. Más de la que pensamos. Hay mucha gente que vive sola y que cuando está ingresada no recibe visitas. Unos porque son hijos únicos sin familia, otros porque no vienen a verles… Hay un sinfín de historias, pero ahí estamos nosotros para apoyarles”.
Los treinta voluntarios que forman parte de la Asociación Juntos caminando no juzgan nunca. Solo escuchan, acompañan y ayudan: “Somos poquitos, pero estamos orgullosos porque tenemos gente muy joven, de diecisiete años, que está muy implicada y que quiere hacer el bien a la gente mayor que lo necesita”. Aunque reconoce que no siempre es fácil encontrar a personas que se comprometan a dedicar dos horas a la semana a los demás, en el hospital y la residencia de la localidad de Villa del Prado: “Muchos se entusiasman con la idea de ayudar, pero luego se dan cuenta de que no pueden o de que no tienen tiempo”. Susana, sin embargo, aunque dirige el servicio de restauración de un hotel, siempre encuentra tiempo para ellos: “Me compensa muchísimo. No sé cómo explicarlo, pero es algo muy grande. Todo el mundo debería probarlo”.
Durante los primeros meses de la crisis sanitaria, Juntos caminando colaboró con Servicios Sociales y Protección Civil del Ayuntamiento de esta localidad madrileña en la que viven Susana y su familia, ayudando a repartir mascarillas, alimentos y medicamentos. Estos meses de tercera ola, cuando todavía mucha gente está enferma y sola por culpa del coronavirus, añora y desea que vuelvan pronto aquellos días en los que conversaba, escuchaba y jugaba a las cartas con esas personas que tanta compañía necesitaban y siguen necesitando: “Lo mejor es cuando te veían entrar por la puerta y te regalaban esa sonrisa… Es un momento muy especial”.
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