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Historia de una canción

'Carreteras infinitas' de Sidonie: “Es un himno de furgoneta y de festival”

Eva Baroja

7 de abril de 2021 23:15 h

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A los de Sidonie, nunca ha habido rival que les pueda hacer callar. Marc, Axel y Jesús se lanzaron a la carretera hace veinticuatro años y acumulan tantos kilómetros como recuerdos en la retina. Imparables, con la melena al viento por la ventanilla. Carreteras infinitas es su tema más icónico, pero, para ellos, es sobre todo “un himno de furgoneta”. En ella, pasaron muchas horas muertas yendo, al principio, a lugares en los que la gente había venido a ver a otro grupo. Y, después, a sitios en los que les esperaban con auténtico fervor. Hace ya tiempo que dejaron de llegar “afónicos” a “los bolos” por tirarse todo el viaje cantando en la furgoneta. “Hemos perdido ese momento, pero ahora, al menos, cuidamos la voz”, reconoce el vocalista Marc Ros. 

Carreteras infinitas es la canción que consigue levantar a todo un festival. Casi desde el principio, cuando empiezan a sonar las palmas que acompañan a la batería y el riff inicial, pegadizo, de guitarra. “Nos gusta mucho tocar en directo. Muchos años hemos sido el grupo con más bolos y kilómetros a sus espaldas. Esta canción es una forma de decir que aquí estamos para llevar nuestros sueños a vuestras casas, ciudades, pueblos”, explica Ros. La pandemia les ha impedido montarse en la furgoneta tanto como les gustaría. Y han tenido que posponer muchos conciertos de su último disco El regreso de Abba (2020). Sin embargo, este parón les ha afianzado en su convicción de que son “músicos, juglares y bufones en el mejor de los sentidos”. Así lo cree Axel Pi, el batería del grupo. Son “tíos normales” que solo quieren hacer rock, pop, indie o lo que sea. Porque lo importante es hacer buenas canciones. 

Ese siempre fue su sueño. Por eso, aunque las cuentas no les salían, abandonaron sus trabajos como teleoperador (Jesús), obrero en una fábrica (Marc) y la carrera de Medicina (Axel). Apostaron todo y se dejaron abrazar por la música. En directo, son viscerales. Tan enérgicos que incluso pueden terminar un concierto en calzoncillos. Sus temas invitan a bailar, a saltar, a empujarse. “Estos meses, cuando hemos tocado, hemos visto rotura de nalgas entre el público. La gente tiene que estar sentada por las medidas sanitarias y ya no sabe qué hacer, necesita moverse”, comenta Ros entre risas. Aún así, se siguen poniendo “ultranerviosos” antes de salir. Su ritual siempre es el mismo: chupito de whisky, brindis, abrazo. Eso les protege ante de salir al escenario. “La primera vez que tocamos Carreteras infinitas en directo, cuando dejábamos de cantar, oíamos a la gente cantándola encima de nosotros. Y cuando nos la enseñó Marc nos pasó lo mismo. Identificamos una canción redonda”, recuerda Jesús Senra, Jes para sus colegas de la banda. 

“Es un homenaje a la cultura pop”

Marc Ros la compuso en una escena completamente anodina: una noche, en pijama, viendo una película que hoy no recuerda cuál es. Puede que fuese una italiana de los ochenta y por eso la canción tenga esas reminiscencias. Del sofá saltó al estudio de su casa para componer primero la melodía. Después vino la letra, cantada en un “inglés inventado” y escrita casi de forma automática “como los surrealistas”. Por todas sus referencias, Carreteras infinitas es también un homenaje a la cultura pop del siglo XX: “Hago mención a ”tengo una chica y una pistola“, que es una frase que decía el cineasta Jean Luc Godard: 'Para que una película tenga éxito, tiene que tener una chica y una pistola'. 'Un crucero de placer' que en realidad es Vacaciones en el mar, una serie de los ochenta. También, tiene algo de Jack Kerouac y su libro En el camino, que habla del hecho de lanzarse a una carretera”. A ellos todavía les queda mucho asfalto por quemar. Que ahora toque Sidonie, que tengo ganas de bailar. 

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