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Humor al cubo

Ni 20.000 personas tirándole botellas impidieron a Antonio Castelo contar sus chistes

Antonio Contreras

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Antonio Castelo es uno de los cómicos más activos de nuestro país. Reúne dos facetas que rara vez coinciden en su profesión. Además de dedicarse a su faceta artística dentro del mundo de la comedia, tiene una intensa vocación emprendedora. Todos los compañeros del sector lo conocen porque siempre anda buscándoles para montar alguna movida. En la actualidad, sus dos principales ocupaciones se centran en su participación diaria en el programa Todo es mentira, de Cuatro, donde trabaja en el siempre difícil género del humor político y, por otro lado, sigue sumando proyectos a una plataforma de podcasts bautizada como Phi Beta Lambda. Lejos quedan sus inicios que, como suele ser habitual, no fueron sencillos. Vivió algunos momentos que, aunque lo intente, son difíciles de olvidar.

¿Cómo te va en tu trabajo televisivo en Todo es mentira?

La verdad es que me va superbien. Trabajar en contenidos de actualidad me ha obligado a estar mucho más al día de todo lo que ocurre. Llevo unos años trabajando en la radio en el A vivir que son dos días con Javier del Pino. Es un genio y me ha enseñado su forma de entender y de hacer periodismo. He aprendido mucho con él. De hecho, es el trabajo que más me ha durado en la vida. Me entusiasma estar allí los fines de semana. En el caso del Todo es mentira, lo que ocurre es que es un programa diario y te obliga a ser capaz de reaccionar con mucha más velocidad y a estar mejor informado siempre de todo lo que ocurre.

Hacer humor político siempre da problemas. ¿Te controlan mucho tus comentarios?

Tengo que reconocer que me dejan decir siempre lo que quiero. Nadie me controla, ni me condiciona mis chistes o comentarios. Intento aplicar el sentido común y ser consciente de dónde estoy y lo que hago, pero Risto Mejide nos da completa libertad, lo cual merece un reconocimiento. Siempre me ha gustado seguir la actualidad y estar enterado de lo que pasa. Ahora, trato de estar al corriente de todo lo que ocurre y estoy siempre dándole vueltas a chistes sobre cada asunto y cada personaje. 

¿Tienes claro qué tipo de humor te funciona mejor?

Cada cómico tiene sus propios recursos. Yo tengo los míos y son los que más utilizo. Por ejemplo, a mí me encanta crear historias que tengan vida durante días o, incluso, semanas. Más que buscar un chiste que empieza y termina en el momento que lo sueltas, intento insistir en alguna idea para que el espectador sepa de qué va y ya desde el primer momento entienda la comedia. Así que, podríamos decir que lo que me gusta es crear modas de chistes que puedan vivir un tiempo.

¿Cuáles han sido algunas de las últimas 'modas' que hayas trabajado?

Casi siempre van unidas a personajes concretos que se caracterizan porque cada vez que hablan siempre sueltan algo que da juego. Por ejemplo, Teodoro García Egea, el secretario general del PP, es un máquina. Cada intervención suya siempre tiene algo especial que da juego para hacer chistes. Otras veces, me vale una frase concreta para empezar como cuando Fernando Simón dijo en Navidad: “Nos lo estamos pasando demasiado bien”. También utilizo asuntos que, aunque no vayan unidos a una persona en concreto, dan mucho juego. Estos días, en mitad del lío que estamos viviendo, me ha hecho mucha gracia la importancia que ha adquirido el 'culillo' de las vacunas. Con el problema de abastecimiento que hay, es chocante que rebañar hasta el último 'culillo' de cada botecito acabe por ser trascendental. Acaba sonando a lenguaje casi infantil y eso suena siempre divertido.

¿Cuáles son tus políticos preferidos en la actualidad?

Desde la perspectiva del humor, los que más juego dan son los que se convierten en personajes por sus características peculiares. Hay un montón que dan mucho juego cómico. De Pablo Casado me llama mucho la atención que en realidad no tiene ningún cargo en ninguna Administración pública. Eso le obliga a ir siempre de acompañante de la presidenta de Madrid o del de Andalucía. Casado siempre me recuerda a una especie de jubilado que, aunque no tenga una responsabilidad concreta, siempre va a todo por enterarse de qué ocurre y mira con curiosidad todo lo que hacen otros.

¿Y qué te parece Isabel Díaz Ayuso? ¿Da juego?

Ayuso me vuelve loco. Me encanta. No hay una sola ocasión en la que aparezca en la que no deje un titular de los gordos para hacer comedia. Representa como nadie el trumpismo a la española. Ha conseguido llenar lo que parecía imposible, el enorme vacío que había dejado Esperanza Aguirre. Para los cómicos hay que reconocer que Isabel Díaz Ayuso es una bendición caída de los cielos. Es terrible el hueco que dejan este tipo de personajes tan extraordinarios cuando desaparecen. Nos ha pasado recientemente con la pérdida de Cayetana Álvarez de Toledo. Ha sido un enorme disgusto para los cómicos del que aún no nos hemos repuesto.

¿En el actual Gobierno o en otros partidos tienes alguna preferencia?

En el Gobierno, me gusta mucho Ábalos. Por su manera de hablar y de moverse parece un colega con el que estés hablando con un cubata en la mano en la barra de un local. Tiene esa peculiar forma de tratar los temas en la que siempre está como medio indignado y quejándose de lo que han dicho otros. Y luego, transmite que él manda mucho. Me hace mucha gracia. De otros partidos, el que me entusiasmaba era Albert Rivera, que era el Cristiano Ronaldo de la política. Siempre fue alguien que se quería a sí mismo mucho más de lo que lo apreciaban los demás. Y se notaba que eso le dolía muchísimo. Aunque le fueran bien las cosas, siempre parecía insatisfecho porque quería más. Era una especie de ganador-perdedor. En todo momento siempre transmite que tiene en realidad alma de loser.

Parece que llevas ya un tiempo viviendo una etapa muy buena en una profesión en la que es muy difícil abrirse camino, ¿no?

Empezar es lo más difícil, creo que hay un espacio de dos años, que si lo pasas ya lo has pasado. Si haces una actuación cada dos semanas durante dos años ya has pasado el arrecife, lo peor, el rompeolas y ya puedes entrar en un mundo más amable, pero el principio es muy duro. Entre mis primeros bolos y actuaciones tengo muchas muy malas, la verdad. En una ocasión, en Alcarrás, Lleida, tenía un tío en el público que empezó a insultarme todo el rato. Era una locura de gritos, se tiraba al suelo, yo no sabía qué hacer, y de repente empecé a roastearle, a meterme con él: “Pero bueno, este tío. Yo, la primera vez que bebí, también me comporté así. Tranquilos sus amigos, no os avergoncéis de él…”. Y alguien me dice: “Es el hermano de no sé quién, le ha dado un brote psicótico ahora. Está viniendo la ambulancia”. ¡Madre de dios! Era una cosa… una situación súper trágica. Me agobié un montón.

¿Cuándo te sentiste por primera vez un profesional de la comedia? 

La primera vez que sentí que era profesional fue en la apertura del curso universitario de València, que era una fiesta, actuaban M Clan y Pignoise, entre otros. Era en la plaza de toros de València y yo nunca había hecho una actuación. Me llamó la delegación de alumnos: “Nos han dicho que eres bastante gracioso ¿Quieres actuar?”. Yo no entendía muy bien lo de actuar como stand up (monologuista). Lo veía en la tele, pero no tenía muy claro que yo podía hacerlo. Lo veía más como presentar un evento. Y por primera vez pensé: “¿Y si hago stand up?”, porque yo veía mucha tele americana y veía mucho Late night en la tele por satélite, porque estudiaba informática y tenía unas tarjetas que pirateaban el satélite y lo veía mucho. Recuerdo que pagaban doscientos euros y me encargaron tres presentaciones de tres minutos antes de cada grupo. Y me preparé un stand up, lo escribí a medias con Adolfo Valor. Salió muy muy mal.

¿Cómo de mal?

Sobreviví, pero no me pesó que saliese mal. Obviamente salió mal, pero no me pareció muy grave. Bueno, sentí que había disfrutado, para lo desastre que había sido. Desastre tal que volaron botellas al escenario. Eran como 20.000 personas. Era gratis y, claro, era una actuación que no era real. La gente iba a ver a M Clan y salía yo antes. Por cierto, es un clásico de los stand up el no ir a presentar conciertos. Se hace, pero hay un vídeo famoso de Zach Galifianakis presentando un concierto y la gente tirándole botellas, después de hacer Resacón en Las Vegas, siendo ya súper famoso. Da igual, la gente que está ahí quiere ver a Green Day, no te quiere ver a ti. Te odian. El público de la música dice: “¡Por favor, ya está bien! ¡Que salga alguien a tocar! Que estamos aquí en otro rollo”. Ese fue mi primer bolo, en la plaza de toros de València. Lo pasé muy mal, pero lo pasé tan bien que seguí, seguí haciendo más.

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