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Humor al cubo

La noche en la que Fernando Gil se hizo borroka

Antonio Contreras

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Hay actores muy populares que, después de haberlos visto por todas partes, no llegas a recordar bien de qué los conoces. Algo así le ocurre a veces a Fernando Gil. Se trata de un actor madrileño que se ha pasado años y años ganándose la vida en el difícil oficio de la actuación. Muy respetado en el mundo de la escena, ha alcanzado la popularidad gracias a multitud de apariciones televisivas en programas como Noche Hache, en Cuatro; La Tira, en laSexta; en Aquí no hay quien viva; en la telecomedia Anclados, o haciendo del príncipe Felipe en la miniserie Felipe y Leticia, emitida hace años en Telecinco.

Tú eres un actor que te has especializado en representar papeles cómicos, ¿qué significa en tu vida el humor?

El humor es la mejor manera de hablar de cosas serias. Las historias, los temas, incluso la filosofía que te llega cuando ves teatro, cuando ves cine, casi siempre que me han llegado al fondo ha sido cuando me han roto la coraza con el humor, me he reído con un personaje y después me ha hecho llorar. Son esas ocasiones en las que cuando he salido del cine y del teatro renovado, de esto que dices, soy una persona diferente, antes y después de ver esta historia. Si primero me hace reír un actor o una actriz o un espectáculo, me abre la energía y me voy con ellos, cuando me meten el punto tragicómico o la realidad de la vida o la filosofada, me entra mucho más adentro, me atraviesa muchísimo más porque estoy abierto.

Desde tu profesión de actor, ¿qué impacto crees que ha tenido el coronavirus en la sociedad actual?

Creo que la gente se ha dado cuenta de lo importante que es el arte en directo, la comedia, la necesidad que tiene de que la ficción de alguna manera sirva de bálsamo en sus vidas. Toda la cultura servía de tirita, o bálsamo. La gente se ha dado cuenta y se está empezando a hablar en España de tomarse la cultura como un bien esencial que antes no lo era y a nivel legal sigue sin serlo. Me parece un error, la educación es un pilar, la sanidad es otro pilar fuerte y la cultura no es tan fuerte como estos dos, pero de alguna manera les sirve de apoyo. Porque la educación está muy basada en la cultura también. Si la educación tiene una cultura sana y fuerte la imaginación de los chavales va a crecer sana y fuerte y con una capacidad crítica fuerte.

En tu carrera has tenido la oportunidad de hacer de todo en el mundo de la escena, aunque tu popularidad se la debes a la televisión, ¿en la tele te dedicaste al humor desde el principio?

He hecho muchas cosas curiosas. Recuerdo, por ejemplo, que allá por 2007 estaba haciendo Noche Hache, en Cuatro. Me encargaba de la parte de cultura y espectáculos… y tenía la suerte de tener diez, quince minutos con un montón de celebridades. Yo tenía un personaje que estaba encantado consigo mismo e iba todo el tiempo impostado… Casi en vez de hacer entrevistas contaba su vida a la gente. Era gracioso porque los actores y participantes de las entrevistas se quedaban un poco extrañados. Conocí a Spike Lee, a Oliver Stone, a Bruce Willis, a Jean Reno y un día me tocó entrevistar a Joaquin Phoenix, el último Óscar con El Joker. A Joaquin Phoenix le vi un poquito serio, apretado, y le avisé. Él venía a presentar la película de Johnny Cash I walk the line y le dije: “Hago un personaje, vamos a hacer publicidad de tu película, pero está dentro de un programa cómico, y hago de un tipo encantado de sí mismo”. Y el tío todavía se apretó más y me dijo: “No, no, no, no”. Y se fue. Se piró.

¿Y qué explicación diste al volver a la redacción del programa?

Me quedé parado allí con la cámara. Pensé: “Voy a ir a redacción y me van a cortar el cuello. No llevo nada de Joaquin Phoenix para esta noche”. Pero de repente, gracias supongo al arte de quienes eran los productores, decidieron decirle a Joaquin Phoenix que tenía que hacer la entrevista. Le echaron un rapapolvo y le dijeron: “Tú, ¿quién te crees?”. Volvió con las orejas gachas y me hizo una reverencia: “Tío, perdóname, vamos a hacer la entrevista”. Yo estaba acojonado y él me dice: “Venga, no te preocupes, haz tu personaje, levanta la ceja, levanta la ceja” y entonces empezamos a hacer comedia los dos, todo se relajó. Yo tenía un montón de preguntas divertidas que hacerle… Pero fue un momento, por intentar ser gracioso, uno de los más duros que he pasado en mi profesión.

¿Y en tu vida cotidiana, ser un actor conocido te ha servido en algún momento delicado?

Siempre me acuerdo de una noche, volviendo a mi casa, sobre las doce y media o una de la madrugada. Yo había alquilado un Car2go, un coche de alquiler. Llegué a una calle y conseguí aparcar el Smart, que no es muy difícil. De repente cuando fui eché a andar hacia casa, que estaba bastante lejos de donde lo había aparcado, busco el móvil para cerrar el alquiler en la aplicación y veo que no tengo el móvil. Me volví al coche. Resulta que se me había caído en el Car2go y cuando fui a abrir hizo un ruido y se cerró solo, porque al parecer estos coches tienen algo que si al cabo de unos segundos tú no has cerrado por tu cuenta se cierra automáticamente. La opción de que volvieran a alquilar mi coche, con el móvil dentro, entraran y lo vieran y se lo quedaran era muy grande. En ese momento pensé: “No puedo dejar el móvil aquí en el coche”.

Y supongo que decidiste esperar...

No. Dije: “Rompo la ventanilla, cojo el móvil, llamo a Car2go, les digo que he tenido este problema, les pago la luna y no hay ningún problema”. Así que me fui a por una piedra y empecé a darle con todas mis ganas. No se rompía eso, imposible, jaja. Me pasé dos minutos pegando a la ventanilla. Al lado de la piedra vi una bolsa de escombros porque había una obra al lado. Cogí la bolsa de escombros y la lancé contra el cristal. Lo hice añicos. En cuanto lo rompí, aparecieron cuatro policías. Llegaron por la izquierda, por la derecha, por delante y por detrás. ¡Estaba acorralado de policías! Estaban a punto de coger la pipa. Yo estaba, según su visión, intentando robar un coche. Les dije: “Tenía que recuperar mi móvil. Son mil y pico pavos que me he gastado en comprarlo y toda mi carrera está ahí metida y todos mis contactos”. Ellos muy muy mosqueados, me responden: “¡Pero, si tienes el móvil en la mano!”. Yo intentaba explicarme: “Sí, lo tengo en la mano porque acabo de romper el cristal y lo acabo de coger del suelo. ¡Se lo juro, agente!”.

Las pruebas a tu favor no eran muy firmes, ¿qué hicieron contigo?

Llamaron a Car2go y vino enseguida un responsable de la empresa. Me tomaron nota de la movida y me dicen que van a poner una denuncia. Yo les insistía: “Pero, ¿por qué me van a poner una denuncia? ¡Les estoy diciendo que no es un robo!”. De repente, sale por detrás un señor y nos dice: “Pero, coño, si ese es el portero de la discoteca de La Tira ¿no? ¡El segurata de Anclados! ¡El que hacía de Felipe VI!”. Ahí vi mi salvación: “¡Soy todos, tío, gracias!”. Así que me puse a medio a llorar para evitar la denuncia: “Me estoy divorciando, tío, no pienso con claridad”. Y me dejaron ir afortunadamente por ser un cómico, jajaja. Ser cómico me salvó de la denuncia. Me salió la broma por ciento y pico euros por la reparación de la luna. Y recuperé mi móvil y mi vida.

¿En qué andas metido ahora?

Llevo tres años escribiendo un espectáculo unipersonal y creo que es el momento de sacarlo porque ahora mismo con todos los problemas que hay, como las compañías tienen que tener cuidado con los actores, los espectáculos de pequeño formato están cobrando bastante vida. Dependo de mí mismo, trabajo conmigo mismo, si me pego el COVID a mí mismo no pasa nada. Hay una seguridad total y trabajando solo también. Es algo que me apetece, no lo he hecho mucho. Colaboré en en El Club de la comedia e hice algunas cosas pequeñas, solo delante de un público. Es un formato complicado porque estás tú solo, no tienes nadie en quien apoyarte, pero seguro que aprendo cosas.

¿Te gusta hacer el formato del monólogo?

Me gusta mucho la comedia directa con el público. Hay una cosa que no te pasa normalmente en comedias con más personajes porque el contacto es diferente. Cuando estás haciendo comedia con alguien y hay risa es muy satisfactorio. Pero el poder soltarle directamente la comedia al público, verlos recibirla y sonreír tiene también un punto. Mola un montón. Y tengo la sensación de que estamos comunicándonos y conviviendo en la risa. 

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