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Sobre este blog

No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

Las noticias sobre retrones no deberían hablar de enfermitos y de rampas, sino de la miseria y la reclusión. Nuria del Saz y Mariano Cuesta, dos retrones con suerte, intentaremos decir las cosas como son, con humor y vigilando los tabúes. Si quieres escribirnos: retronesyhombres@gmail.com

Otras voces: la belleza de este siglo

M. A. Nelo

Hace poco participé en una serie de desnudos artísticos, algo de lo que hace algún tiempo había querido formar parte. La persona con la que compartí la sesión es mi esposo minusválido, quien, antes de aceptar participar, tenía sus reservas por las personas que pudiesen ver las fotos. Aunque la fotógrafa que nos retrató pretende vender su trabajo (al fin y al cabo, vive de ello), nosotros no cobramos por posar y entre los objetivos de todos estaba el que se transmitan mensajes positivos con las imágenes. En nuestro caso, la discapacidad es un tema obvio de las fotografías, pero el trabajo realizado va más allá, ya que nos hace cuestionarnos y cuestionar el mundo donde a cada uno de nosotros nos cuesta entender el papel del otro.

Este tipo de iniciativas no son algo nuevo. A lo largo de la historia, los artistas han tratado de mostrar la belleza a través del arte. Esto es importante porque la belleza es una idea complicada que requiere exploración.

Según parece, en el caso de las mujeres, éstas resultan bellas en función del contexto económico e histórico. En periodos de recesión económica, las mujeres consideradas bellas son aquellas con cuerpos grandes, pechos pequeños y poco juveniles (estereotipo 1). Mientras que en las épocas de crecimiento económico, la mujer es considerada bella cuando es joven, delgada y pechos grandes (estereotipo 2). Además, y según otros estudios, en una misma época la percepción de la belleza varía según el estrato socioeconómico del que mira. Los hombres con menos recursos prefieren las mujeres con cierto estereotipo, mientras que los ricos prefieren otro. Todo esto nos dice que los cánones de belleza no son permanentes y que, al menos en parte, son una construcción social.

¿Qué hay de la belleza del hombre? Hay mucho debate al respecto, y seguro que todas habéis leído algunas opiniones habituales respecto a los rasgos masculinos que son más valorados por las mujeres: caras masculinas con cierto grado de feminidad, iniciativa en el contacto físico, etc. Probablemente estas preferencias también dependan de factores coyunturales, como en el caso de las mujeres.

Según otras investigaciones (hay investigaciones para todo), indiferentemente del sexo, la mayoría de la gente prefiere hombres o mujeres con rostros simétricos. Dicen que, desde que somos bebés, respondemos positivamente ante rostros atractivos. Según estos estudios, este concepto de “belleza” no parece ser algo de la época actual. Nuestros ancestros humanos rechazaban de manera natural los rasgos que fueran indicadores de enfermedad y que por ello no garantizaran la supervivencia.

Este rechazo puede existir, por supuesto, y aun así en algunas personas sólo afectar a los primeros momentos en los que interactuamos con alguien. La simetría de la cara, como todo lo demás, incluyendo las modas, podrá tener algo que ver acerca de cómo cada uno percibe la belleza en el tiempo.

Además, una cosa es cómo te perciba la gente y otra cómo te percibas tú. Se dice que esto último depende mucho de las experiencias que hayas tenido en la niñez. Por ejemplo, hay padres que son muy exigentes con sus hijos y esto provoca que estos se sientan menos atractivos.

Por todo esto, yo me pregunto: ¿por qué seguimos considerando hoy en día “bella” a una persona que cumple cierto estereotipo? ¿Qué pasa con las personas que no cumplen el estereotipo actual? ¿Por qué la sociedad es tan dura con las personas que no se ajustan a él? Incluso, ¿por qué somos las personas tan duras con nosotras mismas cuando nuestros rasgos se alejan de unos cánones muy posiblemente arbitrarios? En este contexto y yendo un paso más lejos, ¿qué queda entonces para los minusválidos?

En la actualidad, existen minusválidos que son considerados atractivos como, por ejemplo, Nick Vujicic o Aimee Mullins. Sin embargo, parece obvio que esos rostros bonitos no representan a la mayoría de las personas minusválidas. Así, pues, ¿qué pasa con la mayoría de las personas de este colectivo? Es decir, ¿cómo se ven a sí mismos y cómo los ve la mayoría de la gente? Sospecho que las respuestas a estas preguntas no son muy alentadoras.

Independientemente de su origen y de los factores que influyen en él, parece obvio que un estereotipo de “belleza” es hoy en día una estrategia comercial que busca simplemente vender un producto. Si echamos la vista a nuestro alrededor, está claro que poco tienen que ver los cuerpos reales con los cánones de belleza, vengan éstos de donde vengan. Existe una mayoría (alejada del estereotipo) que se ve compelida a parecerse a una minoría (el estereotipo), pero ¿a qué precio? ¿Cuánto se requiere (dinero, humillaciones, incluso enfermedades como la anorexia) para llegar a ser parte de esa minoría?

En cuanto al minusválido promedio, me pregunto: ¿no es considerado atractivo porque, al igual que nuestros ancestros, pensamos que su minusvalía o su asimetría no garantiza la supervivencia de la especie? ¿No sabemos que esas cosas no funcionan así desde hace ya miles de años?

No parece que los cánones de belleza humanos traigan nada bueno a esta sociedad y a nuestra convivencia. Y no por ser los que son. Mi conclusión sería la misma si los cánones fuesen otros. Pensemos en un mundo imaginario en el que los discapacitados sean considerados el canon estético al que todo el mundo debe parecerse si quiere ser admirado, deseado o amado. Imaginemos a los no discapacitados intentando adquirir discapacidades sólo por aproximarse a ese canon igual de absurdo que el actual. No veo en qué medida esto sería una locura y una tontería mayor que lo que ocurre en el mundo real.

Iniciativas como la que comenté al principio de este artículo (fotografías de personas con discapacidad desnudas o semidesnudas) están dando la vuelta al mundo. Podemos citar, por ejemplo, el trabajo de un fotógrafo llamado Holly Norris orientado a que la gente pueda ver la discapacidad de forma diferente, haciendo hincapié en que lo que es “bello y sexy” que vemos en lo medios no es la belleza que hay en cada uno de nosotros. También es interesante el proyecto de Ashley, que recoge imágenes de personas con discapacidad (o, como las denomina ella, “personas atípicas”) que no se ajustan a las normas generales de belleza. Finalmente, no puedo dejar de recomendaros esta fantástica charla de Shelley Baer.

Lo que me atrajo inicialmente de la sesión fotográfica en la que participé (y cuyo resultado estáis todos invitados a ver) es que se trataba de desnudos, de mostrar el cuerpo en toda su belleza, libre de todo estereotipo, sirviendo quizás para que el mundo se acostumbre a la realidad de un cuerpo bello, como el nuestro, como el suyo y como el de todos.

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No nos gusta la palabra “discapacitado”. Preferimos retrón, que recuerda a retarded en inglés, o a “retroceder”. La elegimos para hacer énfasis en que nos importa más que nos den lo que nos deben que el nombre con el que nos llamen.

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